Te invito a recorrer los Evangelios y descubrir cada una de esas expresiones dirigidas por aquellos hombres y mujeres a Jesús; a hacerlas parte de tu oración, a vivirlas tu mismo, con tu propia experiencia de vida. Te aseguro que encontrarás razones más que suficientes para tu oración; para ese encuentro íntimo, personal, espontáneo y abierto con Jesucristo nuestro Señor y Redentor.
Referencia: Boletín Lazos de Fe, Año 1, Nº 6, Año 2003
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