jueves, 30 de abril de 2020

Océano Abierto

No necesitaste irrumpir con dureza; no hizo falta la violencia; no hubo tempestad ni tampoco tormenta, ni tuviste necesidad de tu omnipotencia; fue la sutileza de tu encanto lo que llamó de ti mi atención.

No era en tus aguas donde esta barca navegaba, mas sopló sereno tu aliento, viento suave que a los océanos de tus amores me llevó y, con ternura supiste atraer hacia ti mi corazón.  
Y de mi pecho hiciste tu lugar, y en él pusiste tu hogar, la morada de tu bondad, de mi alma tomaste plena posesión, no hubo ninguna petición; de tu amor todo lo llenaste y de tu plenitud lo desbordaste; inundaste de tu gracia todo en mi interior.  
Embebido de tu amor quedé, no más sediento; empapaste de tu compasión cual rocío del alba la sequedad de mi mar adentro, llevándome a navegar en tu océano abierto. 
Y aunque en otros mares yo andaba, suave fue la brisa que me trajo al océano inmenso de tu amor eterno, en el que ahora me pierdo, seguro de encontrar en tu corazón mi puerto. 
Amén

Yerko Reyes Benavides

miércoles, 29 de abril de 2020

Fe

Fe es lo que tenemos, no lo que nos queda.

Fe es lo que queremos, para esperar sin desesperar, y en ti, Señor, por siempre confiar.

Fe es lo que necesitamos, y por esta fe, tener desde ahora lo que por ella esperamos.

Fe es lo que buscamos y ya encontrada, la dificultad se hará nada, pues tu bondad será el sustento de nuestro anhelo de libertad.

Fe es lo que nos mueve, por ella de tu mano, vamos descansados, hacia el cielo prometido.

Fe es lo que nos das, pues sabes que solo en fe las montañas se moverán y la plenitud de tu amor a nosotros llegará. 
Amén

Yerko Reyes Benavides

domingo, 26 de abril de 2020

Mi Pregonero

Señor Jesús, pensando en tu amor, me digo:

“Me conoces, sabes mejor que yo lo que hay en mi interior, tú hiciste este corazón y lo dotaste de toda condición para que en el amar se realizara tu obra”.

Mas me quedo a resguardo: sabes de mis miedos, conoces mis silencios, me entiendes; y ahí intervienes, no aceptas mis escusas.

Y aunque de ti me escondo tras mis torpezas y debilidades, llegas hasta mí, me desarmas de todo pretexto: 
“Tienes mi gracia y el Don de Alto”, me dices; “no desprecies ni desaproveches lo que te he dado”. 
La esperanza no se guarda, ni la fe se detienes, ni el amor espera, aun cuando sea paciente. Escucho el eco de tu voz en mi corazón:

“Hazlo lo que está a tu alcance para ser en medio de todos, lugar de consuelo, bondad y sosiego: Haz llegar a cada uno y en mi nombre, pues Yo estaré contigo, el amor del que te he hecho mi pregonero”.
Amén

Yerko Reyes Benavides

viernes, 24 de abril de 2020

Oración en un Suspiro


Mi Señor y mi Dios,
mi principio, mi camino y mi destino,
mi protector, mi redentor y salvador, 
mi bien, mi todo, y también mi amigo:
nada soy sin ti, sin ti nada tengo,
todo lo puedo contigo 
si tú estás conmigo;
concédeme la gracia ser  tu testigo,
y de tu ternura un mendigo;
que como semilla de trigo
en tu amor florezca
y en tu corazón por siempre amanezca. 

Amén

Yerko Reyes Benavides

Palabra de Dios en el Hogar: III de Pascua

Cuántas han sido las veces que hemos pensado estar solos en el camino de la vida. 

Este sentimiento se hace insoportable sobre todo cuando atravesamos momentos de penuria y dificultad. Cuando nos falta el aliento para dar crédito a lo que profesamos; cuando confesamos sin ánimo nuestra fe; cuando nos sentimos desolados, cuando más abandonados creemos estar, es cuando la sutil presencia del Señor se hace sentir con la fuerza de su Palabra que encandece nuestro corazón. 

Él irrumpe en nuestro camino. Tienes sus maneras. Nunca serán las mismas para todos aunque comparte un lugar común al que nos convoca, ahí es donde mejor lo podemos reconocer. 

No porque las cosas sean ocasionalmente diferentes hemos de detener la marcha en nuestra búsqueda permanente de la gracia de Dios. 

Así pues dentro de este contexto de necesidad y búsqueda llegamos a la tercera semana de pascua, una ocasión para confiar en que el Señor tendrá sus maneras de alcanzarnos en el camino que vamos ahora haciendo.

Dejo a su disposición el Dossier de Pan de Vida con la guión para hacer la Celebración de la Palabra de Dios en el Hogar. 


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III Domingo de Pascua
-Guión de la Celebración-

"Entonces se dijeron el uno al otro: 
«¿No ardía nuestro corazón 
cuando nos hablaba en el camino
 y nos explicaba las Escrituras?»".
(Lc 24,32)

Yerko Reyes Benavides
Editor

miércoles, 22 de abril de 2020

A tu lado

Jesús, mi Señor y Amigo,
te haces compañero insospechado de camino,
acompasas tu caminar a mi paso
para ponerte a mi lado,
me hablas sereno,
me ofreces tu mano.

Entrañable es tu compañía,
adorable se hace tu presencia;
amigo de mi caminar peregrino
contigo a mi lado mis pasos vacilantes
dejen de ser errantes
pues en tu amor encuentran su destino.

Ven, amigo mío, toma posesión
del lugar que te corresponde en mi corazón;
acompáñame sin condición,
mientras estoy de paso por la tentación
de alejarme de tu lado.

Concédeme el valor que necesito
para vencer el temor
de abandonarme a tu designio por entero ;
que sea tu amor mi más grande deseo
y la vida que me das mi mayor anhelo.

Mientras vas conmigo
tu gracia es mi alimento
tu bondad, de mi vida, su aliento,
tu ternura se vuelve el sustento
que le da razones a este corazón
de esperarlo todo de tu amor.

Y ya sin más que esperar,
pues de lo que necesito
de camino a tu lado
lo he recibido todo,
espérame en la eternidad amado
que pronto llegaré a tu lado.
Amén

Yerko Reyes Benavides

martes, 21 de abril de 2020

Meditación Fugaz: Tiempo Nuevo

De cómo interpretar los acontecimientos en curso. 

Un día cansado de la rutina, de hacer una y otra vez siempre lo mismo; de repetir como si fuera un calco un día con el otro; fatigado de ver cómo los días se consumían en un quehacer sin sazón y en una labor sin emoción, sintiéndome cada vez más un autómata de una destreza adquirida que hacía tiempo dejo de ser novedad, elevé mis ojos a lo alto, como el que busca a encontrar a Dios entremedio de las nubes, y pedí al Omnipotente, aun sin haberlo visto, lo que quizá muchos han pedido: una intervención extraordinaria de su parte que hiciera cambiar el curso de las cosas tal como se estaban dando. 

No creo ser el primero, ni único, ni último en pedirle a Dios algo semejante. La motivación varía entre unos y otros. Las razones cambian, pero en el fondo, todas implican lo mismo: el deseo de vivir un tiempo nuevo. 

Ahora que lo pienso, me hubiera gustado que mi motivo fuera un tanto más altruista, más movido por la justicia social, o como un gesto de solidaridad universal; pero las cosas son lo que son, y la oración que es auténtica, aborda la problemática interior de la persona que la presenta. 

No supe lo que en aquel momento estaba haciendo, ni si quiera me interesó esperar una respuesta; aquello aunque era importante no tenía los rasgos de algo vital, más bien fue el resultado de una rabieta de ocasión; por tanto seguí sumergido en vivir cada día, rasguñando en cada esquina un pretexto para seguir haciendo lo que me correspondía, pues, me movía más el sentido del deber que el gusto por la forma de vida que estaba teniendo. 

De vez en cuando una escapada, hacia el lugar de los placeres, nada extravagante ni si quiera desafiante del orden y la moral, sólo un rato de distracción para unos pensamientos compulsivos que sin poder acallarlos estaban ahí para recordarme constantemente que mis días seguían siendo iguales. 

Hoy, haciendo memoria, no recuerdo cuándo fue que lo pedí, no creo haya sido una súplica sostenida en el tiempo, pues fue hace tanto como para no recordar el día y la hora, sólo que un día fue hecha esta oración como otras muchas que se desbocan cuando al corazón lo agobia alguna pena o desazón. 

Vuelvo atrás, como el que hace un repaso de las hojas de un libro leído buscando aquella expresión que, al momento de ser leída, detuvo el aliento y liberó un suspiro retenido. En ese repaso, recuerdo lo airado que estaba, y la duda me invade: ¿Qué fue lo que pedí? Sé que levante mi puño al cielo, incluso se que desafié su poder y autoridad exigiendo una demostración: “Señor detén el tiempo, haz que todo cambie, que las cosas sean diferentes…” Incluso intente sobornarlo, y caía en la zalamería de incluir en la oración aquello imagino le agrada que sea tenido en cuenta, ayudar al necesitado… todo con la intención de ser complacido. 

Un pensamiento martilla mi mente, una duda asalta mi corazón, una inquietud me invade: ¿seré responsable de lo que está pasando? 

No, no soy tan influyente ni la tierra ni en el cielo, como para de esta manera ser complacido; ni Dios tan incongruente como para de buenas a primeras hacerme caso. Razón tiene el Apóstol Santiago al hacernos ver que nuestra manera de pedir es insostenible (Cf St 4,3-17). 

Al contrario, soy como tantos que se cansan de ver que la vida se va y no pasa nada más allá de la responsabilidad y del deber; que responden a los compromisos adquiridos y esperan al descanso de los domingos para olvidar el resto de los días de la semana y sus afanes. 

Ni en mis sueños más extravagantes, que lo confieso los he tenido, me hubiese podido idear una situación tan improbable como está. Es que lo pienso, al hacer memoria y no doy crédito. Y cierro los ojos, suspiro, y doy gracias porque estoy en condición de pensar aun en medio de esta circunstancia que a mi no ha llegado de forma trágica. 

Quería que las cosas cambiaran, creo que ese sentir lo comparto con muchos, pero no pedí que fuera esto lo que nos pasara para que cambiaran algunas cosas; pero está pasando, y estoy completamente convencido que no es una fuerza sobrenatural lo que está moviendo el suceder de estas cosas. 

No, en esto que nos está pasando no tienen sus manos metidas ni Dios ni el diablo, pero ambos andan muy azorados en estos días, pues el desazón, el desconsuelo y la desesperanza rondan al asecho del incauto, del desinformado, del que ha visto de frente el rostro a la pérdida y del aprovechador de ocasión que hace de esto un negocio (igual da si es en nombre de la fe o del bolsillo). 

Me detengo y pienso, ahora tengo tiempo de más para hacerlo, evalúo y valoro todo y me digo: ¿Puedo quejarme? No, no puedo ser tan incoherente. Quería un contexto que procurarse cambios contundentes y eso es justo lo que está aconteciendo. ¿Acaso puedo mirar al cielo y seguir exigiendo que los días sean diferentes? No, no puedo ser tan infantil para seguir haciendo rabietas, o mantenerme en la queja porque los acontecimientos no se están dando según mi gusto y mi antojo. 

Yo no pedí esto, y estoy seguro que Dios no es el causante de lo que nos aqueja, pero si de algo estoy seguro es que hay cosas que han dado un vuelco vertiginoso (para muchos muy doloroso, no lo niego) que este tiempo nos está trayendo un cambio y nos están también haciendo cambiar; no logro acertar a pensar si será permanente o solamente hasta donde la memoria nos alcance. La mente esconde rápido los recuerdos ingratos y puestos debajo del tapete de la inconsciencia, volvemos a la vida que llevémonos como si nada nos hubiese pasado.


Ahora pienso en lo vivido en estos días, y aunque me han sumergido en un resguardo no deseado, pienso en las veces que soñé una Cuaresma de verdadera conversión, donde el sacrificio ofrecido fuera más que el propósito de dejar algún vicio o contenerse de comer algún dulce. El sacrificio ha sido real aunque no sea del todo consciente de ello, pero al hacerlo presente me ofrece una oportunidad que he de evaluar y valorar si en mí, ha dejado la huella de su paso. 

En algún momento deseé una Semana Santa diferente, y llegué a pensar en lo descabellado, cómo serían estos días si no fuera creyente; sin embargo, rápido fue desechado ese pensamiento, pues está en mi corazón escrito el símbolo de la fe. Y ahora puedo decir como Simeón, pues ha sucedido lo impensable y lo he visto, una Semana Santa que no volverá a repetirse, un hito en la historia de la cristiandad, no sé si estos días fueron menos santos que los años anteriores por estar cerradas las iglesias y guardados los santos, pero sí puedo decir que fueron los días en los que hice de mi casa un templo, que espero no destruir. 

Ahora, cuando escribo estas líneas, siento la Pascua fluir en mi espíritu, con la fuerza que me da el resucitado, porque lo que en él contemplo, lo veo en mi realizado. 

Cuántas fueron las veces que escuché aquello del “gozo de la Pascua”, más veía como todo en mí seguía su curso, ni menos triste, ni más feliz, sino igual, ningún cambio aportaba la pascua al devenir de mi existir, solo el hecho de sumarse a las ya antes pasadas. 

Mas esta Pascua ha llegado como un gran desafío, y no como un regalo; dentro de este contexto y bajo esta situación está siendo un llamado de lo alto, a vivir en alegría y desde la alegría del resucitado que infunde vida en abundancia, más allá de la adversidad y la dificultad. Una ocasión en plena zona de fuego a probar la fortaleza espiritual que han dejado tantas pascuas ya vividas a la que se suma esta de forma muy especial. 

No vale excusa alguna, hay que dejar caer la corona de espina y dejara a un lado la cruz y sumergirse de lleno en la Pascua del Señor. Es ahora, donde más se necesita que los cristianos nos hagamos presentes infundiendo este sentir pascual del corazón. 

Parafraseando al Apóstol Pablo: donde abunda la pena, el desconsuelo y la desesperanza, sobreabunda la gracia, del Señor (Cf. Rm 5,20). Ahora es cuando, en donde tantos están vapuleados por las dudas y el temor, urge llevar la paz del Señor; en donde no son pocos los que ven un porvenir sin ilusión, desesperanzados y sin dirección, ser luz y esperanza y; más que nunca es el tiempo en el que la solidaridad, la caridad y el amor han de resplandecer en el horizonte en el que fijan sus ojos tantos en medio de su necesidad buscando alimento, vestido, medicinas y sustento. 

Perdón debo pedir, no por haber pedido que todo fuera distinto, sino por no ver en lo que pasa ahora un castigo divino (que tantos deseas para darle aprobación a sus pretensiones por más justificadas que estén), o no dar crédito a la no menos elegante idea del poder desatado de un diablo que juega a su antojo con nosotros; ni si quiera ver en estos sucesos las señales del final de los tiempos anunciado: perdónenme, no lo veo así. 

Al punto que llego después de que mis pensamientos han divagado cual gaviotas errantes es a comprender que en mi descontento, de un día cualquiera pedí algo que no esperé se diera pero que hoy está pasando, y lo estoy viviendo, voy siendo protagonista y está dejando importantes cambios en todas partes, pero la más importante transformación sigue aguardando dentro de mí, en donde he de enfocarme.

Lo que veo y en grande, es la gran oportunidad de dar el salto definitivo, antes de ser llamado, a vivir ahora la Vida Plena que Dios dispuso para mí; esa que se vive en alegría viva y que su presencia no depende de ninguna circunstancia ajena o foránea para existir y que sobrevive a los tiempos de adversidad, desgracia, tragedia e incluso desolación y pena.

Yerko Reyes Benavides

domingo, 19 de abril de 2020

Coronilla a la Divina Misericordia

Desde su aprobación y promulgación, por parte del Papa Juan Pablo II, como fiesta litúrgica para toda la Iglesia, en el 2000; la devoción a la Divina Misericordia se ha expandido a todos los rincones del mundo.

La Coronilla como rezo propio y característico de esta devoción -inspirada en las revelaciones recibidas por Santa Faustina- es ampliamente conocida y practicada, pues es una oración sencilla que utiliza las cuentas del rosario para ir por medio de una jaculatoria pidiendo sea desbordada, en cada persona y en todo el mundo, la Misericordia de Dios.

Hoy día, en medio de la pandemía que afecta a la humanidad entera, nuestra voz ha de unirse en una sola súplica y ser elevada con mismo sentir del corazón:

"Por tu dolorosa pasión: 
Ten Misericordia de nosotros y del mundo entero".


Yerko Reyes Benavides

viernes, 17 de abril de 2020

Palabra de Dios en el Hogar: Divina Misericordia

II Domingo de Pascua

La Pascua avanza, para nosotros han pasado varios días, inicia la segunda semana de este tiempo de júbilo y alegría, aunque no se sienta plenamente, como al corazón de los discípulos, las dudas, la preocupación y el temor nos invaden. 

Jesús resucitado se hace presente. No, no es una aparición o un fantasma, él mismo lo dice: “estoy en carne y huesos delante de ustedes.” 

Han transcurrido tan solo unas horas desde que dejara la tumba vacía. Son las mujeres las que a primera hora reciben el anuncio y la invitación del Señor a estar alegres. Luego será en lugar donde están los discípulos donde Jesús se hará presente y no será la única vez ese día. 

Cae la noche: ¡es Jesús!; es la segunda vez que aparece delante de sus discípulos, ellos no atinan a comprender: es él, es el mismo pero ya no igual; algo ha cambiado definitivamente, que lo hace ser percibido siempre distinto, irreconocible al principio, hasta que su voz resuena y trae la calma. 

No en vano su saludo es: “la paz esté con ustedes” y lo reitera: “la paz, esté con ustedes”; como con nosotros ahora, necesitados de su compasión y misericordia. 

La resurrección ya no lleva cuenta de las horas, los días, los meses y los años. El tiempo se detiene, se suspende, el resucitado lo trasciende. El mismo que resucitó ayer, dos mil años atrás, se sigue haciendo presente hoy día, igual y diferente, siempre una nueva y buena nueva que infunde alegría al quien lo recibe. 

Esta alegría la podemos hoy renovar. Jesús, más allá de toda circunstancia, limitación, tiempo y espacio, llega a nuestro hogar, y nos comunica su Paz. Es la paz que necesitamos para continuar adelante, hacerle frente a toda dificultad, sin vaciarnos de Esperanza. 


Con este propósito hacemos entrega de este guión, para que, Celebrando la Palabra de Dios en el Hogar, la presencia viva y misericordiosa de Jesucristo, el Señor, llene los corazón de su gracia y al alma la haga exultar en el gozo de su resurrección que es también la nuestra.


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Fiesta de la Divina Misericordia
-Guión de la Celebración-

"Jesús Resucitado: 
Por tu Bondadosa Compasión, 
ten Misericordia de este mundo 
y, de nosotros que anhelamos, 
el don de vida que brota de tu amoroso corazón”. 

(Jaculatoria Pascual)

Yerko Reyes Benavides
Editor

miércoles, 15 de abril de 2020

Volver a Abrazarnos


Cuando volvamos a abrazarnos
no quiero un abrazo con más fuerza,
que el tiempo lo borre y lo desvanezca.

Cuando volvamos a abrazarnos
no quiero un abrazo que dure para siempre;
quiero sentir que aunque este abrazo termine
y en ocasiones me  falte,
no estará para siempre ausente.

Cuando volvamos a abrazarnos
no quiero un abrazo con más ganas,
sino un abrazo lleno de esperanzas,
que abrigue a mi alma cansa
 y la alivie con ternura de su pena.

Cuando volvamos a abrazarnos
todo será distinto,
pues este abrazo que espero
no apremio sea furtivo,
ni mucho menos efímero,
no quiero se disipe como el anhelo
cuando se haya recibido.

Es ese el abrazo que he soñado
cuando me has faltado;
te prometo,
aguardando están mis brazos
que guardan para ti este gran abrazo.
Yerko Reyes Benavides

martes, 14 de abril de 2020

Meditación Fugaz: De cómo sentirnos en Pascua estando en cuarentena.

Que Cristo resucitó, resucitó. ¿Cómo lo hizo? Eso no lo sé. De eso se trata la fe. 
“Es, pues la Fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.  (Hbr 11,1)
Entendamos de entrada, sentemos el precedente, la Resurrección de Cristo es la razón por la cual nuestra fe y todo lo que hacemos en su nombre, tiene propósito y también sentido. 
”Si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación no sirve para nada, como tampoco la fe de ustedes”. (1Cor 15,14)
Estremecedora es la entrega de Jesús en la Cruz. Mueve y conmueve hasta la fibra menos sensible de nuestro cuerpo. 

El acontecimiento de la cruz nos deja perplejos, y por muchos motivos. Sin embargo, y la forma más sencilla de decir esto, es simplemente diciéndolo: Jesús no fue el primero, ni el único, ni último en morir en una cruz, dándole a la entrega y su muerte un carácter oblativo.

¿Por qué no recordamos a ninguno más que haya muerto en la cruz, aparte de Jesús y los dos ladrones con él crucificados? 

La respuesta es simple y seguramente ya la dedujiste, sin embargo, consideremos lo siguiente antes de darla.

La cruz, como castigo era una práctica común entre los romanos. Un escarmiento visual terrorífico para que ninguno se animara a sublevarse contra la autoridad del imperio, razón por la cual se dictaba tan temida sentencia. 

Con todo y el sentido cruentamente ejemplarizante, muchos judíos y no judíos fueron condenados a la muerte en cruz. 

¿Qué hace diferente, entonces, a la muerte de Jesús en la cruz? 

Nada y mucho. Aunque parezca contradictoria esta manera de responder, si te detienes a considerarlo, verás la razón. 

Todo lo que Jesús enseño de palabra, lo confirmó desde de la cruz. La cruz no es locura, no es necedad (Cf 1 Cor 1,23), la cruz es coherencia. 

La cruz, por la muerte de Jesús en ella, se convierte en lugar de reconciliación y en altar de perdón. Expresión sublime de amor: 
“Nadie tiene amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos”. (Jn 15,13).
Sin embargo, todo esto se hubiera quedado en poco o nada si Cristo no hubiese Resucitado.


Fue un error de estrategia  haber conectado la cuarentena con la cuaresma. No faltaron quienes vieron la oportunidad de hacer que la cuarentena tuviera un carácter penitencial. Ninguno imagino que esto duraría tanto. ¿Y, ahora que estamos en Pascua, qué? 

El sentido espiritual de la cuaresma es una intervención interna con consecuencias externas. La cuarentena por el contrario es una intervención externa, con consecuencias externas y que, no debería traer repercusiones internas. 

Esta intervención interna, con sus prácticas propias, nos coloca a los pies de la Cruz del Señor, ahí termina (la cuaresma). En la cruz del Señor, ha de morir todo aquello que limita, dificulta o impide (el pecado) la Vida en plenitud concedida por Cristo. Es la Vida en Dios que no está sujeta a los vaivenes ni del tiempo ni de las circunstancias. 

La cuarentena que continua, y no sabemos con certeza cuánto tiempo más durará, demás está decir, no tuvo, no tiene, ni tendrá un carácter penitencial, purgativo extendido hacia la Pascua. Pero lo que si puede tener, y eso depende por entero de nosotros, un propósito reflexivo, es decir, hacernos pensar, meditar y discernir y, no  bajo la lupa de la expiación (pues no es un castigo) sino bajo lo que es: un vaivén de este mundo y sus circunstancias. 

La Pascua no se espera, como se espera a la Navidad. Vivimos inmersos e insertos en la Pascua del Señor, pues la alegría del Resucitado está ya signada en nuestro corazón, y su trazo fue hecho en en él con la forma de una cruz y resplandece en nuestra alma, como el amanecer sin ocaso, de ese día glorioso. 

La consecuencia de esto: una alegría que nada, ni nadie podrá arrebatarnos jamás y, la promesa de que esta alegría, que proclama nuestra fe y sostiene nuestra esperanza, llegará a la plenitud. 

Entonces puedo estar sumergido en la dificultad, en medio de la tempestad, atravesando por el duelo y no perder la alegría, el gozo espiritual. Esto es Pascua, este es el efecto espiritual que tiene la Pascua del Señor en la vida del creyente. 

Antes de la cuarentena, muchos ya vivían en ella, encerrados en sus miedos, orgullo, soberbia o vanidad. Haciendo cálculos constantes para sacarle provecho a los placeres de esta vida, comprando ropajes de felicidades efímeras para tapar el frío de sus vacíos. 

Otros tantos, no terminan nunca de cerrar el ciclo de la cuaresma, y hacen de ella una práctica constante que los mantiene en eterna penitencia y duelo. 

La Pascua es un estado vida, que da vida, que engendra vida, y comunica la alegría de la presencia viva del Señor que se emplazó definitivamente en el corazón de quien en Pascua busca siempre estar. 

La cuarentena es una circunstancia externa y pasajera. La Pascua es una condición interior, en la que la alegría espiritual es la primera de sus características y la segunda, te la digo también acá, es la supresión del miedo. 

No me tomes por ingenuo, imagino lo que puedes estar pensando: “se escribe rápido y se dice fácil, pero…”. Te doy la razón, nadie dijo que pasar de la cuaresma a la Pascua sea fácil, no te olvides,  yo no lo he pasado por alto, ahí en el medio está la cruz. Incluso a los discípulos les costó y necesitaron, no sólo de las muchas pruebas de Resurrección que les dio el Señor, sino además, del Don de lo alto: el Espíritu Santo. 

Ánimo, que todavía nos falta un trayecto más que recorrer. La calle nos espera, pero a ella no podemos volver como si nada hubiese pasado; pues algo está pasándonos, y no, no es la cuarentena, sino la Pascua. 

La Pascua es lo que nos está pasando. 

Yerko Reyes Benavides

domingo, 12 de abril de 2020

Palabra de Dios en el Hogar: Fiesta de Resurrección

La Iglesia vive el acontecimiento de la Resurrección de nuestro Señor como una única y gran Fiesta, sin embargo, celebrativamente la reparte en varias liturgias: Vigilia de Resurrección en la noche del Sábado; el Día de Resurrección durante el domingo y la Octava de Pascua que concluye en las I Víspera del Segundo Domingo de Pascua, o ahora conocido como Domingo de la Divina Misericordia.

Hemos querido, recoger está fiesta única en una misma Celebración de la Palabra para vivirla plenamente en el Hogar, y así, exultar en el gozo del Resucitado que se hace presente en nuestra vida, en los nuestro, la familia y el hogar.

Así pues, el guión que se les entrega a continuación, tiene como intención que acogiendo la Palabra de Dios, que es vida y verdad, entremos llenos de alegría y renovado entusiasmo en la Pascua de Cristo, nuestro Señor.


Fiesta de la Resurrección

"Éste es el día del triunfo del Señor,
día de júbilo y de gozo"
Aleluya.


Felices Pascuas de Resurrección

Yerko Reyes Benavides
Editor

sábado, 11 de abril de 2020

Cruz, Corona y Clavos.

La agonía ha terminado,
atrás han quedado:
cruz, corona y clavos.

En el suelo yacen,
nunca más tendrán el poder de lastimar,
y aunque se vuelvan a incrustar
en cuerpo en agonía,
su dolor ya no será pena
pues no podrán arrebatar
la vida celestial que despierta
indetenible en el corazón
del que los recibe y acoge con amor.

Cruz, corona y clavos,
ya pronto serán olvidados;
la agonía que provocaron
pronto será despojada de su autoridad,
su presencia ya no tendrá cabida
en el corazón de quien ama con la vida:
como tú mi Señor, mi Dios,
mi amado.

Silencio, no hagan ruido;
dejen que mi amado duerma
pues, cruz, clavos y corona
no cumplieron su triste encomienda:
dar muerte a quien es el dueño de la vida.

Mi Señor descansa,
pronto de su sueño se levantará,
despertará de su humana naturaleza;
y la huella de la cruz, clavos y corona
en sus manos, pies y cabeza mostrará
para siempre ya será
el singo de su exaltada divinidad. 
-Amén-

Yerko Reyes Benavides

miércoles, 8 de abril de 2020

Palabra de Dios en el Hogar: Conmemoración de la Última Cena

Última Cena de nuestro Señor. Institución de la Eucaristía. El eco de esta conmemoración resuena con fuerza en nuestro corazón, y quizá nos preguntamos: 
¿Cómo celebrar la Institución de la Eucaristía, sin Eucaristía?
El sacramento eucarístico, recoge en su liturgia, algo que está mucho más allá de si mismo, hemos de decir sencillamente; algo que escapa a su condición limitada aunque totalmente sagrada por la gracia del mismo Señor que en ella queda contenido. 


Hoy no celebramos que Jesús nos dejó un rito, una ceremonia, unas rúbricas y una estructura. Hoy lo que verdaderamente conmemoramos es que Jesús nos dejó el Sacramento de su entrega, de la oblación de su vida, en una palabra, el Memorial de su Amor y eso nos hace exultar de alegría. 

Así pues, podemos celebrar y en él Señor regocijarnos, porque nos ama y siempre encuentra la manera de hacernos sentir su amor, aunque y por razones por todos conocidas, hoy no asistamos al rito como tal. 

Vendrán días, y ya están cerca, en los que volveremos a “ir a misa”. 

Hoy, en casa, en familia, como Jesús con los suyos, celebremos que él nos “ama hasta el extremo”. 

Dejo a la disposición de ustedes este guión para la Celebración de la Palabra de Dios en tu hogar.


Jueves Santo

"Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo,
los amó hasta el extremo"
(Jn 13,1)

Yerko Reyes Benavides
Editor

lunes, 6 de abril de 2020

Meditación Fugaz

Seguramente, tal y como a mí me pasa, estamos abarrotados de noticias, datos, comentarios, opiniones, información que nos viene de todas partes. 

No deja de ser importante que estemos al tanto de lo que está sucediendo, pero tanto agota al intelecto que no tiene condición para procesar tanto y agobia al corazón que siente apabullado.

Sí, es cierto, cosas están pasando a nuestro alrededor, y son importantes (siempre lo son) sin embargo, también cosas están pasando en nuestro interior, de las que no siempre somos del todo conscientes, aunque podamos con relativa facilidad responde a la pregunta de cómo nos sentimos. 

De lo que sucede fuera no tenemos control y eso nos da cierto alivio aunque eso para nada implica un desentendimiento de las consecuencias de nuestros actos. 

De lo que si somos totalmente responsables son de las cosas que están pasando dentro de nosotros y de lo que estamos dejando que provoquen en nosotros las cosas de fuera. 

Hacernos conscientes de ello permite convertir a lo que pasa y nos pasa en una oportunidad para crecer como personas, hacernos mejores personas y no una víctima más de las circunstancias, que no nos definen, aunque ponen en contexto lo que hacemos. 

Lo que pasa y nos pasa, siempre va a agotar su tiempo de existencia, nada pasa y se queda para siempre, todo tiene su momento, incluso la tragedia. 

Sólo que, el que las cosas estén de paso, no implica que no dejen en nosotros la huella de su paso, de ahí, la relevancia que tiene el discernimiento que hagamos y las decisiones ulteriores que tomemos. 

Les propongo hacer un ejercicio sencillo, lo podemos hacer sin ningún problema, sólo la traba que nosotros mismos pongamos ante él. Este ejercicio consiste en escucharnos a nosotros mismos. Escuchar lo que nuestro cuerpo nos está diciendo; atender al llamado que nos están haciendo nuestras emociones y sentimientos; el lenguaje no verbal de nuestro carácter y genio. Furtivamente sorprender a nuestro intelecto en sus pensamientos, ideas y juicios. Todo esto deja en evidencia a lo que nos está pasando. 

Luego de escucharnos a nosotros mismo, escuchar a Dios que nos habla a nuestro corazón. Descubrir si lo que nosotros queremos que nos diga Dios es lo que Dios nos está diciendo realmente. 

¿Qué recursos se necesitan para esto? 
Tiempo y silencio. Soltura y flexibilidad, para entender que esto no es una meditación de una sola vez, sino que van a ser muchos los momentos que a lo largo de la que pasa y te pasa vas a necesitar parta hacer el discernimiento y tomar la decisión más asertiva. 
¿Cómo se llama este ejercicio?
Meditación Fugaz. 

Como las estrellas que constantemente están pasando por el firmamento del universo, pero sólo aquel que se detiene en la noche, guarda silencio y se concentran en cielo, logra encontrarla y reconocer su belleza.

Yerko Reyes Benavides

viernes, 3 de abril de 2020

Hacedor de Caminos

Hacedor de caminos, transita sereno,
los parajes más inhóspitos de mi ser,
y abre sin dilación un sendero
a lo más recóndito de mi alma,
en el que por él lleguen aprisa
tu ternura, tu amor y tu bondad.

Hacedor de caminos,
que recorres los desiertos
que van dejando mis errores y desaciertos,
deja huella de tu misericordia
en la arena de mis temores y mis miedos,
las señas que me traigan de vuelta al oasis de tu compasión. 
Hacedor de caminos, no dejes de buscarme
en mis tristezas, en mis dolores y en mis penas;
inunda de tus bondades las llanadas de mis desesperanzas,
conforta mi espíritu con las letras de tu pasar sigiloso.  
Hacedor de caminos,
no te detengas en la montaña de mis vanidades,
pretensiones y seguridades,
ábrete paso sin arredro por mi voluntad vacilante
por más que a tu encuentro salgan mi orgullo y mi arrogancia;
sólo así, este espíritu en mi, encontrará el camino de su plena libertad. 
Hacedor de caminos no dejes de recorrer este último sendero,
el que te lleva a mi corazón,
que aunque tuyo sea, le urge que le abras paso
para que este amor en el escondido y contenido,
atrapado ya no quede y encuentre en ti desbordarse
sin ya ser más detenido.
Amén

Yerko Reyes Benavides

jueves, 2 de abril de 2020

Palabra de Dios en el Hogar: Domingo de Ramos

Cuaresma, en este 2020 está teniendo para nosotros una presencia inesperada y también imaginada.

En lo personal evoco en mi memoria el miércoles de Ceniza y los propósitos espirituales que, trazaba en mi mente, para hacer el recorrido cuaresmal propio del tiempo, y no doy crédito a lo que pienso en este momento: en ningún escenario posible se me hubiese podido ocurrir seguirá imaginar lo que estamos viviendo como humanidad y que nos pone a todos, moros y cristianos baja una misma y común situación.

La intención la cuaresma es la conversión, es decir, el cambio. A través de las prácticas de piedad propuestas, lograr una transformación significativa en cuanto a actitudes, criterios, ideas, emociones, sentimientos y maneras de actuar.

Me sorprendo a mismo, llegando al final de la cuaresma, pensando en lo que no hubiera pensado sino bajo estas circunstancia:
“¿Esta cuarentena logrará propiciar el cambio tan requerido, que la cuaresma no logra en nosotros?”.
Me inquieta la respuesta.


Que este divagar meditabundo sirva para dejar en tus manos la cuarta entrega de nuestro Dossier: Celebración de la Palabra de Dios en el Hogar.

En esta edición encontrarás la guía para la Celebración de la Palabra propia para este Domingo de Ramos, en la que incluimos una fórmula sencilla de Bendición de los ramos.


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Domingo de Ramos

Yerko Reyes Benavides
Editor

Esperanza

Todo esto pasará y la calma volverá;
la tempestad la paz encontrará,
el viento que golpeaba esta barca amainará,
y la tranquilidad nuevamente reinará.

Todo esto pasará y el temor derrotado quedará,
la noche al día su lugar cederá;
el sol en el infinito resplandecerá,
más luminoso y esplendente que otrora
se haya visto en el cielo deslumbrara

Todo esto pasará y la expiación vencida será,
el júbilo triunfante de su sigilo surgirá,
la vida que en agonía fue sometida,
por las praderas de su tiempo detenido, saltará.

Todo esto pasará,
más lo que no ha de pasar jamás,
es la memoria de esta tormenta,
que puso en vilo al sentido de esta existencia
que teme más a la muerte que su amor a la vida.

Quédate, Señor, 
Amado,
mientras por el alma
pasa la tormenta.


Amén

Yerko Reyes Benavides