viernes, 23 de noviembre de 2007

EL CRISTO DE NUESTRA FE: Los Rasgos de la Personalidad de Jesús I

1. Jesús el hombre libre

Jesús fue un hombre libre, pensó, sintió y actuó en plena libertad. Sin embargo, en los Evangelios encontramos que todo lo que Jesús hacía y decía era “la Voluntad del Padre”. Entonces, ¿podemos afirmar que Jesús fue un hombre enteramente libre? o, por el contrario, ¿estuvo sometido al designio de Dios? Más agudo se hace este planteamiento cuando lo llevamos al momento de la cruz: ¿Fue voluntad de Dios que su Hijo muriese en forma tan cruenta? Apresuradamente podríamos responder: “Si”, sin detenernos en las consecuencias de tal afirmación, ya que, nos lleva a asumir el dolor y el sufrimiento como parte de la voluntad de Dios, a los que no puedo renunciar sin ofenderlo y sentirme culpable. No te desanimes, esta forma de valorar a la libertad no es la más feliz, aun cuando, de entrada, nos parezca sensato. Lo que nos va a aclarar todo es preguntarnos: ¿Cuál es la voluntad del Padre?: “La voluntad del Padre es que todos sus hijos seamos libres”. Así pues, Jesús, el Hijo de Dios, es quien nos muestra cómo vivir la plena libertad en Dios. Ahora bien, ¿Cómo vivió Jesús la libertad? Revisemos sucintamente el comportamiento de Jesús en relación a las grandes instituciones de su tiempo: la ley, la familia, el templo y el sacerdocio.

a. Jesús y la Ley: La ley religiosa era la institución fundamental del pueblo Judío. Por eso violar la ley era la cosa más grave que podía hacer un judío. Hasta el punto de que una violación importante de la ley llevaba consigo la pena de muerte. Pues bien, el comportamiento de Jesús con relación a la ley es especial en los siguientes cuatro puntos: Primero, Jesús quebrantó la ley de su pueblo repetidas veces, al tocar a los leprosos, al curar intencionalmente en sábado, al tocar los cadáveres. Segundo, Jesús permitió que sus discípulos quebrantasen la ley religiosa y los defendió cuando se comportaron de esa manera, al comer con pecadores y descreídos, al no practicar el ayuno en los días fijados en la ley, al hacer lo que estaba expresamente prohibido en sábado, al no observar la ley sobre la pureza ritual. Tercero, Jesús anuló la ley religiosa, es decir, la dejó sin efecto y, lo que es más importante, hizo que la violación de ley produjera el efecto contrario; en lugar de producirse la impureza que preveía la ley, lo que sucede es que el contacto con Jesús produce salud, vida y salvación. Por último. Jesús corrigió la ley e incluso se pronunció en contra de ella en más de una ocasión, al declarar puros todos los alimentos y cuando anuló de manera terminante la legislación de Moisés sobre el privilegio que tenía el varón para separase de la mujer. No olvidemos que estos actos contra la ley llevaban consigo la pena de muerte. El caso más claro, en este sentido, es la violación del sábado. Jesús ya estaba sentenciando a muerte. Por otra parte, no podemos dejar sin destacar que, Jesús aun rompiendo muchas normas y preceptos de la ley, fue un hombre que vivió bajo los principios de la Ley Superior, aquella que ubica en su centro la dignidad del ser humano. Por ello, su comportamiento es claramente provocador. Y lo hace así por una razón muy sencilla: porque de esa manera demuestra su absoluta libertad frente a una ley esclavizante y de la cual el ser humano necesita ser liberado.

La libertad de Jesús frente a la ley contiene para nosotros una enseñanza fundamental: el bien del hombre está antes que toda ley positiva. De tal manera que ese bien del hombre tiene que ser la medida de nuestra libertad. Así fue para Jesús. Y así tiene que ser también para todos los que creemos en él.

Referencia: Boletín Lazos de Fe, Año 2, Nº 5, Junio 2007

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