miércoles, 29 de enero de 2020

Espiritualidad y Religión

Existe ya mucha tela que cortar, a la hora de tratar el tema de la Espiritualidad y de la Religión por separado. Ahora bien, esa tela se nos hace interminable si juntamos en un mismo espacio lo que implican y conllevan estos dos términos. 

Mucho se ha hablado sobre Espiritualidad y Religión. Algunos autores los ubican como términos antagónicos; incluso llegan a plantear la incompatibilidad de éstos, como si fueran polos opuestos o caminos que se transitan en direcciones opuestas. Otros intentan hacer una conciliación y buscan tratar de incluir el uno en el otro, pretendiendo una especie de complementariedad. 
¿Cuál sería acá la mejor manera de plantearnos el problema?
Se podría plantear de entra el problema con “versus”, como lo han hecho ya algunos, es decir: Espiritualidad vs. Religión. Esto nos llevaría a la confrontación entre uno y otro, demarcando sus diferencias (irreconciliables) que no quedaría reducido sólo al ámbito conceptual. 

Si utilizamos la conjunción “o” abordaríamos el problema de otra forma: Espiritualidad o Religión. Dejaríamos de lado el debate sobre alguna posible relación entre lo que representa una y otra. Se partiría sobre una suposición conceptual, no son realidades “complementarias” y, por ende,  la una se se da sin la otra. Al final nos veríamos forzados a decantarnos por una u otra. 

Por otra parte, si empleamos la conjunción “y” nos quedaría algo así: Espiritualidad y Religión. De esta manera de plantear el problema nos abocaríamos a presentar lo que implica cada una de ellas por separado, no necesariamente confrontadas las nociones, sino más con la intención de buscar sus cercanías antes que sus distancias. Esto conlleva una intención: buscar una posible convivencia ente Religión y Espiritualidad.

¿Qué vamos a hacer nosotros en este proceso reflexivo que llevamos? 
Lo primero de lo último. Sentar las bases conceptuales y poder tener una noción que nos permita construir criterios de pensamiento y tomar posición propia. 

De entrada, sabemos que Religión y Espiritualidad no es lo mismo. Incluso, en nuestro pensamiento intuitivo, le damos a la Religión atributos de institucionalidad que no se los damos a la Espiritualidad, pues ésta, la “sentimos” más alejada de toda estructuras que la contenga. 

Necesario ahora se nos hace, establecer un acuerdo conceptual. Es decir, que manejemos una noción común de los términos en cuestión. Sin irnos a diccionarios especializados, podemos encontrar coincidencias a la hora de entregarnos una definición. 
Religión:
Es un sistema de creencias, costumbres y símbolos establecidos en torno a una idea de la divinidad o de lo sagrado, usualmente expresado a través de ritos, cultos, rezos, liturgias y oraciones; además, conlleva una sería de preceptos, normas, pautas y códigos de comportamiento moral.

Etimológicamente, el vocablo religión proviene del latín religĭo, religiōnis, que a su vez procede del verbo religāre. Este se forma del prefijo re, que indica repetición, y del vocablo ligare, que significa 'ligar o amarrar'. Religión puede entenderse, entonces, como la acción y efecto de volver a ligar a dios y a los seres humanos.
Espiritualidad:
Iniciemos esta definición dejando en claro su origen etimológico. Proviene del latín, y más exactamente es fruto de la suma de tres componentes latinos: El sustantivo “spiritus”, que puede traducirse como “alma”; la partícula “-alis”, que se usa para expresar “relativo a”; y, el sufijo “-dad”, que es equivalente a “cualidad”.

De la etimología del término nos queda que, espiritualidad es la condición y naturaleza de lo espiritual. El Adjetivo espiritual refiere a lo perteneciente o relativo al espíritu. 

Así pues, la espiritualidad es el conocimiento, aceptación o cultivo de la esencia inmaterial de uno mismo.

La espiritualidad humana es definida como la conciencia de una parte de nosotros que no se manifiesta materialmente y que está ligada a algo superior a todos los seres vivos.

Hay autores -entre los cuales me incluyo- que lo consideran una dimensión más de la persona (la presento como la dimensión integradora entre todas), como la dimensión biológica, psicológica y social.

- Trazos a Mano -

Hecha ya la definición, podemos decir que ambas tienen como principio que el ser humano es más que carne y huesos. Comparten la visión del ser humano más allá de su inmanencia y materialidad. Hecho que nos lleva a otra confrontación de términos, también ampliamente abordada en la historia: Fe y Razón

Llegamos al punto de la tentación, hacernos una inevitable pregunta: ¿Cuál es mejor?

Tratemos de no patinar con la cascara que nuestro intelecto nos lanza a este punto. Acá no vamos a establecer ningún juicio de valor. 

Lo que si le vamos a permitir a nuestro intelecto hacerse otros cuestionamientos: ¿Puede haber espiritualidad en la religión?: sí. ¿Puede haber religión en la espiritualidad?: no. Y esta negativa no las hace contrarias, ni tampoco contradictorias. Tampoco la afirmación inicial establece un puente que las conecte definitivamente, sin embargo, encontramos un nexo que las conecta, pueden compartir espacios, sin entrar en conflicto.
Conclusión:
Religión y Espiritualidad; espiritualidad y religión: cada una tiene un lugar, hace una propuesta y establece un procedimiento. Hacernos conscientes de ellos, nos da la oportunidad de discernir y también de elegir, es decir, hacer una opción vital (en libertad de espíritu).

Yerko Reyes Benavides

domingo, 26 de enero de 2020

¿Lástima o Compasión?: Los Sentimientos de Jesús

Entre los fines que tuvieron los evangelistas al poner por escrito todo lo concerniente y lo sucedido con Jesús (Cf Lc 1,1-4), no está hacer una exposición detallada de los sentimientos, emociones y afectos del de Nazaret. 

Lucas, en el prólogo de su Evangelio, es el único que explícitamente expresa la razón de escribir “ordenadamente” las cosas: Dar consistencia y credibilidad a la enseñanza trasmitida. Así, pues, ni si quiera Lucas tiene intención de detallarnos esos rasgos de la personalidad de Jesús que atraen ahora nuestra atención. 

El hecho de que ningún autor sagrado haya tenido como propósito describirnos las emociones, carácter o cómo Jesús manifestaba sus sentimientos, implica que no estén presenten en sus Escritos. 

Abordar la “vida emocional” del Señor, no es tarea para un artículo. Lo que si podemos hacer, y es la meta que nos trazamos, acercarnos al Corazón del Maestro, a través de uno de sus sentimientos; uno en específico, uno que tiene eco en los cuatro Evangelios y que nos habla del sentir de Jesús en su interior. 

No hace tanto, en una conversación sostenida entre un grupo de personas, en el que me encontraba, surgió el dilema que lo voy expresar de la forma más sencilla que me es posible: 


¿Lastima o Compasión? 


No quiero hacer las veces de adivino, pero seguramente ya tú, mi apreciado lector, hiciste –instintivamente- tu elección. 

Sí, el término “lastima”, lamentablemente, no goza de popularidad; y aunque no hayamos hecho el ejercicio de ir a buscar el origen, la etimología y el significado de estos vocablos, nos decantamos como sentimiento –positivo y agradable- por la “compasión”. 

El asunto, no queda ahí. Surge, en la mencionada conversación una pregunta: 


Y en Jesús ¿lastima o compasión? 


Imagen de Cristo del siglo IV
No voy a mantenerte en ascuas hasta el final, esperando una respuesta: Compasión: Jesús sentía compasión. 

¿Cómo podemos estar seguros, si los evangelios no hablan de los sentimientos de Jesús? 

Precisamente, al no hablar de los sentimientos de Jesús, nos hablan de los sentimientos de Jesús, y nos dan la certeza que éstos eran completamente reales. Te pongo un ejemplo: 

Mateo 9,36: 
“Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ellos, porque andaban extenuados y cansados, como ovejas sin pastor”. 
En esta cita que tomamos del Evangelio de Mateo, el escritor no nos habla de los sentimientos de Jesús, sino de la gente, aquellos que buscaban con imperiosa necesidad al Señor. Pero al hablarnos de ellos, Mateo menciona el sentir de Jesús en su interior. Los ve, los contempla, siente a la gente, valora su esfuerzo, hace suya su necesidad: se compadece

Este sentir de Jesús es real, es auténtico y verdadero. No es un recurso literario, no es una analogía o una simbolización: Jesús siente compasión. Y de esta experiencia genuina, aprendemos también nosotros. 

El sentimiento que inunda el corazón de Cristo, no lo deja como simple espectador de la necesidad, del sufrimiento, de la miseria de la gente, sino que lo lleva a fijar posición y a actuar: 
“Vengan a mí, todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso”. (Mt 11,28) 
Y también encontramos en el Evangelio de Juan: 
“Yo soy el buen pastor: el buen pastor su vida da por las ovejas. 14 Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen” (Jn 10,11.14). 
De lo expuesto, vamos comprendiendo lo que implica el sentir y consentir la compasión como  una emoción y como un sentimiento. Tenida por nosotros, la compasión nos hace sentir el sentir de Jesús. 

¿Qué es lástima? 

En la conversación citada, surgió esta inquietud: Jesús también sintió lástima. De hecho existe un texto del Evangelio que así lo reseña. 

Abramos aquí un paréntesis y, antes de continuar, pesémonos un ratito por los vocablos “lástima” y "compasión": 

Lástima: del latín: “lastimar” que a su vez se relaciona con el vocablo, también latino “blastemar”, lo que resultaría en “observar a quien padece”. 

Por su parte, "Compasión" trata de una palabra que procede del latín ‘cum passio‘ y que podría traducirse como ‘sufrir juntos‘ o ‘lidiar con emociones‘. Pero a su vez el verbo ‘passio‘ procede de la palabra griega ‘pathos‘ que se relaciona con el sufrimiento interior de la persona. Así se entiende que la compasión es la manera con que participamos del sufrimiento del otro. 

Resaltemos una de las diferencias que nos deja la etimología de estas palabras: 
  • La compasión implica acción. Por tanto, se trata de un sentimiento activo. ¿Qué significa esto? Pues que la persona que practica la compasión hace todo lo posible para eliminar o mitigar el sufrimiento del otro. 
  • La lástima implica pasividad. La persona que siente lástima manifiesta un sentimiento pasivo o, lo que es lo mismo, expresa tristeza pero ausente de acción, aunque esté viendo a alguien sufrir por alguna razón. Se trataría de un sentimiento menos duradero. 
Mateo 20, 34: 
“Entonces Jesús, teniendo lástima de ellos, tocó sus ojos, y al instante recobraron la vista, y lo siguieron”. 
Hemos de resaltar, que no en todas las versiones de la Biblia que existen, este texto, el término utilizado para describir el sentimiento de Jesús lo traducen como “lastima”. Sin embargo, la curación de los ciegos, es uno de los pocos textos en donde el sentimiento del Señor, lo traducen utilizando el vocablo “lástima”. Otras maneras en las que ha sido traducido son: “misericordia”; “conmovido”; no puede faltar el “sintiendo compasión” y, una que en lo personal me atrajo mucho: “movido por la ternura” (Cf. Biblia Kadash Israelita Mesiánica). 

Lo que no podemos dejar de resaltar, es que sea “lastima” o sea “compasión”, Jesús jamás se queda absorto en su sentimiento, sino que, siempre responde solícito a la necesidad de quien en su tribulación y dolor acude a él. 

En ti, ¿qué hay: lastima o compasión? 

Yerko Reyes Benavides 

PE: Si quieres profundizar sobre el tema de la compasión en Jesús, te remito a las fuentes: Mt 14,14; 15,32; 18,27; Mc 5,19; 6,34; Lc 7,13; Lc 10,33 (toda la parábola del buen samaritano); entre otros textos de los Evangelios.

sábado, 25 de enero de 2020

Pan de Vida: 1er Aniversario

El último domingo del mes de enero del año pasado (27/01/2019) se hace el lanzamiento oficial, a través de nuestras redes, de la Hojita Digital del Domingo Pan de Vida.

Les confieso, no imaginé en ese momento la satisfacción de sentir hoy que este servicio litúrgico, se está convirtiendo en un maravilloso Apostolado Digital.

Pan de Vida surgió para cubrir una necesidad, creo que así se emprenden la mayoría de los caminos, y este apenas está comenzando.


Hoy agradezco a todos los que han acogido nuestra Hojita Digital como herramienta para su Liturgia Dominical. También doy infinitas gracias a quienes fin de semana a fin de semana, han hecho de Pan de Vida su Apostolado en las Redes y la comparten con alegría.

Un gran reto nos viene de ahora en adelante: Perseverar y continuar sin desfallecer ofreciendo a todos cuantos más podamos este Recurso al servicio de una mejor y mayor vivencia de la Santa Misa dominical.

Dios les pague y Dios les bendiga.

¡Feliz Cumpleaños Pan de Vida!
Ad Multos Annos 

Yerko Reyes Benavides
Editor

viernes, 24 de enero de 2020

Jaculatoria de la Paz

A nuestra Señora de la Paz


"Eres, de Dios, una promesa,
en ti está puesta nuestra confianza;
pues Tú, Madre, eres nuestra Esperanza"


Virgen de la Paz
R/. Ruega por nosotros.
Dios te salve María…

Reina de la Paz
R/. Protégenos de la ira, la violencia y la guerra.
Dios te salve María…

Madre de la Paz
R/. Fortalece nuestro corazón con tu ternura y con tu amor.
Dios te salve María…

Gloria al Padre…

Bendita sea tu pureza…

Yerko Reyes Benavides

jueves, 23 de enero de 2020

Jaculatoria de Amor

A Jesucristo
en el Santísimo Sacramento

"Así es tu amor; 
así es como amas.

Amas sin más, 
y así es tu amor por mí. 

Que lejos estoy de amarte, 
distante del amor
con el que tú me amas.

Persiste, Señor, 
en tu amor por mí.
Sólo en tu amor, 
Amado;
te amaré 
como tú me amas".


Yerko Reyes Benavides

viernes, 17 de enero de 2020

Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos

El deseo de ser Uno no es una pretensión del ser humano, sino una expresa petición hecha por Cristo. Un llamado no sólo a estar en “comunión” sino indisolublemente unidos a Él.

Él es el primero en elevar una súplica al Padre, para que al fin, “todos seamos uno” como el Verbo en el Padre con el Espíritu Santo son uno. 

Este ser Uno en Dios, no es posible, sino teniendo a la persona de Jesús, como el aquel que nos unifica en su amor y por su amor. 

En el Amor del Señor Jesucristo, nuestras diferencias, ideas divergentes e incluso contrarias desaparecen, puesto que no podrá habrá distinción alguna, a la hora de amarnos como Él nos ha amado.

En nuestro Itinerario Espiritual la semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, es una ocasión para no olvidar que el camino espiritual que nos lleva a Dios es, definitivamente el Amor.

Unamos nuestra oración a la de todos los que en estos días elevan suplicas, con esta intención, al Padre del Amor.


Pongo a la disposición de ustedes el material para estos 8 días de oración que, concluyen con la fiesta de la Conversión del Apóstol San Pablo.

Archivo Descargable
Formato PDF

Este material fue elaborado por el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y la Comisión Fe y Constitución del Consejo Mundial de Iglesias.


Yerko Reyes Benavides

martes, 14 de enero de 2020

Divina Pastora

Oración a la Pastorcita Amada

Año tras año, tu pueblo santo, viene a tus pies, Madre amada, entre pedidos y gemidos, unos entre llantos y otros con gozo. Algunos te aclaman, otros te dan gracias, y todos imploramos en tu amable regazo, nos mires en bondad.

Toda madre pide por sus hijos, es nuestro consuelo, nosotros te pedimos por nuestro país, el que a ti llega, implora, clama para que haya justicia y también paz, a ti Hermosa Reina de la Paz.

En pos de ti vamos todos, en este peregrinar llamado vida. Unos con más años y salud, otros con entusiasmo y confianza, otros necesitando renovar la fe y la esperanza y la mayoría esperando intercedas en su necesidad.

Será que habrá el que ante ti se detenga y se pregunte:

¿Qué quieres tú, Madre eterna?
¿Que desea, de Dios, la dulce doncella?
¿Qué quieres de mi Madre querida?


Imagino estarás casada ya de tantas flores y velas; vestidos, coronas y tanta fiesta. Las mujeres rápido agotan su interés en la algarabía.

Mi pastorcita amada, yo te entrego mi necesidad de ti, mi silencio y también mi compañía. No son perlas finas, pero es el tesoro que guardo en mi corazón.

En mis ojos puedes llorar, en mis labios besar, en mis manos acariciar, en mis brazos cobijar, y si buscas a los que se han perdido, aquí también están mis pies.

Divina Pastora, Madre de filial afecto, me consagro todo a ti, mi ser es tuyo y mi alma también, haz de mi todo de ti, para que todo de mi cante contigo las alabanzas al Padre, junto al Hijo, por el Espíritu Santo.
Amén

Brigida D. López P.

Yerko Reyes Benavides
-En colaboración-

domingo, 12 de enero de 2020

El Amor de Dios

"Amados, amémonos unos a otros, 
porque el amor es de Dios, 
y todo el que ama es nacido de Dios 
y conoce a Dios. 
El que no ama no conoce a Dios, 
porque Dios es amor. 
En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros: 
en que Dios ha enviado a su Hijo unigénito al mundo 
para que vivamos por medio de El" 
(1Jn 4,7-9)

¿Cómo es el Amor de Dios, si Dios es todo Amor?

Preguntarnos sobre el amor de Dios es indagar en la esencia misma de su divinidad: imposible para el intelecto vislumbrar aquello que está más allá de su capacidad y competencia. 

Sin embargo, y es el ejercicio que muchos han hecho: se puede atribuir cualidades que aun siendo propiamente humanas, por su nobleza, y el bien y la belleza superior que en ellas se contiene y manifiesta, vemos la huella de Dios y, sin lugar a dudas decimos, esto nos habla de Dios por quien fuimos hechos a su “imagen y semejanza”. 

Estas líneas no pretenden ser una especulación ni teológica, ni tampoco filosófica, más bien busca ser un recuento de aquello que deja un gusto a Dios en el alma y en el corazón y, también, por qué no, una insinuación muy sugerente, a que nuestro amor (posible) sea más como el Dios -imposible-, pero por su gracia y oblación, factible. 

Dicho sea de paso, en nuestra esencia humana está la perfectibilidad como condición; rasgo fundamental e identificativo de nuestra naturaleza (aunque muchos renuncien a ella y se vayan tras la utopía de la felicidad como razón de su existencia).

Todo en nosotros es perfectible y el amor, no escapa de ello, y por ende, no debería ser dejado al margen de esta cualidad y dinámica de nuestra interioridad, esencial a nuestra naturaleza. 


Volvamos a la pregunta con la que comenzamos estos trazos: ¿Cómo es el Amor de Dios?: 
El amor de Dios es atento, generoso y servicial; siempre dispuesto, en constante acción, no se guarda ni tampoco se resguarda, se oculta o es vencido por el miedo a darse (aunque termine crucificado por lo que ama por quien ama).  
El amor de Dios nunca es pasivo, siempre está en camino, en búsqueda del que está perdido; sale al encuentro de todos, acoge siempre al que lo necesita, toca la puerta de aquel que incluso no lo requiere.  
El amor de Dios es paciente, aunque no espera; es suave como la brisa y tan intenso que quema y en su candor todo se purifica.  
El amor de Dios se da sin condición, no tiene restricción, no exige nada a cambio, ni si quiera ser correspondido.  
El amor de Dios es libertad, y se da a quien menos lo espera. 
El amor de Dios no está sujeto a convencionalismo, ni tampoco se encasilla en prejuicios y cuadriculadas moralidades. 
El amor de Dios no es deber, ni un deber, tampoco impone obligación, ni obliga a nadie.  
El amor de Dios no somete a pruebas, ni busca crear culpas; tampoco se complace en las penitencias, se escapa de los insanos escrúpulos y huye de la manipulación y los fanatismos.  
Dios ama al que quiere, y a Dios lo ama el que quiere. Y aunque en el corazón de Dios todos son acogidos, su amor a los pobres, a los sufridos, marginados, desterrados, perseguidos por la justicia, a los calumniados, a los olvidados del mundo, a los humillados, es de predilección; esa es la prerrogativa de su corazón.  
El amor de Dios es amplio, inconmensurable, universal y eterno. 
El amor de Dio es noble, limpio y puro. 
Transparente y de una sola cara es el amor de Dios; en él no hay segundas intenciones, y aunque busca la transformación del que lo recibe, no es ésta su condición para darse y ser ofrecido.  
El amor de Dios es una fuerza incontenible que le desborda a él mismo y a todos cubre y  a todo baña en sus aguas.
El amor de Dios es indetenible; por eso su amor no conoce límites, no sabe de fronteras,  ni tampoco se restringe, se agota o se consume.  
El amor de Dios es constante, nunca es menos, siempre es más y en todo, lo mejor de su divinidad.  
El amor de Dios es humilde pero exalta, levanta, eleva y engrandece.  
El amor de Dios no toma posesión, no se apropia ni se adueña. El amor de Dios se da a puerta abierta.  
El amor de Dios es único, verdadero, real, nunca fugaz, ni mucho menos pasajero. Dios no ama más, sino mejor y, a cada uno en su condición.  
El amor de dios no pasa, ni pasará, no se agota, ni se extingue, no se consume ni conoce termino; no tiene principio, no sabe de final, no se engríe ni se ufana, ni tampoco se envilece. 
"Así es tu amor; 
así es como amas. 

Amas sin más, 
y así es tu amor por mí. 

Que lejos estoy de amarte, 
distante del amor con el que tú me amas. 

Persiste, Señor, en tu amor por mí; 
sólo en tu amor, 
amaré como tú amas". 

Yerko Reyes Benavides

sábado, 11 de enero de 2020

El Tiempo de Dios

Trazos a Mano

El tiempo de Dios no es perfecto.


Y con esta categórica afirmación, no hago una negación de aquello que muchos intentan expresar en lo que suelen decir, sin detenerse a pensar.

Decir: "El tiempo de Dios es perfecto", sin pensar mucho en lo que se está diciendo, sólo para afirmar que las "cosas pasan cuando han de pasar", puede ser sostenido sin problemas, pero creer en eso que decimos, hace aguas por todos lados.

El tiempo no puede ser perfecto pues perfecto sólo es Dios, y decir que el tiempo de Dios es perfecto es atribuir una cualidad improbable a algo que es imposible.

Simplemente en Dios no hay tiempo.

Y, podemos dar un paso más allá: en sí mismo el tiempo no existe, y si llegáramos a necesitar que el tiempo exista para comprender nuestra temporalidad, entonces, tendríamos definitivamente que aceptar que el tiempo siendo necesario, no puede ser perfecto al igual que lo es Dios.


Es nuestra, la necesidad de medir las cosas y utilizamos los elementos que están a nuestra disposición para ello.

Me pregunto: ¿Cómo se medía el tiempo antes que se descubriera que la tierra gira alrededor del sol y no a la inversa? ¿Cómo se medía el paso de los años?

Lo sabemos, claro que lo sabemos, pero damos por sentado que las cosas siempre han funcionado como ahora funcionan para nosotros.

Entonces no ha de sorprendernos que Matusalén, quizá fue un Señor que llegó a una edad estratosférica de 99 o 110 años y no los 969 “años” que se afirman de él. El tiempo en el que vivió este personaje bíblico fue otro tiempo, es decir, en un período de nuestra historia en la que 45 años –de los nuestros- ya se era un eminente anciano. 

Dios no se mide en años, Dios es Eternidad, y sus días, tal como lo afirma el salmista “es una ayer, que ya pasó” (Cfr, Sal 90, 4)

Quizá, y es una propuesta descabellada, para poder comprender nuestra existencia, hemos de liberarnos definitivamente del yugo que nos impone el tiempo.

Yerko Reyes Benavides

viernes, 10 de enero de 2020

La Voz de Dios

Un día sin querer con ella di,
la descubrí,
no estaba en los sonidos
que a mi alrededor en armonía
sutil llegaban a mis oídos.

Por más empeño que hice
en escuchar su melodía,
que fuerte se hacía sentir en el ambiente
pues la naturaleza cantaba sin detenerse,
no fue su trova
por más hermosa
lo que me detuvo
y mi corazón contuvo.

Hay una melodía,
un canto imperceptible
que insiste
en resonar en mi interior;
no lo sabía aunque lo sentía;
por sus notas a veces sufría,
y también reía;
no di crédito cuando al fin
lo entendí.

Mía no es exclusiva,
y en todos se hace sentir,
fuerte en el interior suena:
es del espíritu su voz,
su eco resuena
tanto en el alma
como en el corazón.

Desde que descubrí su canto
no he querido escuchar otra eufonía
más que el de su armonía,
una sinfonía espiritual
que acerca al canto celestial;
Divina voz que entona
Palabra de Amor y Consuelo
y el alma sufre en su destierro.

Aunque duele
sentir y no entender su canto,
pues a mi espíritu hiere
y lo estremece:
no paren tus loas en mi interior,
melodía de Dios;
que en ellas me vas liberando
y contigo me voy trasformando;
no seas sutil
resuena con fuerza
que yo te estaré escuchando,
armonía de mi amado
de mi alma enamorado.
(Amén)

Yerko Reyes Benavides

jueves, 9 de enero de 2020

Un Propósito

Hoy no les comparto una oración, sino una intención, un propósito, una búsqueda, un anhelo...

Trazos a Mano


Al comienzo de cada año, muchos hacen propósitos. Una buena intención de hacer, precisamente, en los días del año que apenas inicia cambios importantes en la rutina de vida.

Algunos se proponen hacer ejercicio, otros tantos ponerse en forma y tonificar el cuerpo, perder peso, aprender un nuevo idioma, viajar, leer, caminar más, enojarse menos, entre muchos.

Te invito a no sólo hacer un buen propósito en estos primero días del año, los primeros también de esta década, sino a insistir en el empeño de hacerlo vida:


miércoles, 8 de enero de 2020

Abrásame

Sentirte cerca, mi Señor amado, mírate tanto que ya mis ojos no puedan cansarse más.  
Contemplar tu rostro y que mires el mío, que no exista ya el disimulo de una piedad velada; que me mires y te mire, enamorada mi alma de tu encanto.  
No me olvides Jesús, entre las prerrogativas de tu divinidad tenme en cuenta, haz que de tu diestra esté cerca, la mano con la haces justicia y también manifiestas misericordia; acércame a tu bondad y compasión; y escóndeme en tu corazón.  
No soy tanto, no soy poco, soy lo que tu gracia va haciendo y lo que tu amor va cambiando dentro de mí. Es tu majestad la que me atrapa y tu libertad lo que me atrae.  
Lléname de ti, y nunca más estaré vacío; abrásame con la flama de tu don y quedaré en tu amor consumido. 
Amén 

Yerko Reyes Benavides

sábado, 4 de enero de 2020

Aceptando nuevos desafíos. Emprendiendo nuevos caminos

“Insistan en el camino de la Fe, 
perseveren en la ofrenda de su Amor, 
fortalezcan en la Palabra del Señor su Esperanza 
y no desistan en su empeño, 
hasta tener la seguridad de estar siendo llevados 
en los hombros del Buen Pastor”.
Yerko R.


Corremos la tentación de creer que nuestros mayores logros son alcanzar estabilidad y comodidad de vida.

Buscamos por todos los medios ordenar todo de tal manera que, se aminoren los esfuerzos y sacrificios e incluso -necedad nuestra- desaparezcan de nuestra vida. 

Es tan grande nuestro deseo de confort que incluso abandonamos la idea de aprender algo nuevo; cambiar de manera de pensar –aun siendo conscientes que la que sostenemos no nos es favorable- o modificar un criterio, idea o paradigma. Desaparece el deseo de descubrir o adquirir un don o competencia nueva, por solo mencionar algunas entre muchas otras cosas que pudiésemos hacer, ya que representan una incitación -no deseada- a posponer el estado de letargo al que sin, querer muchas veces o queriendo, llevamos nuestra vida. 
La fe nos da el contenido, la esperanza nos enseña el destino y el amor nos muestra el camino. 
Estamos de paso, somos y seremos peregrinos en este mundo. No hemos venido a quedarnos sino, a dejar huellas en nuestro paso. Es el don de lo alto, el que recibimos de manos de Cristo quien, nos anima y ayuda a discernir qué huellas hemos de dejar grabadas en los senderos, veredas y caminos de este mundo por el cual trasmitamos y en el corazón de las personas quienes nos acompañan. 

Erra el que hace sedentario su existir; el que se acomoda a este mundo y que olvida que lo que tiene no lo posee y, por más empeño que haga en apropiarse del tiempo y del espacio, no es su dueño.

El tiempo pasará y la vida se extinguirá sin remedio y, muchos habiendo acumulado tanto en este mundo, perderán lo que es importante: la vida plena. 

Somos nómadas y mientras más ligero sea nuestro equipaje, con mayor facilidad podremos afrontar los retos y los desafíos que nos impone el camino que nos lleva a la plenitud. 

Una fe que nos estanca, una esperanza que nos detiene, una caridad que no desapega, de ellas hemos de alejarnos rápidamente, se presenten ante nosotros muy religiosas e institucionales. 

Una Sana Espiritualidad es aquella que nos anima a vivir en “Alegría, Paz y sobre todo en Libertad de Espíritu”, tal cual nos lo enseña nuestro santo patrono Juan XXIII. 

Haciendo eco de estas palabras, escribo estas líneas reflexivas, aceptando los nuevos desafíos y retos que surgen al comienzo de este año, en el que inauguramos una nueva década. 

Diez años quedaron atrás y lo que sea que hayan sido los logros alcanzados, los bienes adquiridos, las metas conquistas, se quedan en nada ante lo que nos espera delante. 

Soy consciente de la fuerza que ejerce en nuestra alma el deseo de abandonar la búsqueda y quedarnos con lo hasta ahora realizado; incluso podemos llegar a engañarnos a nosotros mismos diciéndonos: es suficiente. 

Sin embargo, hemos de acoger, eso sí con “terror y temblor”, como escribe el poeta, el nuevo horizonte que se muestra delante de nuestros ojos como lugar de nuestro destino, pero con la ilusión que da la certeza que el Señor mismo es quien anima y fortalece nuestro caminar. 

Bienvenido 2020

Yerko Reyes Benavides