jueves, 22 de noviembre de 2007

EL CRISTO DE NUESTRA FE: La Vida y el Menaje de Jesús I

Para comprender a fondo el mensaje de Jesús no basta conocer lo que Él dijo y lo que Él hizo. Además de eso, es necesario saber quién fue Jesús de Nazaret. Es decir, se trata de comprender no sólo sus palabras y sus obras, sino especialmente su personalidad.

Muchas personas tienen una determinada imagen de Jesús, la imagen que mejor encaja con sus inclinaciones personales y con la propia manera de ver la vida. Por eso unos se imaginan a Jesús como una especie de ser celestial y divino, que poco tiene que ver con lo que es un hombre de carne y hueso. Mientras que otros, por el contrario, se figuran a Jesús como si hubiera sido un revolucionario socio-político o un anarquista subversivo, que pretendió luchar contra la dominación romana en Palestina.
Evidentemente, Jesús no pudo ser ambas cosas. Lo cual quiere decir que por un lado o por otro se falsea la imagen de Jesús. Pero lo más grave, en este asunto, no es que se falsifique la imagen de Jesús. Lo más importante es que esa imagen falsificada determina de manera decisiva la espiritualidad de las personas y su propia comprensión fundamental del cristianismo. Por eso hay quienes sólo piensan en el dulce Jesús del sagrario, que les consuela en su intimidad y les mantiene alejados de las preocupaciones del mundo. Mientras que en el extremo opuesto están los que sólo tienen en su cabeza al Cristo luchador y violento que golpeaba con su látigo a los comerciantes del templo. He ahí dos espiritualidades diametralmente opuestas, basadas en dos cristologías también diametralmente contrarias.
Esta diversidad de imágenes de Jesús nos da idea de un hecho: la figura de Jesús, precisamente por su extraordinaria riqueza, se presta a toda clase de imaginaciones y hasta de manipulaciones. De ahí la necesidad que tenemos de estudiar a fondo quién y cómo fue Jesús de Nazaret. Es verdad que, a tantos años de distancia, nadie podrá decir, con absoluta objetividad, que él posee la imagen exacta de Jesús. Pero también es cierto que, analizando los evangelios, en ellos se pueden descubrir, con suficiente claridad, los rasgos más característicos de la personalidad de Jesús. Precisamente, esos rasgos son fundamentalmente tres: en primer lugar, su libertad; en segundo lugar, su cercanía a los marginados, y en tercer lugar, su fidelidad al Padre del cielo.

¿Qué imagen tienes de Jesús? ¿Te ha interpelado lo antes dicho? En próximas ediciones del boletín desarrollaremos los tres rasgos de la personalidad de Jesús.
Referencia: Boletín Lazos de Fe: Año 2, Nº 4, Mayo 2007

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