viernes, 30 de octubre de 2020

Indulgencias en tiempo de pandemia

Hoy en día se ha propagado cada vez más y con intención devota, la práctica de buscar recibir en los días, acciones, prácticas piadosas y devocionales, fiestas y solemnidad especiales a lo largo del año litúrgico la indulgencia parcial o plenaria que propicia y procura la Iglesia.

¿Qué son estas Indulgencia otorgadas por la Iglesia?

Antes de ofrecer alguna definición, entendamos lo elemental: Todo pecado lleva consigo una culpa y una pena. Culpa es la ofensa hecha a Dios; pena es el castigo que dicha ofensa merece. 

La culpa de los pecados se borra a través del Sacramento de la Reconciliación o Confesión. 

La pena, llamada 'pena temporal', hay que expiarla en esta vida o en el purgatorio. 

En la vida se satisface con todo acto de amor de Dios y toda obra buena hecha en estado de gracia, así como a través de las indulgencias. 
Así pues, la indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones, consigue por mediación de la Iglesia (Cfr Código de Derecho Canónico de Canon 992).
Las indulgencias se pueden ganar para uno mismo o aplicarlas a los difuntos, uno por indulgencia. Nunca pueden aplicarse las indulgencias a otras personas vivas. 
Las indulgencias son un empujón y un regalo inmerecido que Dios nos da, a través de la Iglesia, en el camino de la búsqueda de la santidad.
Tipos de Indulgencia

La Iglesia otorgo dos tipos de Indulgencia:

- La Indulgencia Plenaria: borra todos los pecados, dejando el alma dispuesta para entrar inmediatamente en el cielo, y

- Las Indulgencias parciales: cuyo atributo es condonar parte de la pena que los pecados cometidos reclaman. 

¿Cuál es el procedimiento para recibir la Indulgencia?

Por ser una práctica que busca la remisión parcial o total de la pena propiciado por el pecado, recibir por parte de la Iglesia la indulgencia amerita una sería de acciones que implican un compromiso serie para vivir en gracia de Dios. 

A continuación se presentarán los requisitos o condiciones establecidos por la Iglesia para recibir la Indulgencia:

De la disposición interior:

- Buscar estar en gracia de Dios antes de acabar la acción por la cual la Iglesia otorga la indulgencia.

- Tener intención al menos de general de querer recibir la indulgencia.

- Tener la disposición interior de un desapego total del pecado, incluyendo el venial.

De las acciones específicas:

- Realizar la acción por la cual la Iglesia otorga la indulgencia.

- Acudir al Sacramento de la Reconciliación y cumplir la penitencia (una misma Confesión es válida para recibir varias indulgencias plenarias. 

- Rezar un Padrenuestro y un Avemaría encomendando las intenciones del Papa (también, pueden ofrecerse otras oraciones recomendadas).

- La visita al Templo, la participación en la Santa Misa y la Comunión. 

Acciones cotidianas por medios de las cuales se reciben indulgencia:

- Adoración a la Eucaristía durante media hora.

- Realización del Via Crucis recorriendo las catorce estaciones erigidas meditando la Pasión del Señor.

- Rezo del santo rosario (5 misterios seguidos) en una iglesia, o en familia, o acompañado de otros.

- Lectura o audición de la Sagrada escritura durante media hora.

Fechas especiales en las que la Iglesia otorga la Indulgencia Plenaria:

En este apartado solo mencionaremos algunas, sin embargo hemos de estar atentos a las disposiciones de la Iglesia que establece Tiempos de Gracia especiales o proclama Años Santos, en los que se reciben la indulgencia plenaria y las indulgencias parciales. 

- 31 de diciembre: recitando solemnemente un "Te Deum" en una iglesia, dando gracias a Dios por los beneficios recibidos el último año.

- 1 de enero: recitando solemnemente el "Veni Creator" en una iglesia.

- Los viernes de Cuaresma: después de comulgar, rezando ante un crucifijo la oración "Miradme o mi amado y buen Jesús".

- En los oficios de Semana Santa: Jueves santo: recitando el "Tantum ergo" durante la exposición que sigue a la Misa. Viernes santo: asistiendo a los oficios. sábado santo: renovando las promesas bautismales en la Vigilia Pascual.

- Pentecostés: recitando solemnemente el "Veni Creator" en una iglesia.

- Corpus Christi: participando en la procesión eucarística (dentro o fuera de la iglesia).

- En la Solemnidad de todos los Santos y en la Conmemoración de todos los Difuntos, entre otras fechas del Calendario Litúrgico.

 


Indulgencias en Tiempo de Pandemia

En este tiempo de Pandemia en el que nos encontramos, la Santa sede ha dispuesto algunas excepciones y ha incorporado algunas disposiciones extraordinarias para que todo fiel pueda tener acceso y recibir las Indulgencias propias de las fechas y fiestas y conmemoraciones que las otorgan. 

A continuación hacemos una síntesis de estas disposiciones concedidas por la Iglesia a manera de información y guía:

La Santa Sede establece que “la indulgencia plenaria para los que visiten un cementerio y recen por los difuntos, aunque sólo sea mentalmente, establecida por norma general únicamente en días concretos del 1 al 8 de noviembre, pueda ser transferida a cualquier otro día del mismo mes hasta que se acabe. Esos días, elegidos libremente por los fieles, también pueden ser independientes entre sí”.

También se decreta “la indulgencia plenaria el 2 de noviembre, establecida con ocasión de la conmemoración de Todos los Fieles Difuntos para los que visiten piadosamente una iglesia u oratorio y reciten allí el Padre Nuestro y el Credo, puede ser transferida no sólo al domingo anterior o posterior o al día de la solemnidad de Todos los Santos, sino también a otro día del mes de noviembre, libremente elegido por cada uno de los fieles”.

Se establece también que “los ancianos, los enfermos y todos aquellos que por motivos graves no puedan salir de casa, por ejemplo, a causa de las restricciones impuestas por la autoridad competente para el tiempo de la pandemia, con el fin de evitar que numerosos fieles se aglomeren en los lugares sagrados, puedan obtener la indulgencia plenaria siempre que se unan espiritualmente a todos los demás fieles”.

Para ello, deberán estar “completamente desapegados del pecado” y tener “la intención de cumplir cuanto antes las tres condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración según las intenciones del Santo Padre), ante una imagen de Jesús o de la Santísima Virgen María, recen oraciones piadosas por los difuntos”.

Esas oraciones podrán ser, por ejemplo, “laudes y vísperas del Oficio de Difuntos, el rosario mariano, la corona de la Divina Misericordia, otras oraciones por los difuntos más apreciadas por los fieles”.

También es válido para obtener la indulgencia que “la lectura meditada de alguno de los pasajes del Evangelio propuestos por la liturgia de los difuntos, o realicen una obra de misericordia ofreciendo a Dios los dolores y las dificultades de su propia vida”.

Tendiendo todas estas consideraciones en cuenta, que estos días por venir, en las celebraciones propias a celebrarse y con el ánimo espiritual de un mayor y mejor acercamiento a Dios por medio de la oración y la devoción se traduzca en un tiempo de gracia y Bendición para todos.

P. Yerko Reyes Benavides
Editor

Nota: esto aplica también para todos aquellos que por disposición de sus gobiernos o estados particulares hayan decretado un nuevo período de confinamiento doméstico o mantengan el ya existente, ante el riesgo de contraer la enfermedad del Covid19.

Y esta misma instrucción se toma como procedimiento extrordanario para la Indulgencia mientras se permanezca esta situación de pandemia. 

jueves, 29 de octubre de 2020

Bienaventurados, dichosos, felices…

¿Qué dijo Jesús?

La utopía del hombre moderno es alcanzar en vida la máxima felicidad posible. Este deseo lo va a llevar a una búsqueda incesante y en ocasiones desesperada, en la que muchas veces va a fluctuar entre la satisfacción y la frustración y, se prolongará durante toda su vida. 

Este empeño de alcanzar dicha felicidad se lo plantea en términos de esfuerzo, dedicación y constancia pues es de ella su artífice y le permitirá ocasionalmente rasguñar algunos instantes en los que se ha de sentir y sin falsedad o engaño, feliz. 

Esta tanta su necesidad de felicidad que ha llegado a desestimar que esta pueda llegar a ser plena y la ha partido y repartido en pequeños trozos a los que llama “momentos” que de tanto en tanto cada persona logra tener a lo largo de toda su vida. 

Incluso ha llegado a afirmar que la suma de estos breves y fugaces momentos hacen un más plausible mejor que la felicidad como un todo; y aunque esto pueda sonar lógico no logra dar explicación al sufrimiento al que ve como hostil y del que huye despavoridamente: en el dolor la felicidad fenece. 

Lejos queda a esta noción moderna de la felicidad el darle intención, propósito y dirección a lo que a la vida arropa cotidianamente: el sufrimiento; mucho menos entra dentro de su competencia plantearle a la persona un ir más allá de lo inmediato, orientarlo a la trascendencia y buscar la plenitud, pues se queda contenida en lo efímero de un instante al que proclama único y el cual tiene que ser aprovechado ya que quizá no se repita ni vuelva. 

En resumen, hoy día la felicidad se la plantea como una producción personal, un premio al esfuerzo, el pináculo que conquista el hombre exitoso y al que se puede llegar por el empeño y la constancia. Esta felicidad es producida por la acción e intervención de cada uno para ser sentida en esta vida y que no tiene segundas oportunidades ni tampoco mira más allá del instante en el que acontece. 


Cuando Jesús proclama felices, dichoso o afortunados ¿es a esto a lo que se refiere? ¿Esta es la noción de felicidad que promueve Jesús? 

Sin lugar a dudas no, no era a esto y aunque algunas versiones de la Biblia traducen el término griego utilizado en el texto bíblico por “felices” o “dichosos” e incluso “afortunados”, el sentido que recoge el sentir de Jesús y el sentido espiritual bíblico es el de “Bienaventurados” y más específicamente “Bendecidos”. 

Es un verdadero desafío espiritual entenderse, valorarse, sentirse y verse bendecido por Dios en los momentos de tribulación, dolor, enfermedad, tristeza, persecución, abandono, hambre, desconsuelo. La idea de “felicidad” choca de frente con estas realidades que forman parte de la vida y que se hacen presentes y a veces envisten sin compasión a todos sin excepción. 

Entendemos entonces que la intención de Jesús en este discurso de la Montaña es el de abrazar en la bendición de Dios a todos aquellos que han sido y se sienten excluidos de ella. 

Jesús hereda una manera específica de entender la Bendición de Dios, esta está claramente asociada a la felicidad y al bienestar procurado por Dios. Una persona bendecida es aquella que abunda en bienes de todo tipo, familia, posiciones, prestigio y privilegios. Todas estas cosas son señales de bendición y su carencia no apunta directamente a la noción de maldición sino a de ausencia de la Bendición que otorga a Dios a los suyo. Cabe destacar, además, que otro elemento presente en esta noción de bendición es que ésta se recibe como un premio a la fidelidad y la probidad.  

Evidentemente esto deja por fuera a una inmensa mayoría que ve su vida ajena a este don de Dios y no entiende el porqué de sus sufrimientos, pobreza, enfermedad y “humillación”. 

Jesús consciente de esto los llama, los convoca y los congrega; los recoge, los acoge y los asiste. Se sienta a su lado, les concede su tiempo, les comparte los sentimientos de su corazón y les imparte sus enseñanzas; renueva en ellos su ser para sí mismo y su ser para Dios. 

Así pues, Jesús antes de proclamarlos “Bienaventurados” los hace sentirse Bendecidos. 

Nuestro desafío espiritual hoy día sigue siendo el planteado por Jesús en la Bienaventuranzas y es justamente este: sentirnos en todo momento bendecidos por Dios y favorecer que la bendición de Dios alcance a aquellos que viven el dolor, la enfermedad, la pobreza y necesidad, la marginación y la humillación, y en toda clase de tragedia que afecte lo humano y al ser humano. 

Bendecido seas si así lo hicieras. 

Yerko Reyes Benavides

viernes, 23 de octubre de 2020

Lo que Ama Dios

Todos estuvieron de acuerdo, nadie opuso resistencia, ni si quiera de pensamiento cuando Jesús convino que el primer y fundamental mandamiento es “amar a Dios por sobre todas las cosas”. 

Incluso hoy día por más peros o reparos que pongamos a ciertas cosas de la fe, las iglesias o las diversas religiones, todos convendremos como lo hicieron entonces en este elemental mandamiento para la vida de todo creyente. Ninguno opondrá resistencia, por más atractivas que les resulten las cosas de este mundo, que antes que nada y primero que todo ha de estar Dios, aunque esto a la hora de llevarlo práctica deje mucho que desear. 

Ahora bien, la cosa no queda ahí, hay más. Jesús pudo expandirse en consideraciones sobre este mandamiento, explicaciones, formas de hacerlo presente en el cada día, consejos entre otros comedimientos; incluso esperaban que lo hiciera. Como Maestro que era tenido por muchos, no estaban de más las enseñanzas que pudiera ofrecer al respecto del mandamiento dado por Dios a Moisés. 

Hemos acá de hacer una implícita pero necesaria observación: Jesús pocas veces habló, enseñó, o actuó según lo esperado. Una cualidad que lo hace sorprendentemente atrayente nos son tanto sus milagros sino ser completamente impredecible. 

En esta ocasión, también Jesús hace lo que no se esperaba; él trae a consideración un elemento de la ley que a nosotros nos hace eco y al que le damos completamente aprobación, valor y sentido que comparta protagonismo con el Madamiento de la ley de Dios: el amor al prójimo y el amor a sí mismos. 

Como en todo lo de Jesús, hay más, y aquí también lo manifiesta, Jesús no da puntada sin dedal y aunque no le estén requiriendo ese “plus” él ofrece, más al tratarse del mandamiento fundamental. Apela a lo que era sabido por todos pero el olvidado por muchos, dice Jesús: “Y el segundo, es semejante al primero: amaras a tu prójimo como a ti mismo”. 

Aquí hacemos una breve aclaratoria, Jesús no se inventa este mandamiento “segundo”, ya estaba establecido como ley para todo Israelita, el libro de Levítico da fe de ello (Cf Lv 19,18). Sin embargo, al ser un precepto y no un mandamiento muchos lo pasaban por alto desestimando su fundamental valía. 


¿Por qué, pues, Jesús se toma la atribución de equiparar este precepto con el primer mandamiento de la ley de Dios? 

No entraremos en la polémica si Jesús tenía o no autoridad para equiparar este precepto con los mandamientos y sobre todo tratándose del principal, el primero y el más importante. Los mandamientos proceden de Dios, y sólo Dios puede cambiarlos, modificarlos, transformarlos o incluso eliminarlos. 

Si los Israelitas en el justo instante histórico en que esto está aconteciendo tenían o no conciencia de que Jesús era el Hijo de Dios vivo, Verdadero Dios, es debatible, sin embargo, ni si quiera el doctor de la ley tiene inconveniente en convalidar el planteamiento de Jesús pues se presenta como válido, oportuno y necesario (más ahora en nuestro tiempo). 

Por otra parte, también podemos apelar para dar explicación esto, a lo que nos señala el Apóstol Juan: No podemos decir que amamos a Dios al que no vemos si no amamos al prójimo a quien si vemos (Cfr 1Jn 4, 20) y mucho menos se hace creíble aquella misma afirmación si ni si quiera existe en nosotros el amor propio. 

Unido a este argumento, hay otro que en lo personal me es mucho más sugerente y con el cual damos cierre a este escrito, porque la reflexión queda abierta. 

Para explicarlo sin ir a conceptuaciones teóricas, me valgo de esta anécdota: Un día conversando con un amigo le pregunté cómo iba su matrimonio, entre las cosas que me digo me quedé con una de la cual me valgo y que me ha servido de mucho; me dijo: “para amar a mi esposa como ella se merece he tenido que aprender a amar hasta al gato que tenía antes de casarnos”. 

¿Por qué enlaza Jesús estos dos mandamientos? 

El amor no se teoriza, se da y se recibe. 

En el planteamiento de Jesús hay más que solo ideas, nociones o conceptos; hay una vivencia, una experiencia intima de reciprocidad, una relación y una realización. 

Así pues, y valiéndonos de lo anterior, diremos: para amar a Dios como Dios lo merece hemos de amar lo que Él ama. 

No será para nada difícil la conclusión de esta reflexión que la dejo en tus manos. 

¿Qué ama Dios para que yo lo ame como él lo ama, y amándolo lo ame a él por encima de todo? 

Yerko Reyes Benavides

miércoles, 21 de octubre de 2020

Plenitud


En tu Omnipotencia creas 
y en tu Compasión recreas. 

A todo criatura llenas 
de probidad y dignidad, 
tu bondad habita 
en la existencia 
de quienes vida das. 

En tu divinidad creas 
y en tu humanidad recreas. 

Avivas la esperanza 
de la criatura en ti redimida, 
le concedes vida en abundancia 
la certeza de la eternidad adquirida 
en tu propia oblación: 
una nueva creación. 

En virtud, Señor, creas 
y en Amor todo lo recreas. 

Alientas la entrega 
de los que renuevas 
en libertad y en gracia, 
el alma despliega sus alas 
el aroma de tu casa llama 
tu plenitud me reclama. 

-Amén-

Yerko Reyes Benavides

viernes, 16 de octubre de 2020

Lo de Dios

Algo por lo que me he preguntado desde hace tiempo y más recientemente me ha intrigado, es descubrir el sentir real de Jesús hacia los fariseos y escribas con los que mantiene tantas diferencias, manifiesta bastantes reservas y los confronta habitualmente.

Ya no podemos sostener la premisa que ellos eran per se “mala gente” porque eso no era y nunca fue así. Fariseos, escribas, la casta sacerdotal incluyendo al sumo sacerdote, los ancianos del pueblo y otras personas pertenecientes a grupos o castas de autoridad y de poder con los cuales Jesús se confrontaba no eran gente de mal proceder, aunque su actuar muchas veces estuviese equivocado, tal como lo hace notar Jesús cada vez que los enfrenta.

No seamos inocentes tampoco en lavarles la afrenta, puesto que si Jesús los interpela reiteradamente es que algo no andaba bien en ellos, tanto como individuos que actúan bajo un código compartido, así como en grupo articulado que establece los códigos de comportamiento.

Para abordar el tema en cuestión, necesario es que nos desprendamos de la animadversión adquirida, heredada de la historia que a todos ellos los ha desdibujado y les ha cargado de características desdeñosas. Hoy día es común referirse de una persona hipócrita con el apelativo de fariseo o al actuar falsamente como de un proceder farisaico. 

Los autores sagrados sentaron las bases para esta mirada despectiva a estos grupos de poder con los cuales habitualmente chocaba Jesús, su mensaje y su enseñanza. 

Si miramos grosso modo los Evangelios no hay ninguna alabanza, alago, consideración o reconocimiento hacia ninguno de ellos de parte de Jesús o alguno que formara parte del entorno del Maestro. 

Hay todo un apartado que los autores sagrados dedican a estos personajes de la vida cotidiana del Israel del tiempo del Mesías Nazareno en el que son duramente interpelados, siendo este un imperativo llamado a la conversión de aquellos quienes se estimaban a sí mismos como guías y modelos de comportamiento moral, social y religioso para el pueblo. 

¿Esto es sin más así? ¿A qué obedece tal animadversión? 

Pongámoslo en lenguaje coloquial: ¿Jesús les traía ojeriza o les tenía tirria; era cuestión de mala voluntad de su parte, una especie de resentimiento en contra de ellos? 

La respuesta es un rotundo no con respecto al sentir y pensar de Jesús. Sin embargo, dista del sentir de algunos de ellos con respecto a Jesús, que ven en él a alguien que pone en riesgo la prevalencia y continuidad de su autoridad y poder. 

Una luz de comprensión la encontramos si pasamos del texto a los autores del texto e indagamos en las razones que tenían para dejar registro insistente de esta confrontación reiterada. Encontraremos pues que una entre otras razones, obedece al proceso de adaptación del cristianismo emergente post Pentecostés que relee el hecho histórico y lo reinterpreta para impulsar su presencia, arraigamiento y crecimiento en un tiempo y circunstancias hostiles.

Esta necesidad adaptativa no menoscaba la veracidad histórica de la confrontación entre Jesús y estás figuras de autoridad del pueblo de Israel.

Dejando a los autores y volviendo propiamente al texto, surgen otros cuestionamientos: ¿Por qué Jesús no los evita? ¿Por qué no rehúye de sus insidiosas insinuaciones, argucias y trampas? ¿Por qué incluso los interpela con dureza?

Descartado el resentimiento como motivador, o la mala voluntad como justificación, evidentemente Jesús, hombre de criterios y crítico de los circunstancias de su época, confronta reiteradamente a estos grupos y castas de autoridad por sus más que evidentes incongruencias, por sus múltiples deslices en cuanto a sacar provecho de su posición de privilegio, sus incoherencias entre lo que predicaban y lo que imponen a la gente y que ellos mismos ni se interesaban en hacer.


En Jesús hay un verdadero interés por el cambio

Si nos detenemos a leer y meditar específicamente el texto de Mateo (Cf Mt 23,13-28), nos encontraremos con una elegante, directa, frontal y contundente manera de dejar en evidencia las irregularidades en las que incurrían estos hombres tenidos (muchas veces temidos) por intachables e irreprochables.

En este discurso, Mateo recoge, probablemente lo que fuera el pensar, sentir y decir de muchos que no se atreven a la interpelación directa tal como lo hace Jesús. No obstante, lo de Jesús no es una observación o crítica, tampoco un acto de beligerancia, sino un llamado de atención en nombre de Dios; una interpelación de autoridad, una invitación a la conversión. 

En Jesús hay un verdadero interés por el cambio que comienza justamente en los líderes, los guías, los llamados a servir y no a ser servidos, pues ese es el sentir de Dios del cual él es sabedor. 

No está demás decir que no es este el único texto que nos remite a esta confrontación, pero si el más representativo. 

Así pues, los cuatro Evangelio dejan huella de esta situación, que en su punto dejará de ser informativa y se constituirá en una referencia para todo aquel que se halle en situación de autoridad o poder en su caminar de fe. 

En medio del conflicto surge la inquietud

Ahora bien, hagamos una lectura espiritual de este conflicto pues la voluntad de Dios ha de aparecer también en él. Para ello nos serviremos de dos textos que no perteneciendo a esta situación pueden ilustrar nuestro entendimiento y mejor aun darle criterios de valoración apropiados para nuestra practica de vida. 

En el primero nos encontramos a los discípulos reprendiendo a alguien e impidiéndole seguir obrando según la autoridad conferida a los discípulos, por no pertenecer este al grupo de los apóstoles (abro un paréntesis para animar al lector a ir al texto en cuestión y leerlo detenidamente: Mc 9,48-50 // Lc 9,37-39). 

Jesús sin perder el buen ánimo que le caracterizaba, tranquiliza a Juan, quienes es el interlocutor directo de esta situación, y le hace ver que si está obrando según el bien afín a su enseñanza, aun no perteneciendo formalmente al grupo no lo hace un enemigo al cual aniquilar. 

Obrar acorde al deseo de Dios está más allá de grupos, de asociaciones, estructuras organizativas, incluso –siendo fieles al pensamiento de Cristo- de religión. Esto nos siempre está claro en todos. 

El problema surge, y es en lo que Jesús insiste, cuando quienes por su identidad deberían ser personas de bien, justas y nobles no lo son y se aprovechan de su investidura para su propio beneficio. 

Hemos de decir acá, que Jesús no estaba en contra del fariseísmo per sé, sino de aquellos que valiéndose de su estatus, tergiversaban la voluntad de Dios a su conveniencia. Hoy día no nos escapamos a esta tentación en los ambientes de fe y religión.

En lo personal me preocupa mucho que se desprestigie, se desvalorice, se menosprecie e incluso se persiga a quienes no perteneciendo al catolicismo hacen todo por vivir acorde al bien y a la bondad, al amor y la solidaridad, a la verdad y la justicia, esforzándose a daría para traer al mundo conciliación y paz. 

¿No son acaso “los demonios” de la violencia, la injusticia, la corrupción, la mentira, la indolencia, la vanidad, entre otros muchos que atentan contra el mismo ser humano a lo que los discípulo de Cristo están llamados a expulsar del mundo? 

No, no se espera, y muchos atrapa desprevenidos, que las miserias del mundo también se encuentren de primer orden y a veces con ensañamiento en los ambientes de religión, donde –supuestamente- Dios es la inspiración y la razón de vida de los que allí se congregan. 

Ante esta situación Jesús nos seguirá recordando que la persona, el ser humano es el bien preciado que está por encima incluso de la ley: puesto que “el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado” (Cfr Mc 2, 23-28). 

El segundo texto al que nos referiremos es uno bastante conocido que a mi modo de pensar es un referente espiritual en la vida del cristiano. 

Si Jesús nos llamó a estar con él, no fue para que repitiéramos lo que ya estaba presente, sino para ser punto de quiebre y lugar de transformación por la búsqueda permanente de la perfección dada en Dios. 

“No sea así entre ustedes” 
(Lc 22, 26). 

Nos basta sólo esta afirmación para despertar en nuestro interior el deseo de mirar a Jesús fijamente y tratar de descubrir lo que está escondido en su mente, alma y corazón. 

Si hay un consenso en los especialista es que la misión encomendada por el Padre a Jesús no es desafiar el orden establecido, sino trascenderlo y hacer que la humanidad toda aspire a esa trascendencia. 

No quiso cambiar nada y lo cambió todo 

Obviamente, el texto antes citado está dentro de un contexto, que hay que revisar. Sacar de contexto una idea da como resultado interpretaciones irreales, distorsionadas e incluso peligrosas.

Jesús define el discipulado como un camino distinto al camino que transitan los hombres por el mundo: de enfrentamientos, competencia, dominación, búsqueda de poder y riquezas, fama, privilegios, servidumbre y servilismo.

El caminar del discípulo en lo personal y en lo asociativo será un caminar marcando distancia y diferencia a todo lo anterior: “Entre ustedes no sea así” es la clarísima visión de Jesús de un “estar en el mundo si ser del mundo” (Cf Jn 15,18-21) y los fariseos y todos los aludidos habían olvidado y plagándose en su proceder (tantas veces hipócrita, encubierto y enmascarado por la apariencia) al mundo, arrastrando consigo el lugar que les permitía a ellos y todo hombre y mujer de fe la trascendencia. 

Lo de Dios

“No basta decir: Señor, Señor” (Cf Mt 7,21-23) decía en ocasiones Jesús, para dar a entender con ello, que la vida de fe es más que sólo palabras desconectadas de la vida. 

Jesús habla al corazón, habla con razón, con proporción y con argumentos. Lo hizo en su tiempo y lo sigue haciendo hoy día; y más férrea se vuelve su palabra y su lucha cuanto más altos y encumbrados son aquellos que olvidan que su razón de ser está en Dios al que expulsan de sus corazones pero del que se sirven a destajo.

No son pocos los que se aferrarán a la tradición y las costumbres garantes históricos de lo que ha funcionado a través del tiempo. 

Habrá otros tantos que se quedarán con la norma, la ley y la rúbrica que garantiza un comportamiento aceptable y aceptado. Algunos más se decantaran por la estructura y el sistema sostenidos en el culto, el templo y la jerarquía. 

Todo esto no deja de tener visos de aquel “Señor, Señor” que justifica pero que no deja en claro si se refiera a Dios o al Cesar entronizado de turno (Cfr Mt 22, 15-21). 

Pero para ser fieles a la propuesta de Jesús esto no basta. Como no basta la fe sin obras, en ello coincidiremos con el apóstol Santiago (Cfr Stg 2, 17-22). 

Acá no se trata de la moneda, del tributo o del César; “cada quien con su cada cual” y eso incluso nosotros lo tenemos claro.

Negarse a explorar, buscar, indagar como actitudes para la transformación –conversión- y la perfección es ir en la dirección opuesta al camino, la verdad y la vida que nos muestra Jesús, y que él mismo recorrió primero.

Así pues, dar a Dios lo que es de Dios es estar dispuesto a entregarle a él lo que él primero nos ha dado a cada uno, lo más valioso, aquello que nos hace semejantes a él, lo que incluso nos hace uno con él: el corazón, su perfectibilidad y todo lo que en él se consienta.

Yerko Reyes Benavides

martes, 13 de octubre de 2020

Me Amas

Me amas Señor y en las pequeñas cosas lo haces notar, en lo cotidiano te vuelves cercano, Dios de Bondad, no dejas que pase desapercibido, en el aire que respiro florece el aroma de tu ternura y grabas en las nubes la huella de tu compasión. 

Te velas en lo solemne mas te revelas en lo que acontece, tu rostro no escondes, lo muestra en la verdad y en la amistad; en la sonrisa de un niño, en el desvalido y en la flor seduces mi corazón. 

Me abrigas en la sabana azul de tu cielo, me arropas de estrellas y universo, me rodeas de resplandor y penumbra, en los brazos de tu divinidad cobijas mi humildad. 

En verdad me amas, Dios Omnipotente, te haces hermano, te abajas y te pones en mis manos, te vuelves caricia, un beso en mi alma, fugaz mirada, voz enamorada; a mi amor tu palabra le da vigor. 

Tómame entre tus manos, Amado, que tu amor en mí se despliegue, para que mi amor en ti se haga trascendente y se desborde en la gente que como a mí, también Tú amas. 
Amén

Yerko Reyes Benavides

lunes, 12 de octubre de 2020

Consagración

Oración de Consagración Diaria 
a la Santísima Virgen María

Madre amada 
del Cielo la elegida, 
entre las mujeres bendecida. 

Virgen María, 
acompáñame en este día, 
se Tú, niña mía 
mi dulce guía. 

Muéstrame el camino 
que al Padre en amor me lleve; 
ante la duda 
afianza entre tus manos mi fe; 
en tu maternal ternura 
afirma mi confianza 
y así contigo pueda 
esperarlo todo en Dios. 

Dentro de tu corazón 
Madre del Redentor 
guárdeme un lugar 
para que en tu amor 
mi amor sea viva expresión 
del amor de Dios. 
Amén

Yerko Reyes Benavides

viernes, 9 de octubre de 2020

Te Pienso

Te pienso, al despertarme te pienso, Señor Jesús; te pienso al levantarme y al revestirme de la claridad que me das en cada amanecer. 

Te pienso, ahí también te pienso, al despedir el día, en la noche y su descanso, te pienso y te contemplo en la penumbra y sus estrellas, en el silencio del día que fenece. 

Te pienso y en cada acontecimiento de mi existir te encuentro, tan presente, tan vivo, tan sutil, tan real y sugerente. 

Te pienso en cada instante y tu amor me invade, me sacude, me seduce, me vence y te pienso más allá del tiempo. 

Te pienso y mi alma se estremece, mi ser se desvanece en el deseo de poseer la plenitud del don, que desborda indetenible a tu corazón traspasado de amor. 

Te pienso y en mi pensamiento se trazan las líneas que recrean tu presencia, el pincel de mi ilusión plasma las facciones de tu rostro en el lienzo de mi alma que se exalta y se trasciende. 

Te pienso Señor, y en este pensarte desaparece la soledad de estar de ti distante. 

Te pienso, siempre te pienso, y no dejo de pensarte Amado, te pienso en la vigilia de la vida y en el morir de cada día.
Amén

Yerko Reyes Benavides

jueves, 8 de octubre de 2020

En Mí

Señor Jesús, en una ocasión cualquiera y sin una especial razón, te internas en mi alma y al corazón le susurras lo que en el tuyo aprieta. 

Escudriñas mi interior con delicadeza, más tu indagar lo haces con firmeza: ¿quién soy yo en ti? 

Eres en mí, mi dueño y mi bien, mi anhelo y mi deseo; la esperanza que alienta mi vida, la seguridad de mis pasos tantas veces indecisos; la certeza de mi fe, la confianza que necesito para no desfallecer. 

Eres en mí, mi Señor, cuanto espero y cuanto quiero, lo que mi alma necesita y mi espíritu sin descanso busca; quien a mis pensamientos da tranquilidad y a mi corazón sosiego. 

Eres en mí, Dios mío, la armonía de mis días, la belleza que contemplan mis ojos al cerrarse; el sueño que aparece al despertarme y la ilusión que acompaña mi vivir sin tregua. 

Todo eso eres en mí, Amado, y no me alcanzan las palabras para decir que nada soy sin ti y en ti todo lo tengo, pues tú eres el cielo en el que me miro y el firmamento que a mis pies le da destino. 

Lo eres todo en mí, pues eres todo lo que amo. 
Amén

Yerko Reyes Benavides

martes, 6 de octubre de 2020

Amado

Te amaré en cada respiro, 
con todo aliento 
y en cada suspiro 
que se escapa de mi corazón herido 
que en tu amor sueña ser acogido. 

Te amaré al comienzo de cada día 
te amaré con mi vida, 
te amare en el andar del tiempo 
y en cada momento. 

Te amaré al despertar a la vida 
cuando me encuentre en alegría, 
te amaré en la armonía 
cuando la danza invada a mi alma 
y la plenitud florezca en sonrisa. 

Te amaré también en la agonía 
cuando irrumpa intempestiva la angustia; 
es la promesa a la que mi espíritu se aferra 
en ese amarte en tristeza, 
de tu consuelo requiere y se sujeta 
para que vertidas las lagrimas 
no diluyan en su llovizna 
la ilusión de amarte en pena. 

Te amaré, Amado 
al ritmo del latir de este corazón que te ofrezco 
que consiente en su interior 
el deseo de poseer el tuyo 
en amor desbordado 
y que en pasión fundido 
quede por siempre a ti unido. 
Amén

Yerko Reyes Benavides

jueves, 1 de octubre de 2020

Libertad

Cuánto volé 
no lo sé. 

¿Alto llegué? 
pudo ser. 

Lo cierto es que 
con toda la fuerza 
de mi alma cautiva, 
lo intenté. 

Y si los pies del suelo elevé 
y por un instante el cielo surqué, 
el universo y su firmamento infinito 
me esperan después.

Yerko Reyes Benavides