jueves, 22 de noviembre de 2007

LA EUCARISTÍA: De la Última Cena hasta hoy II

Concilio de Trento y Vaticano II. Nuestra Misa Hoy.

El concilio de Trento interviene, ante la anarquía litúrgica que se había generado, Disponiendo una revisión del Misa, que es publicado en 1570 por san Pío V. Desde entonces hasta todo el siglo XIX no se produjo ningún cambio de relieve. Bajo la presión del movimiento litúrgico, en 1910 había predispuesto un proyecto de reforma, recuperado en 1948 por Pío XII, que concluye en el Concilio Vaticano II.

El Misal del concilio Vaticano II, llamado también de Pablo VI, es una extraordinaria recopilación de textos, en los que confluyen los tesoros del pasado y las justas exigencias del pueblo de Dios, un tesoro capaz de alimentar cada día nuestra fe orante.
Piénsese en el relevante número de plegarias, sin aludir al rico contenido doctrinal: de una plegaria eucarística (canon romano) del antiguo Misal a cuatro (a trece en la nueva edición castellana), de una quincena de prefacios a 110 aproximadamente; las oraciones (colecta, sobre las ofrendas, después de la comunión) han aumentado al menos un tercio, y lo mismo los cantos o antífonas. Si, además, se abre el leccionario, las lecturas bíblicas se han cuadruplicado en el espacio de tres años, y se han introducido los más importantes fragmentos del Antiguo Testamento, que antes simplemente no aparecían.

Permaneciendo siempre dentro del ordenamiento ritual, cabe recordar el vasto y variado repertorio de fórmulas (desde el saludo al acto penitencial o las moniciones), la oración universal o de los fieles que antes no existía, la posibilidad de hacer la comunión bajo ambas especies o del cáliz, el rito de la concelebración.

Pero es en el aspecto de la participación del pueblo cristiano en la misa donde se calibra el gran valor espiritual de la reforma del Concilio. El reconocimiento solemne del derecho de participar de modo activo y consciente de los fieles en la eucaristía ha llevado a estos dos significativos resultados: el ejercicio de los ministerios (lector, acólito, cantor, comentador, etc.) y el uso de la lengua hablada. La liturgia de la misa ha vuelto a ser acción del pueblo cristiano, realizada por toda la asamblea, y de la que el sacerdote es presiente cualificado en nombre de Cristo. ¿Es posible renunciar a esta providencial conquista?

Referencia: Boletín Lazos de Fe, Año 1, Nº 5, Julio 2003

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