jueves, 27 de febrero de 2020

Un día más

Siempre habrá muchas cosas en qué pensar, tantas cosas qué considerar, algunas se adueñarán de las horas del día y le habrán de quitar horas al descanso de la noche; incluso estarán las que se roben los sueños e le impidan a la esperanza darnos el aliento para seguir caminando, un día más. 
Cuando lleguen esos días, en que el pensamiento se torne hostil y se vuelva y estremezca nuestra fe; no llegues tarde, Señor, a nuestro corazón, pues sentir que en tu bondad nos acoges y en tu misericordia nos arropas, será lo que nos permita seguir confiando, un día más.  
A su momento nos alcanzará la tempestad, querámoslo o no, y de ello ahora soy consciente, y golpeara con una fuerza incomprensible nuestra vida: devastado será nuestro orgullo, removidas las fuerzas de nuestro cuerpo, quitado todo de cuanto hacíamos alarde poseer, incluso el honor y la dignidad; la enfermedad nos sacudirá con dureza; en ese tiempo ven Señor, en mi auxilio, pues en ti estará la fortaleza que me haga desear, un día más.  
Cuando la agonía lleguen a mi vida, habrá mucho en que pensar, más no habrá de qué preocuparse, pues tú, Nazareno amado, iras por delante, y podré contemplarte, llevando el leño de mi tribulación, de mi angustia y vejación; y al mirarte elevado en la Cruz de mi pecado, podré en tu amor levantarme y ponerme en pie, un día más. 
Amén

Yerko Reyes Benavides

martes, 25 de febrero de 2020

Itinerario Espiritual de Cuaresma

Año a año, llegado el Tiempo Litúrgico de la Cuaresma, se nos hace la misma invitación: 
Ayuno, Oración y Limosna.
Esta práctica está inspirada en la Palabra de Dios; y aunque históricamente su propuesta es más judía que cristiana, el mismo Jesús la promueve como “agradable a los ojos de Dios”; eso sí, depurada de los excesos y de los abusos que incurrían los que la realizaban o la proponían a otros. 

¿Qué reparo hace Jesús ante estas prácticas de piedad? 

Que se habían vuelto en una especie de exhibicionismo piadoso y religioso; en donde la intención de agradar a Dios se había sustituido con el obvio propósito de ganar prestigio y ser exaltada la persona que la realizaba por el reconocimiento de la gente. 

Jesús califica esta práctica de “hipócrita”, y con toda razón. La fe no puede ser tomada como un mero instrumento de promoción personal; y lo que se haga desde la fe, ha de llevarnos a una vivencia más consecuente y coherente con lo que por ésta proclamamos. 

Por eso Jesús reclama para el ayuno, la oración y la limosna ese sentido de intimidad: 
“Y tu Padre que ve en los secreto, te recompensará”. (Mt 6,6)
Jesús no modifica en absoluto la realización de estas prácticas, sino la intencionalidad, el propósito y la finalidad de éstas. En otras palabras, el ayuno sigue siendo ayuno, la oración sigue siendo oración y limosna, limosna. 

En nuestro afán de hacer más practicable estas prácticas, hemos vuelto lo simple en complejo. ¿Quién hoy día no entra en dudas con respecto al ayuno y su práctica? por ejemplo. Han surgido tantas y tan variadas formas de practicar el ayuno que ya es complicado realizarlo: ayuno de la lengua; ayuno de un gusto; ayuno de un vicio; ayuno de un defecto; ayuno de una persona o relación… 

En cuanto a la oración, hemos confundido cantidad por calidad. Y abundan los rezos durante este tiempo. Rezos en su mayoría penitenciales que en vez de liberarnos de un peso nos imponen una carga. Este es el tiempo del año que tiene la mayor cantidad de plegarias, rogativas, rezos y oraciones. 

Y con la limosna nos pasa algo semejante. No falta quien sugiera una limpieza de closet sacando todo aquello que no se usa y entregándolo en donación. ¿Dónde queda aquello de dar de los que nos hace falta y no de lo que nos sobra? 


Itinerario Espiritual de Cuaresma 

Volvamos a lo sencillo. Regresemos a lo simple: que nuestro ayuno sea ayuno; nuestra oración una ocasión privilegiada para estar en la presencia y compañía del Señor y nuestra limosna un acto verdadero de amor y servicio. 

La propuesta que hacemos para nuestro Itinerario Espiritual de Cuaresma es vivir el sentido original de estas prácticas de piedad: desprendimiento, humildad, sacrificio. 

Tenemos 40 días para ponerlas en práctica: 40 días de ayuno; 40 días en oración; 40 días para la caridad. Simple. 

Quizá, y es sólo una especulación, en la parte en la que se nos desorbitan los ojos es en los 40 días de ayuno, porque en las otras dos, ya mal que mal, las tenemos cubiertas. 
- Pero ¿Cuál de los ayunos?
Respuesta: privarse de alimento entre la cena del día anterior y la comida principal del día siguiente (almuerzo). 
- ¿40 días?
Respuesta: Si, 40 días y no sólo los días de obligación. 

Esta propuesta es un volver a lo simple y a lo sencillo; a la práctica en su sentido primigenio, sin perder de vista el carácter de intimidad que se busca propiciar por ellas. Una intimidad que nos pone a cara a cara con Dios y a solas con él; en donde desaparecen las escusas y no tienen sentidos los pretextos. 

Toma esta propuesta como lo que es una sugerencia, una recomendación, y no una obligación. En esta propuesta son válidos los puntos intermedios. 

Yerko Reyes Benavides

lunes, 24 de febrero de 2020

Oración para la Cuaresma

Señor Jesús, que diste todo por nuestra salvación y negándote a ti mismo no te quedaste con nada, para poder así, en tu Corazón de Amor traspasado acogernos a todos en ti.  
Aumenta nuestra fe y concédenos la fortaleza que necesitamos para que en este tiempo de gracia, que por ti Dios Padre nos concede, alcancemos una auténtica,  verdadera y plena Conversión y así, seamos para siempre, dignos de tu Misericordia y de tu Amor.  
Te lo pedimos a ti que eres Dios y vives por los siglos de los siglos. 
Amén

Yerko Reyes Benavides

Cuaresma: “Año de Gracia". Tiempo de Reconciliación.

Estamos ya a vísperas de comenzar el tiempo litúrgico de la Cuaresma, y cada vez que ésta se acerca recuerdo aquel providencial pasaje de la escritura, en el libro del profeta Isaías que habla del “año de gracia del Señor” (Cf. Is 61,2) 

¿A qué hace referencia ese “año de gracia”? 

Sin irnos a perdernos en detalles, un año de gracia, es un tiempo de perdón; en el cual las deudas son indultadas. A esta acción nosotros la llamaríamos popularmente: “Borrón y cuenta nueva”. 

¿Te has puesto a imaginar, en algún momento, la maravillosa oportunidad que tienes, cada año de hacer este gran borrón? 

Sacramentalmente este indulto total lo recibimos el día de nuestro bautismo: Todos, absolutamente todos nuestros pecados, no sólo son perdonados, sino borrados de nuestra naturaleza y olvidados para siempre por Dios; y estamos hablando de todos, todos y no sólo del pecado original. 

Nuestra naturaleza humana queda como solían decir lo antiguas filósofos refiriéndose a la capacidad intelectual y de la mente: “tan cuan tabula rasa”. 

Todo lo que hacemos a partir de ahí, ya es nuestra responsabilidad, y de ello hemos, en su momento, de dar cuentas. 

Sin embargo, año a año, en nuestro caminar por el año litúrgico, nos topamos, lo queramos o no, con este tiempo especial, que es, antes que nada, un llamado y una invitación. Un llamado a la Conversión y, una invitación al Cambio. 

De lo que si hemos de hacer conciencia es que no se trata de un cambio cosmético: vestirnos de penitencia, ayuno y oración y unos cuantos rezos. Sino de una transformación substancial y trascendente; es decir, una renovación profunda que afecta a toda nuestra vida interior: emociones, sentimientos, pensamientos, criterios, valores, estructuras y esquemas mentales que se traducen en comportamientos y acciones u omisiones (porque no hacer nada también es hacer algo, y conlleva repercusiones de las que somos enteramente responsables). 

Cuaresma es, por así decirlo, hacer una intervención total y consiente de nuestra vida y la manera como la estamos viviendo, y en todos los ámbitos que la sostienen. 

En Cuaresma no tenemos la presión del “mea culpa” constaste, pues, no vamos a un desierto a pasar necesidad sino para escarbar, animado en la austeridad que éste implica, en lo más hondo de nuestro ser y sacar de lo profundo aquello que impide que vivamos en la plenitud de la libertad como hijos de Dios que somos, en virtud de Cristo. 


Año de gracia: tiempo de Reconciliación. 

Antes de seguir, puntualicemos algo: el año –tiempo- gracia depende de total y enteramente de Dios. No hay nada que haga o deje de hacer que lo promueva, lo impulse o lo incite. Es todo gratuidad de Divina. En su génesis está la más pura Bondad y la más grande Misericordia Divina. 

Comprendamos, entonces, es Dios quien toma la iniciativa y actúa; y lo hace a través de su Hijo: nuestro Señor Jesucristo con quien nos encontraremos al final de este tiempo en su entrega total y radical, sellando con su propia Sangre este pacto de Amor Divino con nosotros. 

Lo mencionado anteriormente, no depende de nosotros. Se dio en su momento (histórico) y nada lo cambiara, se sigue dando (espiritual) en cada tiempo, cuando haciendo consciencia de lo hecho ya por Dios lo asumimos hasta sus últimas consecuencias: ser nosotros, en esta época otros Cristos. 

Cuaresma, visto desde esta perspectiva de profunda espiritualidad, más allá del contenido penitencial –necesario para incitar y mover estos procesos- es una oportunidad para renovarnos interiormente a niveles que solo en y por gracias de Dios (la gracia de este tiempo) podemos alcanzar; llegando incluso a reinventarnos (Metonoia). 
- ¿De qué depende esto? 
De un acto de humildad, por el cual acogemos el llamado y respondemos a la invitación. 
- ¿Qué va a demarcar el camino? 
La Palabra de Dios. Ir acompañados y acompañando a Cristo en su vivencia de amor y en su entrega remisora. 
- ¿Cuál va a ser nuestro destino? 
La Resurrección y la Pascua (pasar de la muerte a la vida en y por Cristo) 
- ¿Cuándo comenzamos? 
Ya, si así lo quieres; pero litúrgicamente el miércoles, llamado de Ceniza, cuando nos acerquemos a su impostura en nosotros, conscientes de todo el Itinerario Espiritual que nos aguarda en los siguientes 40 días, dejando de lado ya, lo meramente ritual y mítico del acto. 

“El espíritu del Señor me acompaña, 
por cuanto que me ha ungido Dios. 
Me ha enviado a anunciar la buena nueva a los pobres, 
a vendar los corazones rotos, 
a pregonar a los cautivos la liberación, 
y a los reclusos la libertad; 
a pregonar año de gracia del Señor, 
y un día de venganza de nuestro Dios; 
para consolar a todos los que lloran, 
para darles diadema en vez de ceniza, 
perfume de fiesta en vez de duelo, 
alabanza en vez de espíritu abatido”. 
(Is 61,1-3) 

Yerko Reyes Benavides

sábado, 22 de febrero de 2020

Búscame

Búscame Señor en el desierto, cuando mi alma y corazón se queden sin aliento, agostadas estén sin el agua de tu bondad y gracia, 
Búscame Señor en la soledad, en la pena y también en la dificultad, que en camino hacia ti me encuentro y no quiero perderme en el tiempo. 
Búscame Señor, cuando la calma golpee a mi barca, pues seguro no estaré haciendo lo que esperas de mí, y habré bajado los brazos dejando que la corriente me arrastre a su antojo en las aguas de la vaciedad y el enojo. 
Búscame Señor, cuando deje de hablarte y falte a la cita que día a día tengo contigo. No dejes que al corazón lo invada la indiferencia que se alimenta de sentirte en ocasiones ausente. 
Búscame Señor, cuando el desamor aparezca, y pierda la confianza. Cuando sienta la decepción que trae la gente que se empeña en rendirse al el mundo y sus haberes. 
Búscame Señor, cuando esté en riesgo la esperanza de esperar solo en tu amor y en tu ternura y, cuando caiga en la tentación de apartarme de ti. 
Búscame Señor, porque aunque yo a ti te esté siempre buscando, también necesito que tú a mí me encuentres. 
Amén

Yerko Reyes Benavides

miércoles, 19 de febrero de 2020

Sin levadura, por favor

Cierto día Jesús caminaba con sus discípulos por algún paraje de aquella basta región de Galilea. Era un día como cualquier otro, nada había de especial en aquella jornada. Iban en camino, como lo solían hacer en aquellos días, visitando los pueblos y caseríos de la región, llevando a las gentes la Buena Nueva: “el Reino de Dios está cerca” (Cf Mc 1,14-15).

Jesús hacía lo que más le gustaba: enseñar; y aprovechaba aquel rato de tranquilidad para instruir a sus apóstoles. Un día ellos heredaría el testigo del Evangelio, y ellos mismos, se convertirían en “maestros del amor” a ejemplo de su Señor. 

Les decía, con toda propiedad: “no confíen en la levadura de los fariseos y saduceos” (Cf Mt 16,6)… “Ustedes hagan lo que ellos dicen, pero no hagan lo que ellos hacen” (Cf Mt 23,3). Y su enseñanza era cierta y certera. Tantos inflan su pecho para vociferar glorias, mas sus acciones distan mucho de lo que su boca proclama. 

No ha de resultarnos extraño, en nuestra meditación, el descubrir que en las comparaciones que Jesús hacía para explicar lo complejo de manera sencilla, no utilizara como metáfora a la levadura para representar la misión y tarea del discípulo, sino la sal: “Ustedes son la sal del mundo” (Cf Mt 5,13-16)

La levadura se la adosó a los fariseos y su hipocresía de aparentar lo que no eran y de imponer a otros lo que ellos mismos difícilmente hacían. 

Así como la levadura que infla la masa e hincha el pan, así hay muchos -hablando de nosotros y a nosotros- que pavoneamos de ser férreos hijos de la iglesia –católica, apostólica y “romana” – que sea dicho de paso, no es una “nota” característica de la Iglesia, pues estas son: una, santa, católica y apostólica; pero nuestra compasión, caridad y misericordia distan mucho de la de Jesús.

Con la boca y la apariencia hinchamos un pan que no crece con masa y sabor sino con aire.

Andamos defendiendo la “tradicionalidad” de la institución (cosa que no está mal), pero se nos olvida que no hay nada más tradicional que el Evangelio del amor, del servicio, de la entrega, de la solidaridad. Se nos olvida que no son los “sacrificios” (ritos, ceremonias y liturgias) los que agradan a Dios, sino la misericordia.


No es la tradición la que amerita una irrestricta defensa, sino el Amor Evangélico. Muchos salen en defensa del velo y el latín; y pasan de largo ante la falta de caridad, la ausencia de bondad, comprensión y entendimiento que alejan a muchos del templo.

Jesús, no podía adivinar esta peculiaridad de nuestra vida eclesial contemporánea, pero si intuyó desde el inicio, que no serían pocos, a los que el amor como norma de vida y de acción les resultaría difícil de aceptar.

No es el latín el que debemos aprender para ir a Misa, sino a amarnos unos a otros como Jesús nos amó y en virtud a ese amor construir fraternidad y comunidad; una que se reúne para celebrar en Cristo, con Cristo y por Cristo el don de su gran Amor por nosotros.

Una comunidad que entiende que la misa no termina en el “pueden ir en paz”, sino que es esa la palabra de envío para que el Sacramento del Amor de Cristo se prolongue en una vivencia real de caridad, compasión y solidaridad.

Ese pan no se termina, no se agota, no se consume ni se acaba; al contrario, abunda, crece y se multiplica.

Quizá, se nos haga difícil entenderlo a la primera, y como los discípulos necesitaremos tiempo para hacerlo.

Cómo los doce, también nosotros podemos pensar que se trata del pan, de la hostia (a la que no se le pone levadura, ¿acaso para que no sea como el pan de los fariseos?)…

… Y Jesús, suspirando de nuevo, como lo hacía con frecuencia a la hora de enseñar a sus apóstoles, nos dirá: no se trata de la levadura o del pan.

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"Un amor que nos lleva al prójimo en su necesidad,
es un amor que nos traslada y nos hace tocar el cielo
donde está el Dios de Amor"
(Trazos a Mano)

Yerko Reyes Benavides

sábado, 15 de febrero de 2020

Yo sin Ti

Acción de Gracias

¿Qué hubiese sido de mí, sin ti Señor?  
Has sido bueno conmigo. Paciente y clemente, me has tratado con bondad y holgura, respetando mis tiempos y mi locura, siendo leal y también atrevido al presentarme tu camino.  
Has tenido caridad y me has sabido esperar, y sin irrumpir en mi albedrío, también has salido a mi encuentro cuando no he acertado el camino.  
Has reído conmigo en mis aciertos y consolado en mis desventuras y desaciertos. Has arrimado tu hombro para que en el descanse y tu regazo para en él llorar mis penas.  
Has respetado mis decisiones e incluso me has mirado partir, sin intervenir con violencia has dejado a la vista los signos de tu amor y de tu misericordia para que de mis desafueros no saliera abatido y de mis pecados derrotado. 
Quizá lo hubiese tenido todo, menos a ti. Ahora lo entiendo, luego de tantas caídas: teniendo a ti, todo lo tengo y aunque nada posea, no hay nada que eche en falta, tú lo eres todo en mí, y todo lo soy en ti. 

Amén

Yerko Reyes Benavides

viernes, 14 de febrero de 2020

Estás Aquí

"Estás aquí, y yo aquí contigo"


Estas aquí, Señor, y no necesito de estos ojos míos, para contemplarte en tu amor dado, que fuerte siente en ti mi corazón, pues late en la agonía de abrasarse en el tuyo, y arder sin detenerse en amor correspondido.  
Estás aquí, Jesús; y de estos oídos limitados, no necesito para escuchar el delicado suspiro de tu amor que susurras, y a mi alma le dice cuánto me amas.  
Estás aquí, sacramento de Amor desbordado, y no necesito de esta boca para alabar la grandeza de tu bondad manifiesta en tan humilde trozo de Pan, que me sienta a la mesa de tu eternidad.  
Estás aquí, amado de mi amor esperado; no necesito de esta piel para en mi ser, sentirme en tu bondad recibido, en tu compasión acogido, en tu ternura consolado y en tu regazo acariciado.  
Estás aquí, mi Dios, mi amor, mi vida y mi todo; de esta existencia mía no requiero, si tú me tomas de la mano y me elevas a altura tan alta que el morir temido será al fin vivir la plenitud que en misericordia haz ofrecido a los sencillos de corazón.  
Estás aquí, amigo amado, y yo también aquí, contigo estoy. 
Amén

Yerko Reyes Benavides

miércoles, 12 de febrero de 2020

El Mundo y Jesús

A todos, pero sobre todo, a mis queridos jóvenes, les comparto este pequeño pensamiento expresado, con toda sencillez en un Trazo a Mano.

El mundo no ha de ser un lugar ajeno, extraño, o peligroso, del que nos debemos siempre estar cuidado.

El mundo, cuando Jesús está sólidamente arraigado en nuestro interior, es siempre oportunidad.

Por Cristo y en Cristo, nos relacionaremos con el mundo como el espacio donde acontecen las grandes oportunidades, se discierne los caminos y se toman las mayores decisiones.

Es en este mundo donde el Señor nos invita a vivir en Plenitud de Vida: plenitud en la bondad, autenticidad, libertad, verdad y sobre todo en el amor, que le da sentido lo que somos y a lo que hacemos.

En el mundo estamos, más no pertenecemos al mundo. Sólo estamos de paso, pues somos peregrinos. Mas huellas de nuestra pasar hemos de dejar: las huellas de nuestra identidad, la que vamos descubriendo presente en nuestro corazón; por la que estamos en condición de trascender, sin lastimar, sino haciendo prospero todo lo que hemos recibido.

Este es el gran desafío de nuestra existir, no sólo individual, sino como humanidad.

Yerko Reyes Benavides

martes, 11 de febrero de 2020

En la Enfermedad

Oración a la Madre de Dios

¡Oh amorosísima Virgen María, (en tu advocación de Lourdes), a ti recurrimos, Madre de Dios y Madre nuestra!  
Lleno de aflicción está nuestro corazón. En ocasiones no podemos contener las lágrimas que escapan de nuestros ojos, al vernos y sentirnos tan disminuidos en el cuerpo, pues la salud nos falta. 
Ahora, sintiendo que el temor acongoja nuestra alma, y hace tambalear nuestra confianza; en tu presencia amorosa hacemos acto de confesión devoto de nuestra fe. 
En tus manos nos ponemos por entero. En tu bondad nos abandonamos y a tu intercesión nos acogemos.  
Disminuidos en el cuerpo, pedimos fortalezcas nuestro espíritu, para que la aflicción que tenemos, sea para nosotros ocasión de compartir la pasión de tu Hijo; y del él, por ti, encontremos la salud de alma y cuerpo que ahora, Madre del amor hermoso, nos hace tanta falta.  
Ayúdanos, en estos momentos, a decir contigo: “hágase, Señor, en mí, tu voluntad”
Amén

Yerko Reyes Benavides

domingo, 9 de febrero de 2020

Estamos tiempo

Ser Luz de Dios 

No, no hemos de perder tiempo. Aún estamos a tiempo. La Palabra de Dios ha de ser luz que resplandezca e ilumine nuestro caminar de fe. Ya se ha dicho en otras ocasiones, y han sido tantas las veces: hemos de ser reflejo de esa luz de Dios en medio del mundo.
En el aire todavía está el dulce aroma de ternura, bondad y compasión que han dejado las Bienaventuranzas proclamadas por Jesús (Cf Mt 5,1-12). Sin embargo, no hay lugar para la distracción. Jesús continúa y va directo al punto; Mateo no dilata el momento para dejar constancia de ello. No serán necesarias tantas preguntas, solo una es necesaria:
¿Quién?
¿Quién realizara la obra de Dios?

La respuesta no es Jesús, el Cristo. No caigamos en la tentación de pensar que Dios hará nuestro trabajo, aunque sea eso, lo que tantas veces esperamos que suceda (y cuando no, nos molestamos). Él es la luz, nosotros el reflejo de su luz, y mientras más cerca esté nuestro corazón del de Cristo, más creíble será la luz que iluminará este tiempo.
“Brille la luz de ustedes ante los hombres, para que el mundo vea sus buenas obras” (Mt 5,16)

No, no hay pérdida. No es un error de Jesús. Tampoco es un recurso literario de Mateo. Es un imperativo de Cristo, un llamado de atención, también una invitación y una misión. Y lo más importante de todo, un acto de fe del Señor. Jesús cree en nuestra capacidad de ser luz para las gentes y este mundo.

Así pues, la tarea del cristiano no es sólo ser simple receptor del don de Dios, sino trasmisor de su gracia.

En algún punto de nuestra vida religiosa hemos de entender que no podemos seguir subyugados por el peso de unos pecados que ya Cristo perdonó, de una vez y para siempre (aunque en la práctica los  cometamos mil veces). 

No somos oscuridad, aunque haya oscuridades en nuestra vida que esperan ser iluminadas por la bondad y misericordia del Señor. 

No somos sombra, sino reflejo. Reflejo de esa verdad que nuestra por la fe y nuestro empeño de amar en Dios, va gestando en nuestra vida un Verdad que no es nuestra, sino de Cristo. La que aflora cuando nuestra fe deja de ser solamente confesional y se vuelve experiencial. 

Es esa experiencia de Dios, lo que vamos comprendiendo, descubriendo y sintiendo, la que se vuelve sal, que hace que la vida tenga gusta, y la saboreemos nosotros y los que comparten con nosotros. 

Estamos ante un tiempo de “demarcado exhibicionismo”. Todo se muestra, a veces hasta con descaro. Se hace evidente la necesidad de reconocimiento, que no escapa de la búsqueda de aprobación (social). 

No es modestia ni humildad esconder el bien que se hace. Hoy día hacen falta que las buenas obras de los discípulos de Cristo sean reconocibles; no para ser aplaudidas, sino como fuente de inspiración para muchos. El miedo sigue paralizando a los buenos. 
Si la maldad pone su casa en nuestro barrio, vereda o vecindario, y se apodera de todo nuestro entorno, no es porque tenga poder, sólo tiene fuerza; la fuerza que le da nuestra cobardía indiferencia e indolencia.
Si eres capaz de reconocer las necesidades que hay a tu alrededor, entonces queda tiempo y estás a tiempo. 

El Evangelio que nos evangeliza es que nosotros somos Evangelio Vivo, para mi y para las personas.  Jesús no sólo cree en cada uno, sino que confía en nuestra capacidad, incluso más que nosotros en nosotros mismos.
"Ustedes son la luz del mundo" (Mt 5,14)
Seamos luz, seamos sal, en Cristo hemos recibido la gracia necesaria para serlo; no quedan ya más escusas.

Yerko Reyes Benavides

sábado, 1 de febrero de 2020

¿Dónde poderte ver, Señor?

Trazos a Mano

Las cosas que se han hecho parte de nuestro día a día y las que hemos convertido en rutina, pierden, ante nuestros ojos, el brillo natural que poseen. 

Los tiempos actuales nos exigen menos horas de sueño y más de trabajo. Así que no es raro que muchos cada vez nos levantemos más temprano, incluso antes del amanecer y, sin que todavía el sol aparezca en el firmamento, ya nosotros andamos en la calle, “pateando suelo”. 

Un día, al día siguiente, el que viene, se viven de la misma forma. Llega el día de descanso con el fin de semana, y lo que más anhelamos es romper con lo que ya se nos ha vuelto una costumbre: estar vivos sin vivir de verdad. 

¿Pensamos en Dios? Seguramente sí lo hacemos. ¿Qué pensamos? Ese es justamente el dilema. 

Queremos que Dios intervenga en nuestra pesada rutina. Una manifestación chiquita de su Omnipotencia. Nos urge, no sólo saber, sino también sentir, que Él está ahí, y lo está no de una forma etérea, abstracta y universal, sino real y para mí. Seguramente se lo pedimos en cada rezo o cuando levantamos las manos al cielo clamando su intervención.


¿Dónde poderte ver, Señor?
“En el amanecer. El mismo que día a día delante de tus ojos acontece como un milagro, pero ya en él no te fijas. 

En el clima y sus tiempos: en la brisa fresca que saluda tu mejilla cada mañana. El rayo de sol que de pronto te encandila y da calor. En el rocío que recubre de vida la naturaleza, para que a tu paso la veas más verde y a la flor más colorida. 

En el paso de las horas, toda una proeza, y también una promesa, pues en cada segundo te estoy amando. 

Y en especial en el ser humano, la persona contigo camina, al que ya no miras a los ojos; en la que ya no distingues si sonríe o en su rostro hay una mueca de dolor. 

En el Cielo y en la Tierra, pero más que nada en tu propio corazón: ahí estoy yo. En ti me puedes ver, y también amar. 

Si en el ocaso todavía levantas tu mirada al cielo, la esperanza no se ha ido de tu lado. Y llegará el día en que entenderás que no tienes que buscarme para encontrarme”.


Yerko Reyes Benavides