
La Biblia tiene su origen en dos circunstancias fundamentales: la primera, la necesidad de conservar la revelación de Dios hecha vida en los hombres, y la segunda, la necesidad de comunicar esa revelación a las nuevas generaciones. Es por eso, que cuando leemos la Biblia encontramos reflejada nuestra propia vida en los acontecimientos bíblicos; descubrimos caminos de fe, de reconciliación, de amor, de gratitud, de perdón…
En esta sección encontrarás herramientas y métodos de lectura de la Biblia, que te ayudarán a aprovechar al máximo la Biblia que tienes en casa; a conocerla, a entenderla en su sentido originario y, a sacarle el mayor provecho. A fin de cuentas, la Biblia se hizo “para leerla”; así de simple, como la respuesta de un niño en clase de catecismo al ser interrogado sobre el para qué se hizo la Biblia.
Primer Método: “Lectura Meditada”.
Busca un lugar tranquilo en tu casa, toma una posición corporal adecuada (ni muy relajada que te quedes dormido, ni muy rígida que te sientas incomodo). Pide la asistencia del Espíritu Santo y sosiégate. Es recomendable, iniciarse en la lectura bíblica con los Evangelios (Mateo, Marcos, Lucas o Juan); recorre pausadamente sus distintos títulos y quédate con el título que te impresione. Comienza a leer despacio, muy despacio. En cuanto leas, trata de entender lo leído: el significado directo de la frase, su contexto, y la intención del autor sagrado. Si aparece un idea que te llame poderosamente la atención, para ahí mismo; cierra la Biblia; da muchas vueltas en tu mente a esa idea, ponderándola; aplícala a tu vida; saca conclusiones. Si aparece un párrafo que no entiendes, vuelve atrás; haz una amplia relectura para colocarte en el contexto; y trata de entenderlo en éste. Prosigue leyendo lenta y atentamente. Es normal y conveniente que la lectura meditada acabe en oración. Procura, también tú, hacerlos así. Por último, es de desear que la lectura meditada se concretice en criterios prácticos de vida, para ser aplicados en el programa del día.
Referencia: Boletín Lazos de Fe, Año 1, Nº 3 y 4, Mayo y Junio 2003
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