miércoles, 6 de enero de 2021

Oración del Cuarto Rey

En la Epifanía del Señor

Hoy quiero a través de esta acción presentarte, Señor, el tesoro que para ti guarda mi corazón; que puesto a los pies del Niño Dios, no es más que mi humilde y sentida oración. 

En este día de Epifanía, es mi deseo y no un anhelo, levantar mis manos al cielo y con mi alma, mente y corazón en ello, bendecir, en el nombre del Señor hecho hombre, a cada niño y niña amados en tu Amor. 

Bendecir con todo mi ser y con el don que me viene de alto, a cada bebé concebido, semilla de vida divina sembrada en jardín fecundo de madre, su vida en gestación es la expresión más tierna y hermosa que nos hace semejantes a Dios. 

Te bendigo niño mío, te bendigo niña de mis ojos, en ti que aún no has nacido contemplo a Jesús y también a María, la gracia que en tu pecho reposa, fresca como agua de rocío, la esparces entre nosotros directa de las manos de Dios. 

Con mis ojos hoy detenidos ante ti mi Niño Dios, y con pesar de digo, mi regalo no es oro pues no tengo, tampoco plata que no poseo, ni si quiera mirra; más en este presente no está ausente el perfume delicado que impregna el único tesoro que paseo: 
Bendecirte, mi Bien Amado, en cada niño y niña y comprometerme a proteger su corazón. 
Mi rodilla ahora se dobla ante ti mi Señor y te entrego mi tesoro: que cada niño sea hoy y siempre bendecido en tu gracia y en tu amor. 
Amén

Yerko Reyes Benavides

lunes, 4 de enero de 2021

El hecho de...

Meditación Fugaz

El hecho de que estemos en una situación de perturbación, dificultad, turbación, intranquilidad; golpeados por los problemas, la enfermedad o la pobreza; en tiempos de excepción donde las cosas no están claras, y surgen las dudas, el miedo y el temor nos arrinconen contra una pared y no sepas que hacer, pues nuestra consciencia se disipa y dispersa entre los tantos que opinan y los pocos que se  comprometen con la verdad… 


El hecho de que estemos en tiempos de crisis, personal, familiar, social o mundial, no implica el que Dios de nosotros se haya desatendido; nos haya dejado de escuchar o  haya retirado su mirada y olvidado su compasión, alejando su corazón de nosotros, y por ende, nos haya dejado de amar. 

Lo que este "hecho de", implica, es que hemos de cambiar nuestra concepción de Dios, esa que lo pone él a nuestro servicio y al que le hemos atribuidos tareas y oficios que no le competen. 

Si por un instantes sientes la tentación de creer o si quiera pensar que Dios nos está castigando por las horas aciagas que vamos afrontando, entonces no has sabido entender la cruz que él mismo colocó sobre sus hombros; la cruz con la cual fue cargado y en ella sacrificado. 

Una pretensión muy peligrosa que nuestro intelecto le adjunta a la fe, es hacernos creer que el sufrimiento es "voluntad de Dios", y no ser capaces de ver, si quiera a la distancia que, su plan no estaba en la cruz, pero en el camino se encuentra con ella, la asume, mas no se queda por siempre colgado en ella, Esta cruz él la afronta, la acepta, la recibe, la acoge y la asume transformándola para siempre; pues su plan ha sido, y seguirá siendo aún más grande que una pequeña cruz en el camino.

Si en estos momentos te sientes abatido o confundido, temeroso del día que vives, o del provenir que te aguarda, si tu razón más está cargada de dudas que de fe y tu corazón más de miedo que de confianza, entonces leamos nuevamente juntos y muy despacio lo que Pablo escribe en su carta a los Romanos y no nos saltemos la parte perturbadora, pues nos haríamos trampa queriendo Gloria sin Gólgota, y así no funcionan las cosas, no en este mundo… ya lo entenderás: 
"¿Quién nos podrá separar del amor de Cristo? ¿El sufrimiento, o las dificultades, o la persecución, o el hambre, o la falta de ropa, o el peligro, o la muerte violenta? Como dice la Escritura: «Por causa tuya estamos siempre expuestos a la muerte; nos tratan como a ovejas llevadas al matadero.» Pero en todo esto salimos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Estoy convencido de que nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los poderes y fuerzas espirituales, ni lo presente, ni lo futuro, ni lo más alto, ni lo más profundo, ni ninguna otra de las cosas creadas por Dios. ¡Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor!". (Rom 8, 35-39)
La obra de Dios no gira entorno a ti, a tus necesidades, a tus deseos, sueños o anhelos. No eres tú epicentro de su universo, ni tampoco la necesidad de su divinidad, y eso aunque devastador al principio, es liberador, te ubica  en el justo lugar para comprender que toda la acción de Dios te incluye, te incorpora, te requiere; y por tanto, no dejará de esperarte, incluso buscarte, porque su obra siempre has si tú, pero te trasciende a ti, haciendo que trasciendas con ella.  

Cuando logres entender esto y dejar de esconderte; cuando pases de un fe pueril de necesidades insatisfechas y dejes de manipular a Dios con promesas, liturgias y rezos, estarás en condición de arrimar el hombro al plan de Dios y hacer que se mueva lo que él ha confiando, sin dudar, a tus manos.

Yerko Reyes Benavides

viernes, 1 de enero de 2021

María

Envuélveme María entre tus brazos,
cobíjame en tu regazo,
ocúltame en tu mirar apasionado,
para poder llegar a tocar el rostro del Amado
con la ternura de tus límpidas manos.
Atrápame entre tus amores, 
que sea el encanto de tu voz de Madre 
quien me llame, 
y te vuelvas de mi alma, 
lucero perseverante, 
de un nuevo amanecer. 

No dejes, 
Dulce Muchacha de Nazaret, 
que de ti me aleje, 
pues de tus gracias y virtudes 
estoy necesitado, 
para alcanzar el cielo deseado, 
al que me llevas con delicadeza, 
cuando susurras la nobleza 
de tu corazón en Dios enamorado. 

Escóndeme Madre del Señor 
entre los suspiros de tu corazón, 
y renueva en mi la ilusión, 
de mantener firme el timón, 
aun cuando llegado el ocaso, 
falten en el firmamento 
la luna y las estrellas. 

Se tú, lucero del alba, 
Virgen Madre amada, 
la inspiración que me guía, 
fortaleza en la debilidad, 
amable y tierna consejera, 
la convicción que me recuerda 
que no hay mayor grandeza 
que ser del Señor 
su humilde servidor. 

Delicada flor de mi alma, 
de mi espíritu suave fragancia, 
Niña mía 
a quien mi ser ama 
con devota entrega, 
haz que tu nombre esté siempre en mis labios 
para que tu amor sea la ofrenda, 
que entreguen mis manos. 
Amén

Yerko Reyes Benavides