viernes, 2 de noviembre de 2018

Réquiem para un Ser Querido


Silencio y paz. 

Fue llevado al país de la vida. ¿Para qué hacer preguntas? Su morada, desde ahora, es el Descanso, y su vestido, la Luz. Para siempre. Silencio y paz. 

¿Qué sabemos nosotros? 

Dios mío, Señor de la Historia y dueño del ayer y del mañana, en tus manos están las llaves de la vida y la muerte. Sin preguntarnos, lo llevaste contigo a la Morada Santa, y nosotros cerramos nuestros ojos, bajamos la frente y simplemente te decimos: está bien. Sea. 

Silencio y paz. 

La música fue sumergida en las aguas profundas, y todas las nostalgias gravitan sobre las llanuras infinitas. 

Se acabó el combate. Ya no habrá para él lágrimas, ni llanto, ni sobresaltos. 

El sol brillará por siempre sobre su frente, y una paz intangible asegurará definitivamente sus fronteras. 

Señor de la vida y dueño de nuestros destinos, en tus manos depositamos silenciosamente este ser entrañable que se nos fue. 

Mientras aquí abajo entregamos a la tierra sus despojos transitorios, duerma su alma inmortal para siempre en la paz eterna, en tu seno insondable y amoroso, oh Padre de misericordia. 

Silencio y paz.

P. Ignacio Larrañaga

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