viernes, 26 de junio de 2020

En tu Amor

Jaculatorias de Gracia 

Por tu gracia y en tu amor, llámame, Señor, del lugar de mi desolación. 

Por tu gracia y en tu amor, búscame, Señor, sin más condición. 

Por tu gracia y en tu amor, socórreme, Señor, de mis desaciertos. 

Por tu gracia y en tu amor, libérame, Señor, de la cárcel de mis desiertos. 

Por tu gracia y en tu amor, condúceme, Señor, y haz que pueda caminar en tu Verdad. 

Por tu gracia y en tu amor, consuélame, Señor, y enjuga las lágrimas de mi soberbia y vanidad. 

Por tu gracia y en tu amor, encuéntrame, Señor, y dame tu perdón a la hora de la expiación

Por tu gracia y en tu amor, tráeme de vuelta, Señor, al manantial de tu corazón. 

Por tu gracia y en tu amor, conviérteme, Señor, en peregrino consecuente de tu amor. 

Por tu gracia y en tu amor, otórgame, Señor, la alegría de saberme en tu corazón amado. 

Por tu gracia y en tu amor, se siempre, Señor, refugio en el que mi alma pueda estar al descubierto. 

Por tu gracia y en tu amor, concédeme, Señor, estar en gracia y recibir siempre la caricia de tu bendición. 
Amén

Yerko Reyes Benavides

miércoles, 24 de junio de 2020

A la Distancia

No es la circunstancia la que ahora marca distancia, mi Dios y Señor, entre Tú y yo. 

No es de ahora que ir a tu encuentro no me resulta posible, se impone un límite que impide que a ti me acerque; sin embargo, la prisión la llevo en mi interior. 

Ya ha habido momentos, de los que soy enteramente culpable, en que teniéndote tan cerca he preferido de ti alejarme. 

Ahora, mi buen Jesús, guardo silencio, y en la distancia te contemplo, anhelando saciar mi alma de tu divino alimento. 

Te miro a lo lejos, y mi deseo es estar ahí contigo, mas no me siento digno, el miedo ha vencido a mi fe, y aunque no he dejado de creer, no he tenido el valor para buscarte. 

Me quedo a la distancia, aguardando el momento en que pronuncies mi nombre, y aunque me llames “hombre de poca fe”, espero en tu compasión tiendas tu mano hacia mí y me perdones. 
Amén

Yerko Reyes Benavides

domingo, 21 de junio de 2020

No tengas miendo

Vivimos como si no hubiera Cielo y aunque no lo andemos anunciando con trompetas, igualmente se hace evidente, nuestro mayor miedo es perder los bienes que esta vida nos proporciona. Nos aferramos a lo efímero como si no hubiera nada más que esta realidad y el cielo sólo fuera una utopía. 

Decimos de nosotros, con regularidad, ser personas creyentes y tener fe; pero, lo que creemos no está claro en nuestra mente, a tal punto que nos hace divagar por creencias que resultan incongruentes y en la práctica se contradicen entre sí; no ha de extrañarnos, por tanto, que el corazón erre con frecuencia de tesoro que ha de atesorar en su interior y se asga a cosas en su mayoría pasajeras e intrascendentes (incluyendo relaciones, quehaceres, ideologías y también personas). 

No hemos de perder de vista en nuestra reflexión lo que con propiedad destacaba Jesús sobre las intenciones que mueven a toda persona: 
“Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mt 6,21). 
De esta manera de pensar viene el grueso de cuanto en este tiempo postmodernista estamos viviendo. Una carrera desmesurada como si no hubiera mañana. Y no, no se trata de aquel viejo y sabio adagio que reclama no postergar para otro día, llevados por la desidia o la pereza, lo que en el propio día se pueda realizar; no, no es la búsqueda de un provecho saludable para las horas y del tiempo, sino que se trata de un vivir desmesurado, con una lógica inmediatista, egocéntrica y hedonista. 

De esta manera reduccionista de pensar viene el grueso de cuanto en este tiempo postmodernista estamos viviendo. Una carrera desmesurada como si el sol al caer la tarde se escondiera para siempre y no hubiera mañana. 

Estamos ya en los días donde el disfrute y la diversión son más importantes que la virtud. Aprovechar las horas de cada día, ya no tiene nada que ver con lo que proclama el viejo adagio: “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”; sino de un vivir desmesurado, con unos valores distorsionados y un sentir ególatra y hedonista. 

¿Crees que por ser una persona de religión, que profesa una fe en Cristo, estás exento de esta manera de interpretar la vida? Pregúntate, ahora que has llegado a este punto de la reflexión, cuántas de las cosas que están haciendo son una “inversión” a futuro y cuántas de ellas tienen la única finalidad de allanar tu camino al cielo. 

El gran enemigo del ser humano ya no es la pobreza, la ignorancia, la esclavitud, la opresión, la tiranía, todo aquello que diluye la vida y la hace insoportable, sino la muerte que atenta contra este vivir descomedido. 

Lamentablemente, la muerte como realidad propia al ser humano, no es algo en lo que nos detengamos a reflexionar consistentemente. Tampoco lo hace el componente ideológico que utiliza al miedo para imponerse y, que no tiene un viso de altruismo tal como pretende hacer que se le vea. A propósito de esta consideración: ¿Te has detenido a pensar qué hay detrás de las ideologías de moda? 

De esta manera de ver la vida y de este miedo a su finitud, se desprenden todos los temores que ahogan la vida espiritual, y la atrapan en un existir insustancial. No hay vida inmediata que alcance para llenar el saco sin fondo en el que se convierten las propias apetencias, y menos cuando esta sociedad de incoherencias está constantemente añadiendo indiferencias e indolencias a nuestro corazón. 


Para Jesús la vida es otra cosa, y por ello evita todo reduccionismo, aunque conoce los que atrapan como en un torbellino a los hombres, a tal punto que, proclama sin rodeos que la razón de su venida es infundir vida en el existir del ser humano: 
“Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). 
No es el mundo el que sustenta la vida, es sólo el escenario en donde se presenta uno de sus actos. La vida tiene su lugar propio en el existir divino. Así pues para Jesús la vida –plena- sólo se entiende cuando la vida se vive en Dios, desde Dios y para Dios; desaparece para siempre todo temor. 

Nuevamente escucharemos a Jesús decirnos: “No tengan miedo a los hombres” y seguidamente insiste: "No teman a los que sólo pueden matar el cuerpo, pero no el alma; teman más bien al que puede destruir alma y cuerpo en el infierno" (Mt 10,26.28). El infierno, en el pensameinto de Jesús no es aquel lugar “mítico” de castigos interminables y fuego abrazador, sino la ausencia total y absoluta de Dios, donde se gesta el llanto y se da el rechinar de los dientes (Cf Lc 13,28). 

Jesús apuesta por la plenitud de vida, la que no desprecia este existir mundano, pero no se queda atrapado ni contenido en él, ni lo vuelve su intención, ni su propósito o fin, como tantas veces lo hemos vuelto nosotros; de ahí la razón de nuestros miedos. 

Esta verdad tanta veces anunciada, escuchada e incluso meditada parece no haber calado en nuestro interior, pues la libertad de espíritu que proclama nos cuesta la angustia y el temor de soltar todo a aquello a lo que permanecemos aferrados y de lo que no estamos dispuestos a renunciar. 

¿Aun crees que esto que estás leyendo no tiene nada que ver contigo? Pregúntate si tu confianza en Dios es tan grande como para vivir sin ninguno de tus miedos y temores y soltar completamente tus seguridades (intelectuales, afectivas y emocionales) y comodidades (materiales y espirituales). 

Si te cuesta visualizarte de esta manera, piensa en los pajarillos y en las flores del Evangelio. 

Al terminar estas líneas reflexivas, te animo a no saltarte la meditación personal, que subyace como intención a este artículo, para que puedas comprender el sentido profundamente espiritual que hay en esta afirmación de cierre. 

No tengas miedo: Vive la vida y disfruta de ella. 

Yerko Reyes Benavides

martes, 16 de junio de 2020

3er Aniversario

Durante el año son varias las fechas que celebramos como nuestras. Aniversarios de momentos importantes, de días en los que se dio inicio a un caminar en la fe, en la esperanza y en la caridad.

Todas estas fechas son importantes para nuestra comunidad Lazos de Fe

Esta comunidad que hemos ido formando a través del tiempo en el compartir, en el hacernos sentir presentes día a día; en el expresarnos con nuestros anhelos, deseos y sueños; en el contacto y en el acompañamiento. 

Esta comunidad en la que verdaderamente hemos estrechado los Lazos no sólo de la Fe que nos une y nos permite vivir en comunión, sino los Lazos del cariño y el amor que compartimos, el que nos hace sentir que somos una familia que camina en armonía. 

Por eso, esta fecha aniversaria no puede pasar desapercibida. 

Hoy cumplimos 3 años en las Redes.

Son tres años en los que juntos hemos hecho camino, siguiendo el mandato de Cristo: “Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva” (Cf Mc 16,15). Tres años en los que hemos dicho "presente" en el Continente Digital; hoy lugar de nuestro apostolado, misión y servicio.

Catemos hoy con grande alegría nuestro tercer cumpleaños y sintamos en lo profundo del corazón el llamado que nos hace el Señor a ir mar adentro y seguir lanzando la Red de su amor en la redes y el mundo virtual.

Feliz cumpleaños y Dios nos siga bendiciendo.

P. Yerko Reyes Benavides

sábado, 13 de junio de 2020

Pan de los Pobres

El Pan de san Antonio o también conocido como El Pan de los pobres es señal y expresión del amor de Dios que, arraigado profundamente en el corazón de los hombre y mujeres de fe, se desborda en atenciones a los más necesitados. 
"Quien quiera que posea bienes terrenos, retenidos los necesarios para la comida y el vestido, lo sobrante debe darlo a sus hermanos, por quienes Cristo murió, si los viere necesitados". 
San Antonio de Padua

Muchos son los milagros que se le atribuyen a San Antonio, haciendo de él, un intercesor muy querido y buscado en los momentos de necesidad; así ha recibido, y con razón, el apelativo de: "el santo de todo el mundo" y también, "el santo a quien todos quieren". 

Entre las cosas que se le piden al santo es encontrar los objetos perdidos y, las jóvenes solteras le piden para conseguir un buen esposo. San Antonio es patrono de los panaderos, albañiles y viajeros; a él también acuden las mujeres estériles, sin olvidar que es el protector de los pobres. Hombre de fe y predicador excelso, pero por sobre todo hombre de caridad y de amor. 

El Pan que solemos llevar a la iglesia para ser bendecido en la fiesta del santo, es un signo que representa el más grande legado que de él reciben sus devotos: el amor por los más desposeídos y la solicita atención a sus necesidades: “Dar de comer al hambriento, de beber al sediento, vestir al que está desnudo” (Cfr Mt 25,35-45) 

Hoy, limitados por las circunstancias para participar plenamente en la celebración de este día, podemos quedarnos en el lamento de no poder "cumplir" con la tradición de llevar a la misa los panes para recibir la bendición. Que este sentimiento de nostalgia o pesar, no nos haga olvidar, que el pan bendecido es sólo un signo que representa la caridad, la entrega y la solidaridad a la que el santo nos invita a vivir, y que la mayor bendición la recibimos cada vez que somos generosos con los más pobres, a los que tanto amó y sirvió San Antonio.  

Ahora, cuando vivimos una situación que nos afecta a todos, nuestro amor fraterno ha de hacerse sentir con más fuerza, sobre todo en obras concretas de solidaridad para con aquellos que en su necesidad, hoy esperan recibir la ayuda y el apoyo de una mano amiga. 
"Bendigamos el pan de los pobres, partamos el pan de nuestra caridad, y compartamos el pan del amor y la fraternidad". 
Para que el Pan de san Antonio llegue a nosotros y de nosotros a los que lo necesitan, hagamos ahora la oración con la que Bendecimos los panes:
El Dios providente que todo lo creó para nuestro bien, esté con todos ustedes.

Oremos:
 

Señor Jesucristo, verdadero Pan de Vida,
dígnate bendecir + este pan
como bendijiste los cinco panes en el desierto;
haznos solidarios con el hambre de los pobres para que,
a ejemplo de san Antonio,
compartamos nuestro pan con los necesitados
imitando así tu generosidad.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. 

Amén.
P. Yerko Reyes Benavides

miércoles, 10 de junio de 2020

Eucaristía

Invitado estoy; un banquete me aguarda, eres tu Señor quien lo ha dispuesto, tú mismo me has llamado, en la mesa de tu gracia un lugar para mí has preparado. 

Digno no soy, Señor, de tu atención, mas en ello no te fijas, fiel eres a tu bondad y en tu ternura no me dejas fuera del banquete celestial de tu amor. 

De las delicias de tu corazón propicias el alimento de salvación, en el crisol de tu entrega sirves la mesa, en la que esta alma invitada será regenerada. 

Tú mi Señor, tú mi amado, tú mismo te haces banquete, en el que este mi pobre corazón se fortalece, saciado quedo en el pan de tu divinidad, embebido en el vino de tu majestad. 

Me pides un traje de fiesta, más no llevo otro que mi aflicción, mi pena y mi vergüenza; entonces, abres tú los brazos para recibirme, de tu costado fluye el perdón que me reviste en el gozo de tu compasión. 

No dejes de invitarme al Ara de tu entrega, hasta que pueda, por esta gracia que me das, sentarme para siempre a la mesa de tu amor en plenitud.
Amén

Yerko Reyes Benavides

martes, 9 de junio de 2020

Y Te Amo

Te sueño, y soñándote despierto queriendo encontrarte. 

Te anhelo, y anhelándote mi alma en cada alba se levanta buscando el pasar animoso de tu ternura. 

Te pienso, y pensándote mi corazón aviva el deseo de tenerte presente. 

Te espero, y esperándote ansío la suave briza que traiga la noticia que ya vienes en camino. 

Te busco, y buscándote me pierdo en tus andares, recorro los lugares de tus amores, añorando descubrir que también andas en mi camino. 

Te encuentro, y al encontrarte en los que me has dado como hermanos, con la fuerza de mi necesidad te abrazo como amigo. 

Te siento, y sintiéndote mí espíritu vuela libre y surca indetenible el cielo de tus bondades. 

Y te amo, Amado, y amándote trasciendo, y soñarte, pensarte, anhelarte no es ya necesario, pues en tu amor me has unido a ti para siempre. 
Amén

Yerko Reyes Benavides

domingo, 7 de junio de 2020

Mi Nada

¿Qué puedo ofrecerte Señor que de mi estés requerido, 
Tú que eres en cada ser vida, verdad y camino? 

Todo lo tienes en el Cielo. 
Ni el universo te es ajeno en su velo. 
Todo tiene en ti su origen 
y en ti encuentra su destino cuanto existe. 

¿Qué habría en mí que no te perteneciera? 
¿Qué puedo entregarte, que sea sólo mío y tú quisieras? 

Todo lo que soy, lo soy por ti, y en ti voy siendo 
lo que en amor voy en tu corazón descubriendo, 
y eres tú mismo quien en bondad me lo va concediendo. 

Es en tu indulgencia que yo existo 
por tu clemencia respiro y también camino; 
pero vienes a mi alma, 
te detienes a la entrada, 
insistente tocas, 
como mendigo que el mendrugo de pan reclama. 

Mi Señor, mi Dios, mi bien, mi todo, 
mi nada es lo único que tengo 
y de mi es todo lo que darte puedo, 
es tormento si tú me faltas 
infierno si de ti despojado quedo; 
toma en posesión esta nada 
sofócala en tu abundancia 
y así mi nada infecunda, 
vida en ti tendrá.
Amén

Yerko Reyes Benavides

viernes, 5 de junio de 2020

Trinidad, misterio que el Amor devela

La Santísima Trinidad, Dios y Señor nuestro. Misterio que nuestro amor ha de develar, puesto que Dios, en el Amor mismo se da y a la vez se muestra.

¿Qué decir de este Misterio que deje al descubierto la intimidad del Dios Omnipotente y nos permita un mayor conocimiento de su Divinidad? 

Al respecto, no hace tanto escuchaba la disertación entusiasta de un novel predicador, haciendo su mayor y más grande esfuerzo por conquistar a su audiencia con lo refinado de su argumento y la profundidad de su teología. He de reconocer, que se notaba el esmero en la formación y el cuidado en la preparación de aquellas palabras que abordan el misterio de la Trinidad Santa. 

Su argumento se contrataba en la defensa del dogma, que establece la única naturaleza divina, manifestada en tres personas. Precisaba, para que no quedara duda alguna, que había una única substancia divina presente en la Trinidad, por tanto, no había error en confesar de pensamiento y palabra la fe en un solo Dios y Señor, y este único Dios es tres personas distintas entre sí, pero iguales en divinidad; jamás tres dioses. 

No hemos de negar que haya cierta pedagogía en la economía de la Salivación, por la que Dios se fue mostrando a través de la historia de la humanidad, dando a conocer no su substancia, esencia o naturaleza, sino su rostro, su corazón, sus pensamientos y también sus sentimientos. 

Hace más eco en el interior de la gente -letrada o sencilla-  acercarse a Dios como persona que como noción o concepto. Así pues, aquel que así mismo se define como el  “Yo soy el que soy”, innombrable para el pueblo antiguo, abre las puertas de su divinidad y muestra su ser personal, en la persona divina del Padre, creador y todopoderoso; en la persona del Hijo, redentor y salvador nuestro y en la persona del Espíritu Santo, santificador y guía en nuestro peregrinar a la plenitud del Reino. 

Muy al contrario de la gente que si prestaba atención a la predicación, quien empezó a divagar y se perdió en su propio pensamiento fue quien les narra esta anécdota: 

En no sé cuál procedencia de las personas divinas, me encontré recordando un día de clases con mis alumnos, a los que amonestaba sobre su “mal gusto” a la hora de escoger la música que oían. Mi reproche era insistente, no les daba tregua, les hacía ver lo disonante de las melodías, si es que así podían ser llamadas, en donde daba igual que sonara una lata a una batería; les hacía notar lo patéticas de las letras de dichas canciones, que de rima carecían, y lo que decían era una agravio a los oídos, entre otras ofensas en las que incurrían unos balbuceos obscenos y grotescos. Y mientras les repetía, como un “viejo dinosaurio”: “¡no sé cómo pueden escuchar esa música! un alumno me responde con su más ingenua mordacidad: “no son para escuchar, sino para bailar”. 


No te sorprenda: mas caigo en cuenta que hace rato dejé al predicador en su prédica; a mis alumnos con su música y ahora, me encuentro aquí contigo, escribiéndote esta sola línea que quizá sea la única que importe de todo este mensaje, anécdota incluida: 
Dios no se ha mostrado a sí mismo para ser exclusivamente conocido, sino para ser absolutamente amado. 
Este es un Misterio de Amor, y de este Misterio de Amor, lo maravilloso es que el amor no se esfuma como si lo hace  la divinidad entendida como una entidad etérea y abstracta, impersonal, distante, fría, sin personalidad ni carácter. ¡Qué fácil! se hace creer cuando no hay demanda ni compromiso, cuando la fe queda sin consecuencia ni se hace consecuente. 

No reclama tu atención un dios sin rostro y que no te da la cara porque no tiene una para ofrecerte; tampoco tu corazón lo conquista una fuerza cósmica, o una energía metafísica; tu amor lo requiere un Dios que es persona y te ama como Padre, como Hijo y Hermano, y como Espíritu Santo. 

Dios es como "la música" de mis alumnos. Con el tiempo pude hacer esa conexión. A Dios no se le entiende, a Dios se le siente, se le busca... se le ama.

Dios es música que hace estremecer hasta la fibra más honda de cada ser; su melodía resuena, a veces retumba, pero siempre es sutil; armonía que deleita y también exalta, lenguaje comprensible para el corazón que lo anhela y que de él está sediento. 

En lo personal, sigo buscando a Dios. No pierdo el interés en descubrirlo y conocerlo. No dejo de tener tiempo para investigar e indagar, para reflexionar y pensar. Todo eso sigue siendo importante, pero mi prioridad ahora es otra: bailar al ritmo de la música con la que Dios se manifiesta en mi interior. 

¿Te animas?

Yerko Reyes Benavides

jueves, 4 de junio de 2020

Ahí estás Tú

Jesús, mi amigo, mi Señor amado: 

Ahí estás Tú, escuchándome atento, y haciendo lo que más puedes hacer: acompañándome en todo momento. 

Ahí estás Tú, no tienes necesidad de probarme en nada; no me examinas, ni tampoco me desapruebas cuando fallo; lejos de ti está el castigo, acercas a mí la ternura de tu corazón. 

Ahí estás Tú, tendiéndome la mano; arrimando el hombro, recogiendo en tu mano las lágrimas que bordean mi mejilla y caen sin poder por mí ser detenidas. 

Ahí estás Tú, mi Dios y Señor, levantándome, animándome, perdonándome; amándome en cada día y todos los días. 

Y yo estoy aquí clamando por ti, pidiéndote, sintiéndote, queriéndote una vez y cada vez más.
Amén

Yerko Reyes Benavides

miércoles, 3 de junio de 2020

¿Dónde está Dios?

Preámbulo

¿Dónde está Dios? 

Depende 

¿De qué depende? 

Del lugar espiritual en el que tú te encuentres. 

¿De eso depende dónde está Dios? 

No. 

¿Entonces, me estás tomando el pelo? 

Por supuesto que no. 

Cuando te digo que de eso depende, es para que caigas en cuenta de la razón por la cuál haces esa pregunta, y del lugar personal en el que te encuentras y  desde el cuál lo estás buscando y a dónde te ha de lleva dicha búsqueda. 

No es lo mismo buscar a Dios desde la confianza y la serenidad, que buscarlo desde la desesperación y la desesperanza. 

No es lo mismo tampoco, buscar a Dios desde el reproche, la rabia o la incomprensión que, buscarlo, desde la fragilidad y la sencillez de un corazón dispuesto. 

El otro punto que ha de ser aclarado, antes de proseguir, es saber si lo que se busca es a Dios en sí mismo, en lo que es y en lo que manifiesta o, si lo que en el fondo se anhela es corroborar una  idea que se tiene hecha de Dios en la cabeza. 

No son pocas las veces en las que no se da con Dios, no porque él no se deje encontrar, sino porque no se logra hacer que la idea que se tiene de Dios -positiva o negativa, favorable o desfavorable- coincida con lo que Dios es en verdad. 

Ahora soy yo quien te pregunta: ¿Desde dónde estás buscando a Dios? 


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Una de las cosas que damos por sentado es que Dios “siempre está ahí”. No nos detenemos a pensar mucho en ello, menos a reflexionar sobre lo que eso significa; hay cosas que es mejor no pensarlas demasiado, basta la fe; esa fe sencilla, tantas veces ingenua y que casi siempre peca de pueril. 

Y si se diera el caso que alguien no conforme con lo dicho preguntara: ¿Y, dónde es ese “ahí”? No se dudaría ni por un segundo, no es necesario si quiera detenerse a considerar la contestación por un instante, ya que la respuesta es rotunda: “En todas partes”. 

La discusión queda zanjada, toda especulación resulta innecesaria; no hay lugar a dudas: Dios está en todos lados. 

Sin embargo, y pese a que resulte contrario a lo que creemos o queremos creer, eso no es verdad. 

Ya se plateaba al principio, no es algo en lo que se piense y medite mucho. Es mejor seguir creyendo que Dios está en todas partes, eso resuelve muchos problemas, uno de ellos, es que si es así, no hay la necesidad de hacer todo un movimiento interno y un esfuerzo externo para emprender la búsqueda. 

Eso de ser errante de la fe y peregrino del amor, pues no se aviene con esta suerte de panteísmo práctico en el que hoy se vive, casi sin ser percibido: “Todo está en Dios; Dios está en todo”. No sé cuán razonable te parezca la afirmación anterior, pero mucho del pensamiento moderno coquetea con esta idea, dejando al hombre huérfano de la posibilidad de sentir a Dios, y de sentirlo incluso en su ausencia. 

Por otra parte, si lo piensas mejor, esta manera de entender la presencia de Dios invadiendo cada espacio, lugar, forma y objeto, propicia, y en ello andamos muchos, una fe cómoda, de esas de poltrona (de misa y olla). 

Claro, es mejor la ilusión a la realidad, y siempre ha sido así. La fantasía es un lugar que proporciona seguridad, confianza, tranquilidad, mientras que la realidad tiene un efecto contrario, tanto es así que, pocas veces se siente el deseo de confrontarla, ya que implica esfuerzo, entrega, dedicación y también sacrificio.  

Si afirmamos:“Dios no está en todos lados”, inmediatamente se disparan algunas alarmas que avisan de este peligro. 

Ahora bien, si Dios no está en todas partes, entonces: ¿Dónde está? Y aquí, volvemos al preámbulo de esta reflexión, sobre la pregunta que quedó sin contestar y que evitamos en su momento responder. 

Vamos, “busquemos a Dios”, yo te acompaño.

¿No era más fácil haber comenzado por aquí, de una vez? Sí, claro que sí. Pero, ¿Me hubieras hecho caso? 

Ahora hemos dejado sentado un punto, que a lo mejor necesita ser mayormente argumentado, no lo niego;  sin embargo, el propósito de este escrito no es dar razones del por qué Dios no está en todos lados, sino que aclarada la situación, no se pierda más tiempo y se comience a disponer todo para ir a su encuentro. 

Para lograr esto, por su puesto, era necesario sacudir un poco las bases de nuestras nociones y prejuicios para estremecer el piso donde están ubicadas nuestras seguridades y las columnas donde se sustentan nuestros paradigmas, incluso la "idea que tenemos -o nos han dado- de Dios". 

No todo lo que damos por sentado lo hemos de dejar siempre quieto, hay que abrir de tanto en  tanto, los baúles donde guardamos algunas costumbres, tradiciones y creencias; sólo así, y desde la fe, podremos dar y contemplar el verdadero rostro de Dios. 

“Señor, muéstranos tu rostro, 
déjanos encontrarte en los momentos de tribulación, necesitad, angustia; 
estos son los días en los que tu bondad, compasión y misericordia 
se ha de manifestar sin reservas;
nuestra alma jadeante se encuentra
y anhela saciar su sed de ti
en la aguas abundantes de tu ternura”. 

A propósito, de lo dicho hasta acá y antes de darle cierre a estas líneas reflexivas, la búsqueda de Dios no es cuestión de ratos, momentos, temporadas o etapas. Si algo hay constante en la vida espiritual es la búsqueda permanente, insistente y perseverante de Dios. 

No hay fórmulas, ni recetas, no hay mapa, ni tampoco direcciones. Pero doy fe de un lugar, un solo lugar en el que Dios ha querido quedarse vivo y real, sólo que velado y en forma sacramental, de tal manera que, incluso ahí, no estás exento de buscarle y para poder contemplarle amerita cerrar los ojos –en un acto de fe- y abrir el corazón –en un acto de amor: ese lugar es la Eucaristía. 

Ya dejamos claro, el “desde dónde”.

Yerko Reyes Benavides