viernes, 23 de noviembre de 2007

Tú y yo necesitamos Pentecostés

Si eres un cristiano sin vida, sin reventar de alegría, quizás te pase lo que a los Apóstoles, que estuvieron 3 años con Jesús, pero hasta Pentecostés no conocían ni vivían las maravilla de ser discípulos de Jesús.

La obra de Jesús no terminó en el Calvario, ni en la Resurrección, ni en la Ascensión... se completó en Pentecostés... cuando envío el Espíritu Santo que condujo a los Apóstoles a la verdad completa...
Dar gracias a Dios por todo, hasta en el dolor, amar al que me odia, dar mi vida por el vecino, ser otro Cristo... sería imposible de hacer realidad, sino no fuera por la silenciosa presencia del Espíritu Santo.El Espíritu Santo es la presencia real del amor eterno del Padre dado en el Hijo a ti. Él es el Amor hecho Persona y no sólo un sentimiento sujeto a los vaivenes del tiempo. En Él encuentras equilibrio y coherencia, por Él te integras al único y pleno canto cósmico del Amor Divino, en el que ya no eres un objeto del amor celestial sino sujeto de su acción en el mundo y en el tiempo.

Sin el Espíritu Santo en nuestras vidas somos hojas que lleva el viento a su antojo, nadamos en el mar de la dualidad, bien y mal, virtud y pecado. En presencia eficaz del Espíritu Divino, la dualidad queda superada, sólo vivimos el Amor de Dios, y nuestras obras, palabras, y sentimientos irradian su mística compañía y la intensidad de su gracia y nos conduce a ser uno en todo y todos, para que todo y todos queden bañados del fuego del eterno Amor de Dios.

Tú y yo necesitamos descubrir el don de Dios en el Espíritu que inunda el alma, calienta lo que es frío, riega lo que es árido y restituye la inocencia perdida.

Referencia: Lazos de Fe, Año 2, Nº 4, Mayo 2007

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