miércoles, 28 de abril de 2021

Oración Mínima

Dios de bondad y ternura, muéstranos tu rostro, que podamos sentir tu presencia y contemplarte cada día, sobre todo en los tiempos de tribulación, angustia y necesidad.

Es tu cercanía Amado Señor, lo que renueva en nosotros la esperanza y nos da la confianza de seguir perseverando sin desfallecer en el camino de amor, bondad y compasión que tus nos has trazado.
Amén

Yerko Reyes Benavides

martes, 27 de abril de 2021

Tu Voz

Cuando escucho el sonido de tu voz
arde en mi interior
un fuego que no sé detener,
me abrasa, me consume,
me devora y me destruye;
siento en mí el renacer
del hombre que siempre
quise ser.

Es tu voz la brasa encendida
que acrisola las heridas
que dejaron hundidas
las huellas del hombre que fui
al alejarme de ti.

Tu voz es canto que penetra
en la intimidad de mi alma,
palabra que interpela
y a mi espíritu libera,
para que viva sin demora
de tu amor y de su encanto.

Atento estoy amado Señor,
al sonido de tu voz,
un día fuego que me consumió,
hoy la luz que a mis pasos guía
alumbrando en el día a día
al nuevo hombre
que he querido ser.

Arrebátame entre tus manos,
susúrrame de nuevo al oído,
mi espíritu se estremezca entre tus dedos;
suspira suave en mi interior,
desvanezco ya en tu amor,
y el barro de mi ser inexistente
moldeado quede
en tu querer trascendente
ahora y siempre.
Amén

Yerko Reyes Benavides

domingo, 25 de abril de 2021

Tú nos quedas

Tú nos quedas Buen Dios, cuando la soledad toque a nuestra puerta y se instale como dueña en nuestro lar.

Tú nos quedas Jesús amigo, cuando las fuerzas nos abandonen y nuestra pisada pesarosa ya no deje huella al caminar.

Tú nos quedas Padre de Bondad, cuando las preocupaciones sisen nuestras noches y los sacrificios nuestros días.

Tú nos quedas Dios de Misericordia, en las sombras y desvelos, cuando las angustias y los miedos nos roben ya los sueños.

Tú nos quedas clemente Jesucristo, cuando la tormenta estremezca la barca y las desilusiones cual borrascas, nublen el horizonte de tu amor en nuestro corazón.

Tú nos quedas adorado Señor, cuando perdamos la confianza y esperar ya no podamos.

Tú nos quedas Verdad y Camino, cuando pase nuestro paso por este cielo y esta tierra, que tu mano se extienda y tome la nuestra y nos lleve de vuelta a tu eternidad.

Tú nos quedas, sólo Tú Amado de este corazón amigo, cuando nada más nos quede sino la única certeza de que estarás presente, hasta en el último aliento de nuestro vivir peregrino.
Amén

Yerko Reyes Benavides

viernes, 23 de abril de 2021

De lo pequeño Dios se sirve

Meditación Fugaz

Jamás subestimes lo que hay en ti,  e incluso, de lo que no sabes, de lo que no has si quiera imaginado o de lo que puedes descubrir de ti en ti.

Jamás subestimes lo que eres, lo que tienes, lo que has aprendido, lo que has alcanzado; de tus dotes y de tus dones. 

Y, jamás subestimes lo que Dios puede hacer con la ofrenda más humilde y pequeña que provenga de ti y puedas poner en sus manos.
Ser humilde no es decir “no tengo”, sino decir, “lo que tengo te lo ofrezco, Señor”. 
Por tanto, todo lo que hagas, por muy chito que esto sea, si lo haces en amor a Dios, él lo recibirá de tu corazón como una ofrenda agradable a sus ojos, que sube hasta el altar del cielo como el incienso. (Cfr Salmo 141,2)


Trazos a Mano
Yerko Reyes Benavides

jueves, 22 de abril de 2021

El Forastero

De Camino a Emaús

“Ese mismo día, dos de los discípulos de Jesús iban a Emaús, un pueblo a unos seis estadios de Jerusalén. Mientras conversaban de todo lo que había pasado, Jesús se les acercó y empezó a caminar con ellos, pero ellos no lo reconocieron.

Jesús les preguntó: ¿De qué están hablando por el camino?

Los dos discípulos se detuvieron; sus caras se veían tristes, y uno de ellos, llamado Cleofás, le dijo a Jesús: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado en estos días?

Jesús preguntó: ¿Qué ha pasado?

Ellos le respondieron: ¡Lo que le han hecho a Jesús, el profeta de Nazaret! Para Dios y para la gente, Jesús hablaba y actuaba con mucho poder. Pero los sacerdotes principales y nuestros líderes lograron que los romanos lo mataran, clavándolo en una cruz. Nosotros esperábamos que él fuera el libertador de Israel. Pero ya hace tres días que murió. Esta mañana, algunas de las mujeres de nuestro grupo nos dieron un gran susto. Ellas fueron muy temprano a la tumba, y nos dijeron que no encontraron el cuerpo de Jesús. También nos contaron que unos ángeles se les aparecieron, y les dijeron que Jesús está vivo. Algunos hombres del grupo fueron a la tumba y encontraron todo tal como las mujeres habían dicho. Pero ellos tampoco vieron a Jesús.

25 Jesús les dijo: ¿Tan tontos son ustedes, que no pueden entender? ¿Por qué son tan lentos para creer todo lo que enseñaron los profetas? ¿No sabían ustedes que el Mesías tenía que sufrir antes de subir al cielo para reinar?

Luego Jesús les explicó todo lo que la Biblia decía acerca de él. Empezó con los libros de la ley de Moisés, y siguió con los libros de los profetas. Cuando se acercaron al pueblo de Emaús, Jesús se despidió de ellos. Pero los dos discípulos insistieron: ¡Quédate con nosotros! Ya es muy tarde, y pronto el camino estará oscuro. Jesús se fue a la casa con ellos.

Cuando se sentaron a comer, Jesús tomó el pan, dio gracias a Dios, lo partió y se lo dio a ellos. Entonces los dos discípulos pudieron reconocerlo, pero Jesús desapareció. Los dos se dijeron: «¿No es verdad que, cuando él nos hablaba en el camino y nos explicaba la Biblia, sentíamos como que un fuego ardía en nuestros corazones?»
Lucas 24,13-32


Es un texto largo que amerita ir poco a poco por él. No en vano la distancia entre Jerusalén y Emaús nos la describe el texto es de aproximadamente 60 estadios, es decir, unos 12 kilómetros aproximadamente.

Para ponernos en el contexto de este recorrido a Emaús sin otra preocupación más que la que alberga nuestro corazón, hagamos este cómputo: una persona promedio camina a una velocidad de 5 kph. Para ir desde Jerusalén serían necesarias al menos 2 horas y media, eso sí, haciendo una marcha normal y sin añadir factores como el terreno y sus variaciones.

Esto, incluso a nosotros nos servirá, para darle chance al forastero que nos hable con la propiedad del extraño que puede decirnos aquello que nos lastima y hiera nuestra susceptibilidad sin tomarlo a modo personal.

De camino a Emaús, dos horas y media en las que Cleofás y el otro discípulo (el autor lo deja anónimo, quizá para que podamos vernos en él reflejados, o sentir que ese discípulo somos nosotros) iban haciendo un viaje pesaroso, con una plática no menos triste que demarcaba su caminar lento.

No se dan cuanta en qué momento, ni cómo a ellos se une otro viajero, al que la pena de aquellos peregrinos le llama la atención y le sirve de pretexto para abordarlos en el trayecto y hacerles conversación:

¿De qué vienen conversando, tan llenos de tristeza? les pregunta.
¡Oh corazón egoísta, cuando la pena te embarga no cobijas otro sentimiento que el orgullo de la razón que te llena de tristeza!
Solo cuando aquel extraño les aborda con su pregunta que sienten penetrante, que no tuvo la intención de lastimarlos, pero les duele, y más los hiere el que haya alguien que no sea consciente de la oscuridad que se cierne por haber dado muerte a aquel que había despertado la esperanza de salvación en el corazón de un pueblo oprimido, sobremanera les sorprende, los descoloca y los trae de vuelta a la realidad del camino que llevan.

Entre paréntesis, no les ha pasado que cuando algo les preocupa, o hay una tristeza que les sobrepasa, desaparece todo alrededor, se camina sin dirección, totalmente en distracción, y tanto es así que se mira sin ver, y sólo cuando algo nos estremece, y nos despierta de un sueño que es más un letargo, nos preguntamos: ¿Dónde estoy? ¿Cómo llegué aquí? Pregunta que bien nos funciona de su sentido literal como metafórico.

No está demás que nos detengamos en este caminar a Emaús a considerar algunos aspectos sobre la pena.

La Pena

La pena tiene unas características que la identifican y necesarias que las sepamos reconocer para no dejarnos atrapar por ella: es envolvente, busca ocupar todos los espacios, hacerse de todos los ambientes de la persona; no deja lugar a otros sentimientos diversos a los afines a su propia condición; es decir, no permite otra emoción y por ello es ególatra, se regodea en sí misma y esquiva toda ayuda; nubla el entendimiento, distrae el pensamiento, ciega la mirada, niega la autodeterminación.

¿Eres el único “Forastero” que no está al tanto de lo sucedido en Jerusalén estos días?

El Forastero ha aparecido en nuestro camino a Emaús.

Te pedí al principio que te ubicaras espiritualmente en el camino de Emaús. Esta vez no vamos, y me incluyo contigo, a ser sólo lectores de un texto ni espectadores de un acontecimiento, sino participes de lo que está sucediendo, que esto nos conmueva y también nos interpele.

Te cuento una experiencia: un día iba caminando por calle de mi ciudad, y en dirección a mí venían dos testigos de Jehová, al verlos agaché la cabeza, pensando que eso me haría desaparecer y no me verían, sin embargo esto no sucedió, estando delante de mí me saludaron con amplia sonrisa y gran amabilidad; sentí lo que sienten muchos, el deseo de cortarlos de plano con un rotundo “no tengo tiempo”, pero eso me haría mentiroso, y un día hice la promesa de no mentir ni si quiera por conveniencia.

Ellos me platicaron de Dios y de su amor, de lo bueno que es y del mucho bien que me haría si lo recibía en mi corazón. Y luego de un par de minutos más de conversación me invitaron al culto del fin de semana en su iglesia.

En algún punto apareció la soberbia del letrado que quiso hacerles ver que ellos no tenían nada que decirme pues yo era un teólogo de oficio, ni nada que catequizarme pues yo era el sacerdote, presbítero de la Santa Madre Iglesia Católica… pero, me quedé callado. No imaginé en el momento lo bien que me sentí, luego de haberme vencido a mí mismo y permitir que la palabra de Dios que quema otros corazones tan diferentes al mío, me recordara cuánto nos ama Dios.

Así pues, valiéndome de lo anterior y haciendo esta meditación del Forastero, una y otra vez, voy sacando ideas para nutrir una espiritualidad auténticamente pascual:
  • Vencerse a sí mismo.
No estoy seguro que haya podido pasar por la cabeza de aquellos dos discípulos, pero puedo imaginar que al igual que nos pasa a muchos hoy, cuando llega alguien ajeno, extraño, desconocido intentando hablarnos de Dios, nuestra reacción instintiva es rechazarlo. Por tanto en una espiritualidad pascual no ha de faltar como práctica constante el vencernos a nosotros mismos.
  • Nutrir la Fe
Tenemos fe, pero nuestra fe es insegura, tambaleante, inmadura. Preferimos evitar la confrontación a buscar nutrirla, fortalecerla, darle argumentos, razones y convicciones que la sostengan aun en la prueba.

El Forastero tan sólo nos ha hecho una cordial pregunta, quizá movido por un deseo sincero de solidarizarse con la pena que llevamos y que a la distancia se nota, y ya ha hecho que se nos estremezca nuestro corazón.
  • Ser Testigos
El camino a Emaús representa espiritualmente el camino no sólo de la fe, sino el propio camino de vida, en el que él nos confronta como discípulos, y nos interpela como testigos.

Sólo con el hecho de que el Forastero se haya puesto a camina a nuestro lado, deja en evidencia tantas cosas que aunque nos cueste, hemos de reconocer con humildad, si queremos que al final del camino nuestro corazón vuelva a arden en amor a Dios, y podamos dar un testimonio creíble, sugerente, atractivo, inspirador.

¿Somos o no somos discípulos?

Es lo primero que hemos de responder. El Forastero escogió acompañar a dos discípulos, no a cualquiera que iba de camino. Tengamos en cuenta esto, ellos no eran los únicos. La tristeza que llevaban no era mayor a la de los demás, ni la necesidad de consuelo más imperiosa que la del resto; sin embargo, a ninguno otro sino a ellas eligió, el forastero, para acompañarlos.

El Forastero

Aquí tocamos un elemento importante de esta meditación: una cosa es ser peregrino y otra muy diferente es ser forastero.
El peregrino pertenece el forastero no. PAROIKEO palabra griega que describe a alguien que está lejos de casa, un viajero, un inmigrante, alguien sin residencia y que sólo está de paso. Así pues, Forastero es la condición del que está en un lugar extraño sin derecho a ciudadanía.
Qué peculiar ha sido la manera de aquellos discípulos de identificar a la persona que les ha preguntado sobre la pena que les embarga y que incluso a la distancia se les nota: ¿Eres el único forastero?

Hemos comido y bebido con él. Hemos escuchado sus enseñanza, incluso hemos estado cuando ha obrado de forma extraordinaria, concediendo el perdón de Dios a los pecadores, sanando a los enfermos, haciendo enmudecer al mismísimo demonio. ¿Qué clase de discípulos somos que no estamos en condiciones de reconocer a nuestro tan aclamado amado Señor?
-Horas Santas, Visitas al Santísimo, Misas de domingo y hasta diarias, convivencias, cenáculos y devocionales, ritos, sacramentos y sacramentales, palmas y agua bendita, cirios y retiros…-
¿Qué clase de discípulo soy?

¿Quién te crees forastero, para dejar en evidencia mi pena y mi aflicción?

- La prefiero antes de dejarme interpelar por la palabra del Forastero?

Una decisión que no se toma una vez sino cada vez.

Así es la entrega en amor al Señor, una decisión que se toma cada vez que él nos estremece dejando en evidencia, que el Dios que en el que creemos es tantas veces, el Dios que nos hemos hecho a la medida de nuestras conveniencias e inseguridades, y que por ser el resultado de nuestra prepotencia, cuando aparece en el camino y se pone a nuestro lado no lo reconocemos, no porque haya cambiado, sino porque en verdad nunca lo hemos conocido.

Y sin perder la compostura, el nuevamente nos explica las escrituras, su designio de amor y salvación…

El Forastero nos interpela fuertemente acerca de la idea de Dios que nos hemos hecho, si ese dios es El que Es o es el que de él nos hemos hecho.

Espiritualmente esto será duro para cada uno, pero sumamente necesario, pues no está en él el que sigamos creyendo en un dios sin vida, que no inspira ni un suspiro de aburrimiento si quiera.

El Forastero, nos recuerda que Dios es una flama que arde en nuestro interior, que de vez en cuando quema, pero siempre mantiene vivo y activo el amor, no importa el tiempo en el que estemos, las circunstancias que atravesemos, más arde cuanto más difícil se nos hace el camino de la vida.

De ello, el Forastero nos hace más que discípulos: testigos.

Yerko Reyes Benavides

… y esto es apenas el inicio del trayecto a Emaús…

miércoles, 21 de abril de 2021

Referencia

Meditación Fugaz

Hay tanta información, tanto que ver, tanto que descubrir y tan poco tiempo para hacerlo.

La tecnología nos ha mostrado que el mundo cabe en un pañuelo, abriéndonos los lugares más recónditos y que jamás hubiésemos tenido acceso a ellos si no es por este medio. Esto nos deja expuestos, es evidente que despierta nuestra curiosidad, la información se ha vuelto objeto de consumo y no de aprendizaje, y por tanto se ha vuelto desechable: ¿Cuánto puede durar algo que se exponga en el ámbito virtual? Bajo estos parámetros muy poco, cuestión de días, horas o incluso minutos.

Una tendencia es una moda que se vuelve fugaz, rápido llega al punto más deslumbrante, roza el quicio de su popularidad, y así como fue elevada a lo más alto, desaparece sin dejar rastro.

La fe ha entrado en esta carrera loca, buscando abrirse paso en este transitar fugaz, queriendo posicionarse sin quedarse atrás y hacerse una tendencia. Sin embargo, la fe es el medio que sustenta algo bien profundo, intenso, que involucra no sólo momentos, sino la vida misma, es, el escenario de nuestra experiencia de Dios; y aunque nuestra relación con Dios tenga momentos de exaltación, de clímax místico, la mayoría del tiempo se da en lo cotidiano, donde lo que está de moda no tiene cabida, y es necesaria una referencia sólida que anime el lazo de amor que nos une y nos mantiene en Dios.


Haciendo alusión a un personaje de la TV y parafraseando su expresión típica:
"Las tendencias pasan, la experiencia queda" y es la que nos mueve día a día y nos hace testigos de la bondad y de la misericordia del Señor.
Y es lo que hemos de buscar , encontrar y propiciar más allá de esta marejada que nos trae la virtualidad.

Yerko Reyes Benavides

jueves, 8 de abril de 2021

Consolación: Signo Espiritual de la Pascua

Les daré un nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo;
les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen,
y les pondré un corazón de carne.
Infundiré mi Espíritu en ustedes,
y haré que sigan mis preceptos y obedezcan mis leyes.
Vivirán en la tierra que les di a sus antepasados,
y ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios.

EZEQUIEL 36,26-28


Todo comienza aquí, cuando nos damos cuenta que Dios ha cumplido su promesa.

Dicen los cantores y también los poetas que la vida es demasiado corta, y más corta para pasarla esperando por cosas que jamás llegan. Sin embargo, cuando se trata de Dios, no demora, cumple lo que promete y realiza lo que anuncia.

En lo que si hemos de estar claros que la manera cómo Dios actúa no está sujeta a complacer nuestras aspiraciones, y ni pasa si quiera por satisfacer nuestras expectativas.

Teniendo claro esto, vamos tranquilos al punto que nos ocupa en este escrito. Es imperativo, por la urgencia que demarca la brevedad de nuestra existencia, que pronto entremos, nos incorporemos en la Pascua del Señor, específicamente en la alegría y el gozo que ella despierta, sostiene y mantienen en nuestra alma, mente y corazón.

Hay algo que no dicen con regularidad, el tiempo en el que vivimos (y no se trata de nada que tenga que ver con la liturgia, sus ciclos y sus períodos), es el de la Pascua de Cristo. Es decir el tránsito de años que van de la Resurrección a la Parusía,  de la consumación de nuestra historia que nos dará la plenitud de la salvación en Cristo (otros insisten en llamarle, y no sin razón, el día del Juicio Final).

La promesa de Dios hecha por los profetas a Israel, en Cristo ha encontrado su realización. No esperamos otro acto de remisión, otra oblación, ni ninguna otra ofrenda, sacrificio o alianza. Aguardamos, desde el tiempo de los apóstoles, con expectación el Día del Señor, en el que manifestará la totalidad de su gloria y entraremos de una vez y para siempre en su presencia.

Esta locación en el tiempo de Dios, no sólo la vuelve un imperativo entrar de lleno en su Pascua sino también una urgencia. Así pues necesario le hace al intelecto el esfuerzo de saber reconocer los signos espirituales de la Pascua del Señor.

De uno de estos signos, estaremos reflexionando en este artículo, aunque ya hayamos mencionado en este preámbulo uno de ellos; uno del que no nos ocuparemos del todo en esta ocasión.

¡Consuelen, consuelen a mi pueblo!
—dice su Dios—.

Hablen con cariño a Jerusalén,
y anúncienle que ya ha cumplido su tiempo de servicio,
que ya ha pagado por su iniquidad,
que ya ha recibido de la mano del Señor el doble por todos sus pecados.

Una voz proclama:
«Preparen en el desierto un camino para el Señor;
enderecen en la estepa un sendero para nuestro Dios.

Que se levanten todos los valles,
y se allanen todos los montes y colinas;
que el terreno escabroso se nivele
y se alisen las quebradas.

Entonces se revelará la gloria del Señor,
y la verá toda la humanidad.
El Señor mismo lo ha dicho».

ISAÍAS 40, 1-5


El Clamor de Dios ante el grito del hombre


Es el grito de desesperación de tantos, más de los que no imaginamos, más de los que vemos o nos topamos a diarias, puesto que la mayoría de las situaciones de sufrimiento quedan contenidas en lo privado, pasan desapercibidas, son de personas desconocidas, anónimas a nuestra cotidianidad.

Es el chillido indetenible que por más que se intente silenciar u opacar su sonido, llega al único lugar donde será del todo aceptado y jamás desatendido: al cielo.

El Profeta –Isaías- se hace portavoz de la respuesta que ha recibido y esta, a su vez es un clamor, de la boca del Señor ante el llanto, la soledad, la miseria, el hambre, la enfermedad, la humillación, la persecución por causa de la justicia, la marginación, el abandono, le vejación, la tragedia de no importarle a nadie, sino sólo al mismo Dios.
“Aunque el hombre olvide su propia humanidad, Dios no se olvidará del ser humano creado en bondad”.
El salmista inmerso en esta cruenta realidad se hace una pregunta, que es la misma que se hacen hoy día muchos: ¿De dónde me vendrá el consuelo? ¿De dónde me vendrá el auxilio? Y sin esperar él mismo se responde con la certeza de aquel que confía plenamente, con la convicción que da la certeza de haber sido escuchado en su ruego: “El auxilio me viene del Señor, el que hizo el cielo y la tierra”. (Sal 121,2)

El Profeta, entonces, puede demandar, y no sólo clamar, pues su voz es la voz del mismo Dios que hace resonar con toda su intensidad en nuestro interior:

“Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice el Señor”.


No es una exageración de nuestra parte, ni tampoco un insistir enfermizo el prender buscar siempre lo que no está bien de nuestra humana naturaleza. En los templos hoy día se habla más del pecado que de la gracia. Nos hicimos expertos en penitencia y es por eso que ya muchos no entran a las iglesias. Pese a esto, y más en la actual situación, no es un acto penitencial, sino de sinceración más humilde el reconocer que como humanidad no hemos ido “deshumanizando”, y resplandece con su sobra la indolencia más cruenta.

La buena noticia es que está sombra no se ha instalado en el corazón de todos, puesto que ha sido el mismo Dios, quien puso el remedio, y nos lo dejó saber por medio de Ezequiel. No, no es un decir bonito, ni una palabra para recuperar el aliento, efectivamente ha sido el mismo Dios quien ha colocado por medio de Cristo un corazón nuevo latiendo fuerte, valiente y decido en nuestro pecho.


“Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados” (Mt 5,7)


¿Por quién? ¿Por quién seremos consolados? Es la pregunta que salta a la vista, y no menos obvia se hace la respuesta: por Dios. Lo que no se nos hace tan obvio a la pregunta subsiguiente: ¿Qué Dios? y su respuesta: el Dios que habita en el corazón nuevo que se nos ha infundido, en el Espíritu nuevo que se nos ha dado.

Hemos llegado al punto y, sin darnos cuenta, en el que se conjugan delante de nuestros ojos los tres Signos Espirituales que nos permiten discernir se estamos en la Pascua del Señor:

Consuelo – Compasión – un nuevo Corazón.


De estos tres, es el consuelo el signo espiritual que recoge y hace presente a los otros dos. Así pues el consuelo es la concreción de la compasión que sólo puede ser consentida en un corazón renovado.

Añadamos a lo antes dicho que la consolación en el sentido bíblico de su interpretación, representa el cumplimiento de la promesa; Jesús es la expresión divina en lo humano del consuelo de Dios, es la obra de misericordia por excelencia y hace presente al mismo Dios en el esplendor de su misericordia.

A modo de conclusión


Cuando al fin entendemos que la pascua no es un tiempo litúrgico y dejamos atrás tanto bagaje ritual, y soltamos toda carga que oprime al espíritu, para vivir en libertad, y además, vemos que la libertad en la que estamos viviendo es siendo consolación para muchos (no importa si nos ven, o nos agradecen, o si suma para la indulgencia, o garantiza un puesto en el autobús del cielo), sólo entonces podremos decir que la Pascua ha llegado y nosotros hemos entrado en ella para quedarnos.

Yerko Reyes Benavides

miércoles, 7 de abril de 2021

Vida

Eres, Amado, el anhelo que aviva mi esperanza, un corazón solevo incendiando mi alma, que dance en ilusión y en deseo de ser en ti todo nuevo.

Nubla mi espíritu y mi mente, el destello en las tinieblas y su encanto; vivo, mas vivir es un deseo de una vida que no tengo, empero la espero pues me espera unido a ti.

Hacerte presente, Vida, la promesa que me anima y la alianza que me espera, sellada en oblación y en entrega, sacude mi caminar aun en medio de la oscuridad.

En pleno mi ser te anhela desbordante, mi aliento se estremece al solo pensarte, no hay promesa de amor efímero que me atrape, sólo colmado en tu corazón el afán de encontrarme.

Espérame Vida que mi vida pronto termina, y la promesa del amor que Tú me ofreces encontrará la saciedad que busca, de no perderse en el tiempo y su destino.
-Amén-

Yerko Reyes Benavides