jueves, 22 de noviembre de 2007

EL CRISTO DE NUESTRA FE: Vida en Silencio

En todas las épocas uno de los momentos –el más largo- en la vida de Jesús que ha despertado las más grandes incertidumbres y, alimenta los más variados mitos y leyendas, es el que se refiere a sus años de anonimato, es decir, su vida secreta en Nazaret.

En los Evangelios hallamos relatos muy definidos del período que comprende su infancia. Mateo (1-3) y Lucas (1-2) se encargan de reseñarnos los detalles de su Concepción, Nacimiento, Presentación en el Templo y la pérdida y posterior encuentro del niño Jesús en Jerusalén.

A pesar de estas breves evidencias, en su conjunto, 30 años en la vida del Mesías han sido silenciados por los testigos más próximos en el tiempo a Jesús. ¿Y es que no pasó nada interesente en ese tiempo? ¿Hoy alguna razón en particular para guardar tan prolongado silencio? ¿Qué hizo el Hijo de Dios durante esos años? ¿Por qué hay tan poca información sobre la etapa más larga en la vida de Cristo? Estas y otras muchísimas preguntas se han planteado sobre la vida oculta de Jesús y, no menos han sido las respuestas planteadas, incluyendo aquellas que van de lo ficticio a lo absurdo. De estas respuestas han nacidos mitos y leyendas. Unas son tan antiguas como los mismos evangelios a las que llamamos lecturas apócrifas. Ellas alimentan creencias sobre un Jesús lleno de acontecimientos sobrenaturales, viajes místicos o un discípulo aventajado de los grandes maestros antiguos de Grecia, India y Egipto. Parece que el transcurrir de una vida sencilla y cotidiana no fuera afín al paladín de Dios.

Lamento desilusionarte, la vida oculta de Cristo no es un gran misterio. Sus años secretos trascurrieron impregnados por los anhelos y sueños de los que vive la gente humilde; sus angustias fueron las mismas a las de cualquiera de nosotros, sus sobresaltos iguales a los de los pobres de nuestro tiempo, se asqueaba de las mismas injusticia con las que nos asqueamos hoy, y sin embargo, hubo una espina clavada permanentemente en su corazón durante esos anónimos años. Una espina que le hacía preguntarse con frecuencia, y seguro tú, en algún momento, te has hecho: “¿Esto es, en verdad, lo que Dios quiere?

A los 30 años, Jesús no contuvo más la fuerza de la respuesta que, a susurros y gritos descubría y, emprendió un camino con el corazón encendió en el fuego del amor y los pies ligeros de esperanza.

¿Y tú, ya encontraste la respuesta?

Referencia: Boletín Lazos de Fe, Año 2, Nº 3, Abril 2007

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