jueves, 6 de junio de 2019

Los Frutos del Espíritu Santo: Templanza

"Por eso mismo, pongan todo su empeño en unir a su fe una vida honrada; a la vida honrada, el conocimiento; al conocimiento, el dominio de sí mismo; al dominio de sí mismo, la paciencia; a la paciencia, la religiosidad sincera; a la religiosidad sincera, el aprecio fraterno; y al aprecio fraterno, el amor. Pues si poseen todas estas cosas, no quedarán inactivos ni estériles en orden al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo".
(2 Pedro 1, 5-7) 
Bondad, paciencia, fidelidad, mansedumbre o humildad, todos estos términos tienen algo en común, no son sólo virtudes de la persona, sino también cualidades divinas que el comparte en nuestra naturaleza humana y, a su vez, frutos de su presencia divina en nuestra propia existencia que manifestamos en lo que hacemos, decimos, sentimos y pensamos.

Son dones y son consecuencias, así también lo es la templanza. Un término que quizá no nos resulte del todo familiar y lo utilicemos muy poco en nuestras conversaciones diarias, pero ¡qué tesoro es para la vida la templanza! 

Del latín temperantia, la templanza está relacionada con la sobriedad o moderación de carácter.  
Del griego engkateía que significa: control sobre si mismo; conocido también como dominio propio.
Una persona con templanza reacciona de manera equilibrada ya que goza de un considerable control sobre sus emociones y es capaz de dominar sus impulsos.

La templanza como cualidad humana no sólo infunde recato y moderación en los ademanes y formas de expresarse, sino también conlleva en la forma de actuar continencia para evitar daños, prudencia, precaución, discernimiento en el que no está ausente la sabiduría y el buen juicio. 


El Apóstol Pablo emplea el termino en relación con el obrar del Espíritu de Dios, así que no ensalza la voluntad el hombre natural, si no que nos hace ver que la vida espiritual abarca el control de las paciones y los impulsos que son propios del viejo hombre, así comprendemos como llega a ser una manifestación del fruto del Espíritu. 

Compromiso 

Elegancia Espiritual, ante todo, con todos y para todos. 

Esta elegancia es como un perfume que deja el aroma de su paso y todo lo impregna de su deliciosa fragancia. 

La templanza como virtud hace eso en el actuar de la persona que lo ha trabajado en hacerse de ella. Que ha buscado la moderación, la sencillez, el dominio de los sopores de su ímpetu, carácter y pasiones. 

La templanza como aptitud conlleva el trabajo consciente sobre sí mismo, implica disciplina, esfuerzo y sobre todo la abstinencia no como penitencia sino como favorecedora del desarrollo de las cualidades más nobles. 

La templanza es un don y por tanto un regalo de Dios, que hay que pedir, descubrir y aprovechar. 

La templanza como fruto es simplicidad, sencillez, atracción, gozo, simpatía, buen trato, control y recato. 

Yerko Reyes Benavides

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