sábado, 1 de junio de 2019

Los Frutos del Espíritu Santo: Paciencia

Vamos iniciar planteando lo que es obvio: ningún Fruto del Espíritu es “un pan dulce”, como decimos coloquialmente, que se obtiene con facilidad. Necesario se hace el esfuerzo por cultivarlo en la vida y el quehacer cotidiano; aunque quien labra este fruto disfruta de una “dulzura espiritual que sabe a paraíso” y que impregna el alma, además de darle amplitud y trascendencia o toda la existencia. 

Dejemos en claro lo siguiente. Los frutos nos son dones. Dones y Frutos del Espíritu son dos cosas muy distintas, y la principal diferencia es que los primeros son un regalo que infunde el Espíritu de Dios en el interior de la persona (alma, mente y corazón); mientras los frutos,  son la consecuencia de la acción de la gracia que infunden los dones. 

Sin los dones y la gracia del Espíritu, el ser humano es capaz de conquista logros, obtener triunfos, llegar al éxito, según las pretensiones y los parámetros del mundo; pero para conquistar la “gloria de Dios” necesaria se hace su “Gracia” y sus Dones. 

Hecho este preámbulo, avancemos:

____________________

¡No queremos esperar y definitivamente no queremos sufrir! 
¿Qué hacer ante lo inevitable?
¿Es que acaso me he hecho a la ilusión que el dolor 
no pasara por mi casa, 
ni tocará a mi puerta? 
Ingenuo soy si pienso que tapándome los oídos 
no entrará por una hendija en mi ventana.
___________________

Paciencia: Fruto del Espíritu Santo 

La real academia define la palabra paciencia como la “capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse”. Esta definición llama la atención puesto que resalta la capacidad presente en el ser humano para ejercer control de sus reacciones ante aquello que le infringe pena, dolor o le hace padecer de alguna forma.

Una casa es cierta: cada quien escoge la manera cómo va a sufrir y hasta cuándo va a ser su víctima. 

El sufrimiento no se elige, él llega, no avisa, aunque si se insinúa. Casi nunca estamos listos para recibirlo. Parece una idea tonta el prepararse para el dolor. 

Hacer una lista de lo que lastima al ser humano, sería tan inútil como pretender que nunca sufriremos. 

No es voluntad de Dios el dolor, el sufrimiento o la pena. Voluntad de Dios es la Paciencia.

Cambiemos ya el argumento, de que aquello que lastima es una “prueba de Dios”. Voluntad de Dios es que tengamos los argumentos necesarios para atravesar toda clase de prueba que la vida da y el estar vivos nos hace transitar y, de ellas salgamos airosos. 

En la Biblia, ser paciente significa más que resignarse ante una situación difícil. Implica resistir los embates del sufrimiento, la humillación, la ignominia sin abandonar la esperanza o perder la confianza en Dios. 

Muchas veces sucumbimos a la tentación de vernos sin argumentos ni recursos ante las situaciones difíciles que vivimos con más frecuencia de la que quermes reconcomes. 

Decir que estamos solos, que no contamos ni si quiera con Dios, es ofenderé al Espíritu que habita en nuestro interior. Es desestimar la fuerza de su presencia y la intensidad de su gracia. Es olvidar que tenemos el poder de sus dones y que en virtud a ellos damos frutos de abundancia: uno de ellos la paciencia. 

Quien da este fruto, supera las turbaciones que implica su propia limitación. Si fueran Omnipotentes no sufriríamos, pero ese no es nuestra esencia. Y en Dios que si está presente, quiso en virtud a su amor por nosotros renunciar a ella y sentir en su propia naturaleza la fuerza con la que irrumpe en el corazón el dolor, la humillación, la soledad, el abandono, la traición… 

La paciencia nos hace ser cristianos que se saben controlar e impide que seamos resentidos o vengativos. 

Este fruto ayuda a superar la tristeza e impide que nos quejemos ante los problemas y sufrimientos de la vida. 

La paciencia llega cuando logras entender que Dios sabe cuál es el momento perfecto para que sucedan las cosas. La paciencia es entregarse por completo a Dios y dejar que el actúe aunque no se comprenda muchas veces su proceder y no se ajuste a nuestros deseos. 

Paciencia es no perder la convicción, por muy duro que sea aquello que golpea al alma, que en Dios “todo será para bien” y “todo estará bien” y teniendo tan grande convicción no bajar los brazos ni renunciar en el empeño de ir tras la gloria de Dios, aunque ello implique dar la propia vida. 


Compromiso 

No dimos ninguna fórmula. No la hay, aunque algunos se aventuren a darla. La acción del Espíritu es única y exclusiva en cada quien. No hay una receta. Sin embargo en el texto de este escrito, dijimos cosas que seguramente, y esperamos así haya sido, han hecho eco en tu mente, alma y corazón. Ahí has de detenerte y tomarte tu tiempo para pensar en ello. 

Una de las formas de saber si se ha cultivado la Paciencia como Fruto del Espíritu es preguntarnos si las cosas que interrumpen nuestra tranquilidad, desajustan el orden que tenemos establecido, o lastiman nuestro arrojo, se roban la alegría característica de nuestro buen ánimo.

Yerko Reyes Benavides

No hay comentarios.: