Luz de Dios,
disipa la tiniebla de mis dudas
y guíame.
Fuego de Dios,
derrite el hielo de mi indiferencia
y abrásame.
Torrente de Dios,
fecunda los desiertos de mi vida
y renuévame.
Fuerza de Dios,
rompe las cadenas de mis esclavitudes
y libérame.
Alegría de Dios,
aleja los fantasmas de mis miedos
y confórtame.
Aliento de Dios,
despliega las alas de mi espíritu
y lánzame.
Vida de Dios,
destruye las sombras de mi muerte
y resucítame.
Ven, Espíritu Paráclito,
Espíritu creador y santificador,
Espíritu renovador y consolador,
Espíritu sanador y pacificador.
Ven y concede hoy a tu Iglesia,
reunida en el Cenáculo
con María,
la experiencia de Pentecostés.
Amén
Ángel Sanz Arribas
Cortesía
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