domingo, 2 de junio de 2019

Los Frutos del Espíritu Santo: Paz

“Tú –Dios- guardaras en completa paz 
a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; 
porque en ti ha confiado”. 
 (Isaías 26,3) 


Me sorprendió ver cómo en el diccionario de la Real Academia de la lengua Española, el vocablo “Paz” tiene más acepciones de las que en realidad me esperaba; son al menos unas 10 sin contar que, también toma en cuenta, los usos diversos que se la da a la palabra. Pero más me sorprendió que en la noción de paz no se haya hecho esfuerzo alguno por al menos mencionar el sentido nuevo que le da Cristo a la Paz que él nos confiere. 

La Rae define la paz “como el mundo la da” y no es su finalidad hacerlo de otro modo, aunque haya la posibilidad de comprender un término de forma distinta. Pero miremos lo que nos dice el diccionario al respecto, al menos en lo más destacado:
  1. Situación y relación mutua de quienes no están en guerra.
  2. Sosiego y buena correspondencia de unas personas con otras, especialmente en las familias, en contraposición a las disensiones, riñas y pleitos.
  3. Reconciliación, vuelta a la amistad o a la concordia.
  4. Virtud que pone en el ánimo tranquilidad y sosiego, opuestos a la turbación y las pasiones.
Si esta es la paz a al “manera del mundo”, entonces ¿Cómo es la Paz a la “manera de Dios”? 


Shalom 

Es el vocablo hebreo que se traduce por Paz. En el sentido bíblico Paz significa: 
Bienestar total, que implica también tranquilidad serenidad del espíritu.
Esta Paz no depende de las circunstancia. No es un convenio, ni una negociación. No es pacto entre partes para el cese de actos hostiles entre los involucrados en un conflicto (donde la violencia es su característica representativa).

La Paz es un don, viene de Dios, Él la da, el la ofrece y concede y, también, la paz es un fruto que es consecuencia del estar en Dios, de experimentar la presencia de Dios en la vida que hace estar en paz, vivir en paz y procurar actos de paz. 

Así pues, la paz interior es el don de Cristo o un regalo hecho a nosotros (Cfr. Jn 14,27; Jn 20,19). La paz exterior es la relación que nace en el vínculo con Dios que desea que tengamos al relacionarnos con nuestros prójimos para que vivamos con ellos en armonía, en tranquilad mantengamos una amistad buena y sincera (Cfr Mt 5,9; Mt. 12,14). 

La paz es la perfección de la alegría, porque supone el goce del objeto amado. El “objeto” amado, por excelencia, no puede ser otro sino Dios, y de ahí, la seguridad de la paz que brota de tener a Dios en el corazón. 

La paz nos hace ser personas serenas y mantiene al alma en la posesión de una constante alegría a pesar de todo. 

Cuando confías en Dios, aprendes a echar al miedo a un lado y a encontrar la verdadera tranquilidad. 

La paz es el lazo que une al Padre y al Hijo. 

En ese lazo encontramos la calma que permite que nada nos turbe, ni en las circunstancias más extremas, ya que es Dios quien vive en nosotros y su compañía hace que nada nos perturbe pues Él ya venció a la muerte y al dolor. 

La Paz es la certeza de Cristo en el Alma.

San Pablo nos dirá: 
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. (Rom 8,35-39)
Tal convicción permite al alma sostenerse a aun en medio de las más terribles circunstancia en serenidad, calma y sosiego. Hace que en los momentos de mayor turbación no se escabulla la alegría del corazón que es la razón de la existencia en la temporalidad y dispone al alma a la trascendencia.
“Con Dios en el corazón todo es ganancia aun las pérdidas”
Compromiso

No puede ser otro que volver a la Paz en Cristo. Pedirla y recibirla; fortalecerse en ella, abandonar el miedo y arriesgarse a vivir la Aventura del que no teme, y por ello, aun en la adversidad camina como paso firme y con la mirada puesta en el horizonte donde la luz del Señor resplandece aunque de momento no se vea.

¿Qué te roba o te quita la paz?

Ahora es el momento para que dejes de hacer depender tu tranquilidad de las cosas o personas. Es paz es frágil y se rompe fácilmente.

Confía más en Dios y comienza a ser tu Don de Paz para el mundo tan necesitado de la Paz que el Señor da y que tú ya de Él haz recibido.

Yerko Reyes Benavides

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