Ven Espíritu Santo, Consuelo de alto;
ven para no marcharte y quedarte.
Permanece oculto en este corazón
¡Consuelen!
¡Consuelen! Es la voz que resuena en lo más alto del cielo.
¡Consuelen! repiten a una, con Dios, el coro de los ángeles.
¡Consuelen! dices Padre, con tu corazón herido de las penas y tristezas que hasta ti suben de todos los que claman con dolor tu santo Nombre.
¡Consuelen!
Y el Consuelo bajó de lo alto cual rocío de hora temprana, que todo lo cubre en un abrazo de compasión y ternura.
El Consuelo viene de ti Señor, que eres Padre amoroso; en tu compasión lo infundes y haces que tu Amor sea en Él para hacer nuevas todas las cosas y así, en ti por Él, tengan un nuevo existir, más sensible y armonioso, más noble y verdadero, más justo y bondadoso.
Que tu Consuelo llegue hasta nosotros, Padre de gracia; derrámalo sin recato y con el celestial encanto que de ti procede. Haz que todo lo llene de tu divina presencia y así desaparezca del alma y del corazón toda pena, dolor y tristeza.
Ven Espíritu, Consuelo del Padre que en el Hijo eres dado; promesa de Amor divino, realización de vida para el ser humano. Sólo en ti se alcanza la plenitud, que tu gracia procura en el alma y la aviva a ir siempre más allá de lo creado.
Ven Consuelo del alma, que no son las penas las únicas que agobian al corazón, tu acción es necesaria para vivir el gozo del Señor. Eres la alegría que el miedo no roba, la razón para seguir confiando y el motivo para seguir esperando.
Ven Espíritu Santo, Consuelo de alto; ven para no marcharte y quedarte. Permanece oculto en este corazón que busca amar sin condición, sin argumentos y sin razón, pues tú eres su inspiración, el motivo de darse sin restricción y ser de Dios también consuelo.
Ven Espíritu Santo, eres el Consuelo que el hombre clama, el Padre proclama y el Hijo derrama.
Amén
Yerko Reyes Benavides
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