sábado, 8 de junio de 2019

Los Frutos del Espíritu Santo: Gozo

"Para mí, sin embargo, mi propia vida no cuenta, con tal de que yo pueda correr con gozo hasta el fin de la carrera y cumplir el encargo que el Señor Jesús me dio de anunciar la buena noticia del amor de Dios".(Hechos 20,24) 
El gozo es una palabra que proviene del griego antiguo y del latín. 

En griego Gozo o “Xapa” significa “deleite grandemente”. Este deliete no hace distinción entre cuerpo o alma; produce una satisfacción  que compete a todo el ser; por su  parte “Gaudium” –latín, significa “alegría, disfrute, placer". El vocablo latino no deja de recoger en su vínculo con su significación religiosa: “manifestación de alegría espiritual, fruto del Espíritu Santo en el corazón de los creyentes de Dios"

Aunque el gozo no está desligado de su implicación corporal, éste se produce en el alma del ser, en las facultades mas elevadas del alma, porque el Espíritu Santo es el que lo propicia y su acción es que no se pierde incluso en situación de adversidad o tribulación. Es decir, no es un felicidad que dependa de externas circunstancias para exaltar el animo de la persona; no es un sentimiento fortuito o pasajero, sino algo duradero, permanente pues lo sostiene la unión de la persona con Dios.

Así pues, Gozo es la alegría o el entusiasmo que se experimenta normalmente fruto de tener a Dios en la propia vida, y sentirse amados y bendecidos por él. 

Esta Alegría emana espontáneamente del amor, cual perfume de la flor, la luz del sol, el calor del fuego, da al alma un gozo profundo, producto de la satisfacción que se tiene de la victoria lograda sobre sí mismo, y del haber hecho el bien. Esta alegría no se apaga en las tribulaciones crece por medio de ellas. Es alegría desbordada. 
¿Cómo podemos hacer distinción entre este fruto del Espíritu y la alegría, la diversión y los momentos placenteros que se disfrutan en la vida? 
Según la experiencia de Nehemías y de todo el pueblo, el gozo del Señor viene como resultado de una actitud de consagración y entrega a Dios y a su plan para nuestra vida. Ese gozo inunda el corazón cuando uno está dispuesto a compartir todo lo que Dios le ha dado con los que no tienen nada. 

El apóstol Pablo lo encontró cuando se dedicó sin reservas ni egoísmo a seguir la "carrera" y cumplir el "ministerio" que había recibido del Señor (Cf Hch 20,24). 

Este Gozo nace en el alma de la persona y tiene en el Espíritu Santo su sustento, por tanto es permanente, no se agota, no se extingue, nada lo quita, ni nadie lo puede acabar. 

No es una “felicidad” pasajera como las cosas efímeras que procura el mundo. Al gozo, en su realización y ejecución como fruto le acompaña las actitudes y actos que proviene de la paz. 


Compromiso

Vivimos en tiempos en que la “felicidad” se vende como un producto, está amarrada al tener o al poseer. Se gana como premio y muchas veces es fruto del azar. Con razón nuestro tiempo es un tiempo marcado por codicia, la avaricia, el egoísmo, la egolatría; por una parte, y por la otra, la desolación, la tristeza, la indolencia, la indiferencia, el desgano, la agresividad y violencia, y la depresión y la queja. 

El gozo es consecuencia: ¿de qué? de la presencia eficaz del Espíritu Santo en la propia vida. Pedir felicidad a Dios, entra dentro de nuestro no saber pedir al Padre, observación hecha por el mismo Jesús. 

Pablo nos dirá: 
“De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestras debilidades. Es cierto que no sabemos qué debemos pedir, pero el Espíritu ora por nosotros con gemidos tales que no se pueden expresar con palabras". (Romanos 8,26)
No te puedo pedir que empieces a vivir en “alegría”. Eso no es mi competencia. Mi facultad es decirte: comienza a tener una experiencia más viva del Espíritu en tu día a día “todo lo demás se te conferirá por añadidura”. 

Yerko Reyes Benavides

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