lunes, 27 de mayo de 2019

Tú María, la cruz y tu Hijo

"Aunque todos te hayan abandonado, 
al pie de tu Cruz estoy, que soy tu Madre"

No todo en tu vida, Madre y Reina, fueron gozos y alegrías. También hubo momentos de tristeza y agonía. Sobre todo, cuando a tu propio Hijo, el fruto bendito de tu vientre, en un madero, sin queja alguna, a todos perdonaba y su vida entregaba, para que aquellos que al Él fueron entregados por el Padre, ninguno, ni uno sólo se perdiera.  
Tu Corazón desgarrado, tu rostro desencajado, tu alma resquebrajada, miraba con desolación, más no sin fe, aquella terrible escena. Nada podías hacer, más que como Madre tus ojos fijos en el posar, y sin lenguaje verbal, decirle, con el corazón en la mano:  
“Aquí, hijo mío tu Madre está; sólo no estás, aunque todos te hayan abandonado, al pie de tu Cruz estoy, muriendo mi alma está contigo, sacrificio que también yo misma ofrezco en rescate de humanidad completa”.  
Aunque el mensaje esté claro, y difícil sea de aceptarlo, sólo en la agonía habrá remisión, el perdón de los pecados, puesto que aunque Dios de humillación no eres, ni la quieres para tus hijos, en el acto humilde del abandono de todo orgullo, brilla resplandeciente la luz de tu Amor que a la vida da orientación y sentido.  
Madre, tómanos de la mano, permanece a nuestro lado también en nuestras horas de dolor, sufrimiento y agonía y, llévanos a las alegrías y gozos de tu Hijo. 
Amen

Yerko Reyes Benavides

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