domingo, 26 de mayo de 2019

Una Madre nos Dejas

"Solos no nos dejas, 
y aunque te vas para así quedarte, 
una Madre nos dejas"

Tantas son las cosas que pueden llegar a oprimir un corazón, aunque éste esté cimentado en la roca sólida de la fe.  
Muchas son las vicisitudes que el ser humano en su peregrinar por el mundo vive, algunas de ellas las padece como verdaderas tragedias que a su corazón llenan de congojo.  
Este espíritu jadeante, de naturaleza indómita y a su vez de frágil condición, le falta alguien y de él anhelante queda, que no renuncie, que no se canse y no descanse en conducirle, y de la mano llevarle suave y sutil a los prados del amor, en donde abunden manantiales de aguas cristalinas que refresquen un instante su esperanza y renueven la confianza en Dios, su bondad.  
En el horizonte de este crepúsculo espiritual, apareces tú, Señor Amado, con tu caminar seguro y tu paso firme. Marcas el camino para el alma cansa, por donde ha de pasar en pos de ti, que te adelantas y subes al cielo y en lucero de un nuevo y eterno amanecer te conviertes.  
Solos no nos dejas, y aunque te vas para así quedarte, una Madre nos dejas. Ella será compañera segura, refugio y descanso en las horas duras y aciagas. Tu amor en ella prodigas y ella nos susurra al oído cual brisa de temprana primavera:  
“Toma mi mano y de ella no te sueltes, camina conmigo, ponte a mi lado, vayamos juntos al encuentro del Amado”.  
Virgen María, Madre mía, tu amor inquebrantable sea consuelo hoy y siempre; renueva por él en mi la fe y la esperanza y no me dejes solo en el camino del amor; ayúdame a hacer en todo y con todos, como tú, la voluntad del Padre, por el Hijo en el Espíritu Santo. 
Amén

Yerko Reyes Benavides

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