“Aunque quedemos en silencio
y tu nombre no pronunciemos
tu amor siempre estará,
no nos abandonará
porque nos guardas en tu pecho,
que de Madre, tu corazón está hecho”
De esperanza y encanto están hechos los sueños que son los más hermosos, Madre. Y uno de los más sublimes es el que se sueña en ti, recibiendo los gozos de las promesas ya cumplidas y las alegrías del Reino de tu Hijo.
Hija de Dios eres con nosotros, pero en tu presencia ni el suave y delicado perfume de jazmines, se compara con el fino y sutil aroma que tu amor deja cuando pasas por el alma, la vida y el corazón de los que confían en tu maternal intercesión.
No dejas quieta el alma de quien busca a Dios. Acompañas su caminar, sostienes su esfuerzo y animas su deseo, para que no desista en su empeño de un día estar en plenitud y alcanzar ya sin tristezas, penas ni temores la gloria de tu Hijo, el Amado.
Tú sales al encuentro de todos, para que ninguno se quede sin llegar a Dios. Tú propicias la conversión del corazón y alcanzas, mediadora de bondades, el perdón del Señor, la gracia y la reconciliación.
Aroma celestial, a flores de jazmines, claveles y rosas, impregnan los rincones más íntimos del alma que a Dios cobija en sus habitaciones. Tú Madre de ternura la dejas lista para que en ella el Amor de Dios abunde, cual fragancia celestial.
Ayúdanos a ser perfume fino y aroma suave que grato sea a Dios. Que a nuestro paso quede la estela de bondades y amores dados que marquen el camino que nos pone delante de tu Hijo, el que nos da la vida en abundancia.
Amén
Yerko Reyes Benavides
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