"Cuando venga el Defensor,
el Espíritu de Verdad que procede del Padre,
Él dará testimonio de mi"
(Jn 15,26ss)
¿Cuánto sabes sobre el Espíritu Santo?
Quizá algunos puedan decir “mucho”, más de lo que puedes imaginar. Otros, quizá, respondan: “lo suficiente”. Pero un gran numeró de nosotros diremos “lo básico”, “lo indispensable”.
Si, tienes razón, ahora viene una pregunta inevitable: ¿Qué nociones se abarcan en lo básico? ¿Cuánto es el conocimiento que puede haber en “lo indispensable”?
No es tanto, lamentablemente; en lo básico, la gran riqueza del don Divino conferido en la Presencia real del Espíritu Santo queda inoperante, desaprovechada, en última instancia sin frutos.
“Si supieras, querido amigo, lo que has recibido, no estarías ahí, ahora, lamentándote”.
Del Espíritu Santo sabemos que es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. También que es Dios, uno junto al Padre y al Hijo.
Al Espíritu Santo lo recibimos el día de nuestro Bautismo y ratificamos su presencia en nuestra vida en el sacramento de la Confirmación y, a la persona que lo recibe le confiere 7 dones.
Eso vendría siendo lo básico.
La Iglesia una vez al año celebra su fiesta. Lo hace 50 días después de la resurrección; diez días después de la Ascensión de Cristo a los cielos. Es junto con la Resurrección y la Natividad una de las tres fiestas en el Calendario litúrgico, que la Iglesia las celebra haciendo Vigilia.
Podríamos seguir dando algunos datos adicionales que demuestre que alguna noción si tenemos sobre quién es, qué hace y cómo la iglesia celebra la presencia del Espíritu Santo. Sin embargo, sería rebuscar, y con gran esfuerzo, en un baúl que guarda muy pocas cosas.
Te propongo hacer un rápido y sencillo ejercicio. Habrás notado que dentro de las cosas que dijimos saber sobre el Espíritu Santo está esta: Él confiere 7 dones.
Rápido: enuméralos, sin equivocarte y sin repetirlos.
¡Sencillo! ¿Logrado?
Para muchos no. No es materia aprobada.
Del Espíritu Santo Jesús nos dice:
”De estas cosas les he hablado mientras he estado con ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará en mi nombre, él les enseñará todas las cosas, y les recordará todas las cosas que les he dicho” (Jn 14,25-26)
E insiste:
“Cuando venga él, el Espíritu de la Verdad los guiará a la Verdad plena” (Jn 16,13).
¿Cómo hemos de llegar a la plenitud de la Verdad que a la que el Espíritu Santo nos conducirá, si él para nosotros es un “gran desconocido”?
Estamos en el tiempo en el tiempo propicio para descubrir en nuestra propia vida la acción divina que por medio del Espíritu se puede realzar en nosotros, por nosotros y a través de nosotros. Sin embargo, la ósmosis nos es una opción para nosotros y nos toca, como en todo: pedir, buscar, y tocar (Cf Lc 11,9-13); es decir: investigar, indagar, leer, estudiar y aprender; y todo esto en un proceso que implica más que aprenderse un catecismo.
Aprovechemos que estamos en los días en los que la liturgia de la iglesia nos plantea la espera expectante de la efusión del Espíritu en nuestras vidas.
Lo que nos lleva a enfatizar, y de ahí la urgencia de apretar el paso en nuestro Itinerario Espiritual, puesto que: anhelamos lo que ya tenemos; pedimos lo que ya se nos dio; aguardamos al que ya habita en nuestra alma; esperamos al que nos espera a nosotros paciente en nuestro propia existencia, ahora y aquí.
Finalizamos este recordar lo que ya sabemos, con una frase que nos resulta del todo familiar: “Nadie ama lo que desconoce”. Y si el Espíritu Santo es del alma su más grande desconocido, poco podremos dar frutos de abundancia tal como nos lo pide Jesús.
Por cierto, ¿Sabes cuáles son los Frutos del Espíritu Santo?
Yerko Reyes Benavides
Nota:
Los dones del Espíritu Santo son:
Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Piedad, Temor de Dios, Inteligencia y Fortaleza.
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