"A flores de Jazmín y Cerezo huele la eternidad;
Breve como de Dios un suspiro es la Vida.
Mas en tu femenina presencia, Virgen María
los días expiden aroma a Divina Eternidad.
En ti, Madre, encontramos el encanto
de desear lo que está más allá de lo que pasa
con rápido apuro por nuestras manos y se desvanece,
dejando al corazón con la sensación de haber perdido
más que ganado o triunfado.
Sólo en ti, mujer de encanto virginal,
que a Dios consagraste los días y la vida,
el corazón encuentra el sentido de vivir
en el mundo soñando el Reino que latente ya está.
A flores de Jazmín y Cerezo huele la eternidad;
Divinidad en el alma encarnada
que al Verbo acoge sin penas ni debilidad.
Perfume a divinidad la vida adquiere
de aquel que a ti en su corazón atesora,
como escapulario de flores
de especial encanto,
que a cada paso,
donde la vista se pierde
ahí destello al Todopoderoso encuentra y
armonía con lo que contempla
a Dios proyecta en aromas
que a divina presencia enamora.
A Flores son los aromas
que en el camino los hombres encuentran,
consiguen y recogen;
de tus perfumes que esparcidos dejas
se visten, revisten, y bañan
y en ellos lo humano se exalta;
de lo divino se llena
el alma se hace más y más
de Dios su imagen y semejanza.
Eso haces Tú, Dulce María,
de Nazaret venida
Madre de la humanidad;
que la bañas toda cual rocío del alba
de tu celestial fragancia
para que nadie se quede sin el delicado aroma
ese que a cielo perfuma,
a Reino, y en la hora última a Divinidad.
(Amén)
Yerko Reyes Benavides
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