lunes, 31 de diciembre de 2018

Reflexión: Un 31 de Diciembre

"En Dios no existe el tiempo: ni ayer, ni hoy, ni mañana. 
La Eternidad es suya y esta no se marca 
por las agujas de un reloj o las hojas de un calendario. 
Dios es Alfa y también Omega
No como una linea que uno dos puntos, 
lo es a la vez"
(Yerko Reyes Benavides)

El 2018 está llegando a su fin; al menos eso es lo que se dice por todas partes.

A lo que pienso: no, no es un día diferente al resto de los días del año. No trae ni más ni menos horas; los minutos no corren más rápido, ni los segundos más lento. No hay acontecimientos cósmicos extraordinarios que no se correspondan al orden natural del universo.

Con sus 24 horas normales, siendo un día más, como otros tantos, no pasa nada si buscamos alejarnos de la algarabía de las supersticiones con las que este día se ha revestido. Escaparnos un rato de la vanidad del consumo indiscriminado; ¿consumo de qué? de lo que sea. Refugiamos dentro de nuestra intimidad y ahí respirar tranquilos un buen rato, pues sólo ahí podemos ser, sin más. 

Estando en nuestro yo y mismidad, nos da la oportunidad de agradecer lo que se nos ha dado, lo que por nuestro esfuerzo y mérito hemos alcanzado y, de paso aprovechamos para hacer consciencia de que los días por venir, dependerán de nosotros mismos y de la gracia de Dios que haya en nuestro interior; esa que hemos propiciado y que seguiremos buscando.

Lo necesitamos, ¿qué? un poco de silencio. Por tal motivo nos damos un chance, en medio del cúmulo de cosas con las que atiborramos este día, para pedirle a Dios que no nos falte su auxilio, su gracia y misericordia.

Renovados en voluntad espiritual, hacernos el propósito verdadero de ser causa y ocasión de los cambios y la transformación que este mundo necesita, claro está, empezando por propia casa.

Así pues, no te voy a decir lo que se suele decir este día: "te deseo lo mejor"; "que la suerte te acompañe en el venidero año"; "Que el próximo sea mejor que este que termina"… etc.


No, porque me siento tu amigo y tu hermano, y por eso, no voy a colaborar contigo en tus creencias mágicas, ayudándote a invocar los inexistentes dioses de la "fortuna" y "el azar".

Lo que si voy a hacer en este día es pedirte que te detengas conmigo y me acompañes un momento y juntos nos demos cuentas que la vida es perfectible, es decir que siempre se puede ser mejores, y que eso no depende de la suerte, sino de un trabajo constante; la intervención consciente en la propia existencia: la mía, la tuya; la de muchos (familia por ejemplo).

¿Quieres un año nuevo mejor?: mejora tu condición interior, la calidad de vida espiritual que llevas y, lo demás llegará a ti solo. Te lo repito nuestra humanidad está dotada de una hermosa virtud: como personas siempre podemos ser mejores y se nos da el regalo del tiempo (sólo que este pasa rápido, y la vida se nos puede ir en un suspiro; no nuestro, sino el de Dios).

La perfectibilidad está en cada uno de nosotros y el mismo Jesús la reclamó al ver que las personas en vez de surcar los cielos con sus alas desplegadas, prefería pasarse la vida picoteando las migajas del suelo.

El primer paso en el itinerario de la perfectibilidad es la introspección, es decir hacer el camino hacia nuestro propio interior; ya te lo había dicho.

Esto no lo realizamos con tanta frecuencia, ni si quiera en cuaresma, porque hacer ese recorrido es, con toda seguridad encontrarse con cosas que no nos van a gustar de nosotros mismos y que ameritarán un verdadero trabajo; algo en lo que no estamos dispuesto a invertir ni tiempo ni recursos. A la final terminamos diciéndonos, que es nuestra torpe manera de justificar nuestra decidía: “¿para qué? ¡Así estoy bien! ¡El que me quiera que me quiera como soy!.

Si de verdad quieres que el venidero año sea algo diferente, no te vista de amarillo; no saques con desafuero y desesperación unas maletas a la calle (te ves ridículo, te lo digo con cariño), ni tampoco te atragantes con uvas pidiendo un deseo para cada mes del año. Eso no funciona. Ninguna de esas cosas va a marcar ninguna diferencia. Lamento quitarte la inocencia: la “diosa fortuna” no existe.

La que si existe es tu determinada determinación de hacer la diferencia. Esa cuesta. Pero cambiando tú cambias todo lo demás. 

Entonces, en este día que lo diferente no sean los rituales que utilizas para invocar el “azar y la "fortuna”. A las doce de la noche lo único que pasará es que la tierra emprenderá una vez más como lo ha hecho desde hace millones de años un nuevo ciclo de traslación. 365 días le llevará  darle una vuelta más al sol; nada más. Los que vaya a pasar en ese período te tiempo no de penderá ni de los astros, ni del cosmos, ni de los demonios danzantes, tampoco del azar, sino sólo de ti. 

Hay en el mundo problemas reales que necesitan gente consciente, dispuesta a esforzarse para que en el tiempo que dura esa traslación haya menos gente pasando hambre, más personas con trabajos estables, que las instituciones cuya misión es servir a la comunidad, funcionen; que los políticos dejen la retórica trasnochada y que su verborrea no sea distracción para llenar sus bolsillos con el erario publico y de verdad se ocupen del bienestar de los ciudadanos. Que la educación llegue a todos, que la gente que vive situaciones de indignidad y humillación puedan ser ayudados para mejorar su calidad y condición de vida; que haya medicinas en los hospitales y comida en los anaqueles.

Cuando entiendas que el protagonista de tu existencia eres tú mismo y no la fortuna, la magia, los mitos, los ritos esotéricos que practicas entonces, sólo entonces por fin un ciclo nuevo para el universo comenzará, porque con tu “metanoia” habrá un cambio sustancial traerá un “big bang” espiritual que estremecerá el universo.

Y mi saludo del fin del ciclo de traslación de la tierra en este 2018, lo que tu llamas año, hoy será, lo que en otras ocasiones me has leído:
Piensa – Medita – Ora – Decide – Actúa. 
Con mucho respeto y consideración de mi parte para ti, que a la final te aprecio mucho, y ese cariño está presente hoy y siempre.

Yerko Reyes Benavides

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