Te hiciste humano
y tanto fue lo que aceptaste por nosotros
que te hiciste uno con todos
tan cercano y a la vez tan extraño.
Una noche llegaste y el cielo iluminaste
porque aunque el mundo te aguardaba
preferiste en la historia en sigilo entrar:
cielo y nubes los testigos de tu llegada
y en el firmamento un estrella te anunciaba.
Dios se hizo hombre
y de su fragilidad se revistió;
en manos de mujer su divinidad entregó:
la humanidad que recibía a María confió.
¡Qué extraño!
Dios hecho humano
¿Qué pasaría en el cielo para que lo divino
abandonara la comodidad de la eternidad,
y de precariedad se revistiera?
Nada dicen los ángeles,
y lo confirman los arcángeles,
Dios de amor se llenó y no contuvo
el deseo de hacerse uno con lo amado:
el ser humano.
Uno como nosotros:
Dios de Amor.
Lo extraño ya no es ajeno;
dos naturalezas incompatibles
en tu corazón las reuniste
al hacerte uno de nosotros.
Aquella noche llegaste sigiloso
y la bondad en naturaleza caída resurgió
porque lo divino se hizo humano
y lo humano al fin lo divino tocó
y en lo profundo de su existir se estremeció
Humanidad ahí quedaste
prendada del amor excelso,
del Dios hecho hombre
que por ti en amor se dio
para que la eternidad tuya fuese
por siempre y para siempre.
Yerko Reyes Benavides
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