Yo te saludo María, como en aquella ocasión lo hiciera el Ángel: eres de Dios, la Llena de Gracia, el Señor está contigo; en ti su Amor se ha desbordado más que en todos, tu nombre sea Bendito, Bienaventurada del Señor pues en ti el Todopoderoso puso su Morada Santa.
Yo te saludo Delicada Flor de suave y sutil fragancia, que perfuma con su aroma este “Valle de Lágrimas”; sembrado tu existir en el Jardín de la humanidad, brote de renuevo eres para cada hombre y mujer. Semilla que al florecer el fruto de un nuevo amanecer traerá: al Salvador, al Hijo de Dios.
Yo te saludo Mujer Sencilla, y aunque en mi saludarte no te encumbro a un trono de “omnipotencia”, exalto tu humana belleza, la que el corazón de Dios conquistó. No soy digno de estar contigo, tu oblación me sobrepasa, no puedo ponerme a tu lado; mas permíteme besar tu mano, Reina en virtudes forjada, como signo de mi reconcomiendo, admiración y cariño.
Yo te saludo Dulce Muchacha, de Nazaret concedida a la humanidad, a todos quienes no perdieron jamás la esperanza, los nobles de corazón que aguardaron sin desfallecer a la Doncella del Señor que vendría con la Buena Noticia de la Redención; la niña que diría al Dios Altísimo: “Aquí estoy, soy la sierva del Señor”.
Yo te saludo María, y en este saludo me pongo bajo tu amparo y protección, anhelo tener la convicción, la fuerza y el valor que Tú tuviste para responder al plan de salvación del Señor con la determinación de quien en él se abandona y confía por entero.
Yo te saludo Madre, acompáñame a recorrer el camino del Amor, el que tú Hijo nos legó; el que tú con Él viviste; ven también conmigo, llévame de tu mano, contigo iré seguro al encuentro del amado, el Tesoro de tu corazón en el mío.
Amén
Yerko Reyes Benavides
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