sábado, 14 de septiembre de 2019

Silencio

Enséñame Señor el valor del silencio, lugar que prefieres; en él te resguardas, esperas paciente, para que todo el que te busque, ahí te encuentre.  
Enséñame Señor a guardar silencio, acallar los ruidos que distraer mi atención, y me hacen perder la orientación del lugar a donde voy. Distracción son el ruido y la algarabía que alejan al espíritu de tu voz, el murmullo suave de tu amor en mi interior.  
Enséñame Señor a permanecer en silencio, no decir nada, no es quedar sin palabras, sino hacer una pausa; dejar que en el silencio escrutes mi alma y al quedar delante de ti expuesta, cada palabra tenga propósito, intención y compromiso al ser pronunciada.  
Enséñame Señor a escucharte en el silencio; sólo en la quietud y en el sosiego de un silencio deseado, aparece la melodía imperecedera de tu corazón que se esconde sin intención, de la jerga de los que impostan su voz.  
Enséñame a querer estar en silencio, la ausencia de sonidos no es soledad, sino la oportunidad de hallar en la quietud la conciencia de estar en ti, que me haga seguir adelante; las razones que alimenten mi fe y las certezas para esperar en tus promesas.  
Enséñame Señor a aceptar tu silencio, el que dejas cuando tu voz no aparece. No es que estés ausentes, simplemente el silencio es lección que das y lleva al pensamiento a buscar discernimiento, oportunidad de aceptación, no más pretensión, ser delante de ti sin más justificación que la necesidad de amarte y que me ames.  
Enséñame Señor a hablarte con el silencio, no más discursos, ni palabras interminables; sólo el silencio de ser sin más delante de ti. Mirarte y que me mires; es mi anhelo, el diálogo que espero. En tu mirar sereno mi alma quedará exaltada y ya no será mi voz la que al final rompa este silencio sino mi vida entera. 
Amén

Yerko Reyes Benavides

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