Día especial es hoy, para no olvidar a compañera regia y excelsa, que tu amor, Señor, nos dejó cuando en la Cruz tu vida entregabas; y allí estaba María; la Dulce Niña de Nazaret, la que en tu divinidad amaste antes de encarnarte y la que en su humano amor su vida a ti consagró.
En tu hora de entrega, de todo te despojaste, ni si quiera te quedaste con el último consuelo: el amor de Madre; que a los pies de tu agonía contigo moría; la diste a ella contigo también en ofrenda de redención.
Mujer de templanza y fortaleza, de ternura y también de compasión. No las diste por Madre cuando a Juan la entregaste y a la humanidad entera dijiste: “Ahí está tu Madre”. Y desde ese instante, Tú María, mi dulce Madre, en el Calvario abriste tu corazón para cobijar en él a todo hombre y mujer, de hoy, de ayer y también de mañana.
Madre, acompáñanos, hoy en nuestro caminar; ayúdanos a ser testigos de la gracia que desde la Cruz recibimos; puesto que redimidos fuimos en Cristo, tu hijo, para ser libres y no esclavos: herederos de su Reino.
Aleja de nuestro espíritu el miedo, infúndenos el valor que Tú misma tuviste; aleja la maldad de nuestra vida, no nos dejes jamás de tu mirada ausente, ni permitas que nuestra alma ante la adversidad se pierda en rabias, odios o deseos de venganza.
Hijos de tu corazón permítenos en todo ser y así poder como tú, amar y perdonar incluso a aquel que nos lastima: Evangelio hecho vida.
Que así como en ti reconocemos tu maternidad divina, así en nosotros oculto no quede y se note el Amor de Cristo en todo lo que somos, hacemos y sentimos hoy, ahora y siempre.
Amén
Yerko Reyes Benavides
No hay comentarios.:
Publicar un comentario