Ante ti Señor,
caigan rendidos los odios y las enemistades entre hermanos,
que el sentirnos humanos sea razón suficiente para tendernos la mano.
Ante ti Señor, mi rodilla se doble, todo mi ser se incline, mi existir a ti se entregue; mis pasos en este andar hacia ti se orienten; cuerpo, alma y mente a ti queden consagrados por siempre.
Ante ti Señor, mi orgullo se doblegue, mi soberbia desaparezca, la prepotencia de mis ademanes se allane; que la mordacidad de mis palabras en suaves caricias se transforme; la rigidez de mis percepciones se corrija y la dureza que haya en mi corazón se suavice.
Ante ti Señor, mi vida se exalte, mis sentimientos se eleven, se agranden mis anhelos y mis sueños se ensanchen para cobijar en ellos un mundo nuevo.
Ante ti Señor, mi alma esté siempre alegre y mi espíritu se regocije y esté dispuesto. Desaparezca el miedo y la desconfianza; avive en mí la esperanza; florezca en este desierto, cual árbol frondoso, la fe, la misma que mueve montañas.
Ante ti Señor, las circunstancia que oprimen mi pecho, se conviertan en razones y argumentos para seguir confiando en que todo pasará, y un nuevo amanecer pronto contemplarán los que en ti esperan y en tu nombre anuncian la buena nueva de tu Reino que ya llega.
Ante ti Señor, caigan rendidos los odios y las enemistades entre hermanos, que el sentirnos humanos sea razón suficiente para tendernos la mano.
Ante ti señor surja en el corazón de toda persona la convicción que no hay nada mejor que convivir en armonía haciendo presente en el actuar de cada día la paz, la justicia y sobre todo la Misericordia Divina.
AménAnte ti Señor, mi vida toda caiga rendida, y a tus pies ofrecida sea por ti recibida, glorificada y exaltada y llevada a la cima de tus amores.
Yerko Reyes Benavides
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