martes, 27 de noviembre de 2018

Etty Hillesum: "Dios y Una vida entregada"

He leído muchos escritos que hablan de cómo fue el despertar místico de esta jovencita a quien han pincelado sus biógrafos como una chica de época, de aquella época, me refiero, que hubiese pasado desapercibida por los recovecos de la historia sino le hubieran sobrevivido sus escritos: un diario.

Este diario lo comenzó a escribir en 1941 y su ultima anotación fue un trazo, unas pocas palabras que lanzadas a las vías de la calle en un nota. El 30 de Noviembre de 1943 dejó una pequeña pero sugerente nota a una de sus amigas. Nota que fue recogida por mujer que iba de camino y que tropezó con el camión que llevaba a los que en esa mañana sería ejecutados en las cámaras de gas Nazi en Auschwitz. 

La nota decía: 
"Hemos abandonado el campo cantando".

Esta frase hubiese podido perderse en el tiempo sin mayores consecuencias, sin embargo, hoy es para nosotros una frase que desafía nuestra seguridad y pone en alerta la convicción con la que vivimos ciertos desafíos, a los que llamamos: tragedias, penas y sufrimientos.

Me valgo de esto para decir, que no quiero, acá, aventurarme a hacer una interpretación de los escritos de Etty, a la final serán siempre mi subjetivo mundo interior el que termine hablando y su impacto será para mi. 

Invito al  lector, que se toma el tiempo para mirar estas lineas escritas con torpeza, a hacer esa interpretación que ahora evito.  Anhelo sea la misma Etty  quien provoquen la reflexión que lleve a conclusiones sugerentes para la vida, la que hoy llevamos.

Dejo, a continuación, algunos extractos breves de esos escritos que nos hablan de vida en abundancia, vivida con plenitud en donde la muerte imperaba:
“Este retirarme a la celda cerrada de mi oración se convierte para mí en una realidad cada vez más intensa, en un hecho cada vez más objetivo. La concentración interior construye altos muros, dentro de los cuales me reencuentro conmigo misma y con mi propia unidad, lejos de toda distracción. Y puedo imaginar un tiempo en el que estaré arrodillada días y días, hasta no sentir estos muros en torno a mí, que me libran de deshacerme, perderme y arruinarme”.
(18 de mayo, 1942). 
“Dios, por su parte, no es responsable de los absurdos que nosotros cometemos. ¡Los responsables somos nosotros! He muerto ya mil veces en mil campos de concentración. Sé todo lo que pasa y ya no me preocupo de las noticias que pueden venir: de un modo u otro, lo sé todo. Y sin embargo, encuentro la vida bella y llena de sentido. A cada instante”. 
(29 de junio, 1942)
“Ese pequeño fragmento de eternidad que llevamos en nosotros mismos puede ser evocado tanto con una sola palabra como con diez voluminosos tratados. Soy una mujer feliz y canto las alabanzas de esta vida –¡sí, ha leído usted bien!–, en el año del Señor –todavía y siempre del Señor– de 1942, enésimo año de la guerra”.
(20 de junio, 1942) 
“Y quise añadir esto: creo haber llegado poco a poco a aquella simplicidad que siempre he deseado”. 
(21 de julio, 1942) 
“En mi vida hay sitio para muchas cosas. ¡Tengo tanto sitio, Dios mío! Al atravesar hoy estos pasillos abarrotados, he sido presa de un impulso repentino: he sentido deseos de arrodillarme en el suelo en medio de toda esa gente. Es el único gesto de dignidad humana que nos queda en esta época terrible: arrodillarnos ante Dios”.
(23 de julio, 1942)
Yerko Reyes Benavides 

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