"Déjeme ver el tenue destello de la luz
que proviene de lo humilde"
Por si Señor soy invitado a la grandeza que se encuentra y sólo se haya en la humildad de la entrega, que hace de lo cotidiano lo extraordinario revistiéndolo de bondad, compasión y perdón.
Es lo que tú hacías en tu día a día, Jesús y, por eso, en esta oración ahora te pido: la gracia necesaria para hacer de mi jornada una que sea muy parecida a la tuya: a semejanza de ti.
Que no me centre tanto en lo material, que no me esfuerce por adquirir las riquezas de este mundo, a las que la que la polilla corroe y en la que el ladrón pone su atención a riesgo de perder su único tesoro.
Que no busque los aplausos y los reconocimientos de los hombres, ni de los “encaramados” del mundo: puesto que el sonido de las manos al aplaudir se pierde en el viento y rápido se olvidan porque el hombre encumbra y rápido destrona.
Que no tenga interés de los amigos de los bienes, de los que en los tiempos de bonanza están.
Señor que no sea yo el que utilice a la gente para mis intereses, que no busque ser conocido por los ricos.
Señor, que sean los pobres, los humildes, los marginados, los relegados y olvidados, incluso los humillados y los que nada tienen y en ti se abandona mis más grandes amigos.
Los que se considera grande en este mundo quizá, en ocasión perdida mi nombre dirán y lo olvidarán como se olvida un suspiro.
Sólo los más humildes de este mundo, los pequeños y los olvidados por todos serán los que mi nombre pronunciarán cuando a ti vayan y tú salgas a su encuentro.
Dame Señor la grandeza de las cosas pequeña, de lo sencillo, de ser de “aquellos”, de los que valen a los ojos de Dios.
Déjeme ver el tenue destello de la luz que proviene de lo humilde, pues ahí siempre estás Tú, y contigo por siempre quiero estar.
Dame Señor la grandeza de la humildad.
Amén
Yerko Reyes Benavides
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