martes, 2 de octubre de 2018

María, Dulce Madre mía


Oración de la Noche:

En estos días que han pasado, los más cercanos, ahora caigo en cuenta, más allá de un Avemaría, fugaz: ¿Cuántas veces, Virgen María, a ti he acudido, para contigo compartir un momento de entrega espiritual? 

No muchas, creo, no recuerdo y, aunque tu entiendes mejor que nadie mis silencios, puesto que en tu pecho late un corazón de Madre, no está de más en mi oración te tenga presente y a ti acuda, no sólo cuando en necesidad me encuentre sino también para compartir mis alegrías y mi alma serena. 

Cuando era niño, y muchas veces tú también seguro lo viviste, no conmigo pero sin con alguien a quien admiro; y tropezaba y caía, mi madre corría a levantarme, me besaba con ternura las heridas y me decía: “sigue adelante, tú puedes”. 

Ahora seriamente me pregunto: ¿Será que no madure y como niño quedé, que cada vez que tropiezo ahora siendo hombre, espero a que tú salgas corriendo y me levantes? ¿Acaso aunque en el cuerpo madure no así en el alma y espíritu y, ahí sigo siendo el mismo niño? 

María, Dulce Madre mía, tienes por voluntad tuya seguir corriendo presurosa ante el tropiezo de tus hijos a tenderles la mano y así levantarlos. 

Gracias Madre porque así en la eternidad lo quisiste, quedarte conmigo, y no olvidarte de tus hijos que todavía necesitamos el auxilio espiritual de quien fuera la Madre del Hijo de Dios. 

Lo reconozco, Virgen María, ingrato a veces soy y de ti me acuerdo como lo hago con Dios cuando me falta el aliento. 

Enséñame en esta noche a disfrutar de tu presencia y del toque suave de tus manos también en las alegrías y en los días de sosiego y calma. 

Amén
Yerko Reyes Benavides

No hay comentarios.: