domingo, 21 de octubre de 2018

En tu día, Señor


Señor Jesús hoy despierto con un profundo deseo de encontrarme contigo en la intimidad no sólo de mi oración. Me alienta el deseo de tenerte cerca y tan mío como sea posible y apuro las ganas de ir a tu encuentro en la Eucaristía. Que mis ojos te contemplen sacramentado, haciéndote uno entre nosotros, al alcance de nuestros corazones anhelantes de tu amor. 

Contemplarte presente en tan sublime misterio me recuerda y me hace estremecer, puesto que me veo y me siento lejano de dar tan grande testimonio que tú me das: “No he venido a ser servido sino a servir”; y aunque en los actos litúrgicos de los templos pareciera que nosotros nos convertimos en tus siervos y a ti vamos con nuestra petulancia, creyendo que te hacemos el favor de nuestra presencia; eres tú el que se convierte en entrega y donación; perdón para nuestras transgresiones que son muchas –más de las que reconocemos- misericordia y gracia; lavas nuestra alma y no nuestros pies, limpias nuestras arrogancia. 

Que orgullo el nuestro en decir cada vez “voy a misa” cuando en realidad eres tú quien viene a nosotros y a nuestro alcance te pones. Adoración, culto y rito son nuestra pretensión de suficiencia, más tú en el incruento sacrificio del altar nos sigues dando ejemplo de humildad. 

Tu Palabra es mi alimento, tu gracia la que fortalece y mueve mi alma. Necesito de tu amor Señor: enséñame a amarte a ti y en ti a mis hermanos. Renuévame interiormente, que del templo salga reivindico puesto que te he comulgado, es decir me he hecho uno contigo y tú un en mí que es más que sólo recibir una hostia, que siendo signo de unidad muchas veces carácter mágico le doy. 

A tu lado quiero estar y contigo Señor y mi vida pasar y, no sólo porque al templo asisto un este día en que de precepto me dicen que es, sino porque en mi corazón renovar tu bondad y ternura quiero y vivirla a plenitud con mi familia y mis hermanos por siempre. 


Amén


Yerko Reyes Benavides

No hay comentarios.: