jueves, 31 de mayo de 2018

Ni temor, ni frustración sino Esperanzas

¿Cuantas veces no son justamente nuestras frustraciones las que toman posición de nuestros pensamientos, los dominan y los someten?

Esto sucede con tanta frecuencia que ni si quiera nos damos cuenta que nos estamos rindiendo a nuestras negación, haciendo de nuestras incapacidades las dueñas de nuestros días, de nuestros no "haceres", de las cosas que dejamos pendientes "para cuando hayan ganas" o "las circunstancias cambien".

En esto se nos puede ir la vida, y vivir día a día en negación, en una soslayada desesperación, en un desasosiego espiritual continuo, que nos domina, que toma posición de nosotros e instala la tan temida desesperanza que llega a nosotros sin ser querida, pero apodera de todo cuanto sentimos, pensamos, hacemos, e incluso niega la posibilidad que hay real de que despierten sueños y anhelos, tan propios de las personas de fe.

El miedo es mal consejero. El temor es mal compañero. No hay nada que limite la capacidad incalculable del alma que estos dos enemigos del Espíritu que mora dentro de nuestro corazón. Se repliega, puesto que aunque divino, no actúa sin nuestro consentimiento. Y justamente ser conscientes de nuestra condición trascendente es el primer efecto de miedo instalado en el alma, convertido en desesperanza.

Negación, limitaciones a la creatividad, nubarrones grises en el horizonte de nuestros pensamientos, ahogo a sentimientos que podrían mover una montaña, hacen de la desesperanza la más peligrosa situación en la que la persona cae, al verse una y otra vez frustrada en sus búsquedas y en el deseo permanente de conquistas.

No todo es ganar y a veces perder es ganancia, cuando se mira desde la perspectiva divina y no simplemente humana.

Como anillo al dedo, para quienes atravesamos situaciones borrascosas en el ámbito social, económico, político e incluso religioso, son las palabras de nuestro gran patrono San Juan XXIII:
  

Que no se nos olvide que la “alegría” hace morada permanente en aquellos cuya alma están arraigadas en Cristo Jesús y en él confían plenamente.

Hoy recordemos que hemos sido creados por amor, para amar incondicionalmente y el temor es la única cosa que sin tener reales efectos, más allá de los que nosotros mismos dejemos que tenga, el amor es más fuerte y más efectivo que el temor. 

Yerko Reyes Benavides 

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