No estas hecha de piedra Virgen María,
aunque sea lo que estos ojos ahora miran
cuando a ti acudo en busca de consuelo.
No somos seres exclusivamente espirituales
desprovisto de la necesidad de lo sensible.
Mis ojos necesitan mirar y mis manos tocar,
para que así, este pequeño corazón pueda sentir
la bondad de tu maternal mirada
y el candor de tu mano llena de ternura.
No, no me concentro en la madera o la resina,
no es tu imagen por muy majestuosa que sea
lo que atrae mi atención;
mi alma se exalta de emoción,
con los sentimientos de tu corazón,
la nobleza de tu alma
y el temple de tu espiritual belleza.
La mano no quiere el yeso, el mármol, la perla o la seda,
cuando se pasea temblorosas por la efigie que de ti atesora;
es mi ser Señora, el que añora recibir de ti el cariño
que le das a los hijos de Dios.
Santa Madre de Dios y Madre mía,
acoge en tu corazón esta oración;
no quiere ser una explicación,
sino de mi pensamiento su exclamación
que te contempla en esta imagen,
para luego en fe perderse
en los jardines espirituales
de tu singular y especial hermosura,
la que me habla de Dios y mi espíritu anhela.
Cuida de mi fe, Virgen María;
protege mi confianza para que nunca falte en mi la esperanza
de esperar siempre en el Señor,
y anima a mi amor para que no desfallezca ni se agote
y a Dios se consagre como lo está el tuyo,
al que ahora, con toda mi fuerza me abrazo en filial devoción.
Amén
Yerko Reyes Benavides
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