miércoles, 9 de octubre de 2019

Padre Nuestro. Oremos como Jesús

-En Arameo-

“Primeramente Dios” es una expresión que representa el sentir popular que todo marchará de acuerdo a lo deseado si Dios está antes que nada y primero que todo. 

Justamente pensaba en este “primeramente Dios” cuando me decidí a escribir este artículo que tiene como propósito llamar la atención sobre la oración que Jesús nos enseñó. 

En el Evangelio leemos que, en cierta ocasión, Jesús les dijo a los discípulos: “Cuando oren, ustedes digan” y seguidamente pronunció la oración que sería la Oración del Cristiano, es decir, la oración del “discípulo y seguidor” del Señor. 

Se dice comúnmente que es la oración “del cristiano” porque es un legado, un tesoro, que provine del mismo Cristo, palabra por palabra, frase por frase, toda ella nos cuenta el texto que fue pronunciada por Jesús, por su boca y sus labios. 

Te parecerá extraña la insistencia que hago en ello, pero te sorprenderá saber que no todo lo que se dice fue dicho por Jesús, fue “literalmente” pronunciado por la boca del Maestro. Lo que textualmente leemos en los Evangelios, no siempre es expresión exacta y fidedigna palabra por palabra de lo que fue dicho por Jesús.

Este debate y discusión sobre el tema lleva tiempo, y ya para la fecha, no les resulta un inconveniente este hecho a los estudiosos de la Biblia, hermeneutas y exégetas, historiadores y lingüistas, entre otros. 

Así que no sólo la oración es un tesoro por la oración en sí misma, sino porque está la certeza (sostenida por los mismo especialistas) que estás palabras provienen realmente de la boca de Jesús, y el mismo Jesús pronunciara con sus labios esta oración, la que ahora nosotros hacemos.

Esta oración es más que lo que sus palabras proclaman, es la Palabra del Verbo mismo que se vuelve en nosotros oración. Lo que decimos, no es sólo una oración, sino que es Palabra de Dios. Y una Palabra que fue pronunciada por el mismo Dios y Señor nuestro. 


Es tanta la grandeza espiritual de esta oración compartida por Jesús con nosotros, que cuando la pronunciamos, pronunciamos la Palabra de Dios en nuestros labios. ¿Lo habías pensado? No son tus palabras, no es la expresión de tu verbo el que se proclama cuando oras con las palabras del Señor. Es la voz del Señor la que resuena ¿Acaso Dios dejaría de escuchar su propia Palabra? 

No voy hacer hincapié en lo que muchos insisten, cuando abordan el tema del Padre Nuestro, que se detienen en lo que dice la oración, en si es una maravilla, que no se les hubiese ocurrido hacer publica a los discípulos a no ser que fueran las propias palabras del Maestro. 

No voy a insistir en que no se haga esta oración de forma automática y mecánica; riesgo que corre cuando se ha repetido tantas veces. Además, demás está decir que es una oración en la que Jesús, recogió en ella todo cuanto necesitamos para nuestra salvación. 

Lo que busco, al escribir estas líneas es que me acompañes en este maravillarnos ante este don y regalo que nos ha hecho el mismo Jesús: poner sus palabras en nuestros labios. Y cuando sus Palabras están en nuestra boca, es su voz la que resuena fuertemente en el cielo. 

Son muchas las veces en las que pedimos sentir la presencia de Dios en nuestra vida. ¿Qué tal si hoy tomamos conciencia que esa presencia de Dios la tenemos cada vez que pronunciamos las palabras de Cristo? 

Se establece una conexión interior entre mi ser y el ser de Jesús, una unión espiritual en donde Jesús, Verbo de Dios, se hace Palabra en mis labios, para pedir al Padre que nos dé cuanto necesitamos para ser y estar en este mundo como hijos suyos en su Hijo Jesús. 

El discurrir de mi pensamiento por estas ideas en la meditación me ha dejado sobrecogido, anonado, admirado y conmovido:
Primeramente Dios, en mis pensamientos.
Primeramente Dios, en mis emociones y sentimientos.
Primeramente Dios en mis ideas, sueños y anhelos.
Primeramente Dios, en mi proceder y en mi vivir.
Primeramente Dios, en mi ser y en mi existir.
Primeramente Dios, en lo que tengo y en lo que espero.
Primeramente Dios, en todo cuento quiero.
Primeramente Dios en mi alma y en mi corazón.
Primeramente Dios, en las obras de mis manos.
Primeramente Dios, incluso en mis labios.
Primeramente Dios, también en mi oración.


No soy digno Señor de pronunciar con mis labios tu Palabra.

No soy digno que mi voz se apodere de tu Verbo, y sin embargo, de la manera más sencilla, de la forma más humilde me invitas a orar con tus palabras.

Mi corazón no puede más que exaltarse de la emoción, ante este gesto de tu amor hacia mí.

Gracias, Señor, gracias.
Dejar que mi espíritu emprendiera el vuelo por estos cielos, trajo a mi pensamiento una idea: ¿cómo se sentirá mi corazón si mis labios no sólo dicen las palabras de Jesús, sino también, las dicen cómo Jesús las dijo, primeramente? 

No soy un lingüista y seguramente, tú que me lees, ahora, tampoco lo seas, no te voy a decir que nuestra pronunciación sea exacta o perfecta. No es el propósito de este ejercicio, sino sentir como suenan en nuestros labios las palabras de Jesús en el mismo lenguaje con las que él las proclamó: arameo. 


¿Te animas a hacer la prueba? 



PADRE NUESTRO

ABUNA DI BISHEMAYA 
Padre nuestro que estás en el cielo, 

ITQADDASH SHEMAK, 
santificado sea tu nombre, 

TETE MALKUTAK 
venga a nosotros tu reino, 

TIT'ABED RE'UTAK 
hágase tu voluntad 

KEDI BI SHEMAYA KAN BA AR'A 
en la tierra como en el cielo. 

LAJMANA HAB LANA SEKOM YOM BEYOMA 
Danos hoy nuestro pan de cada día, 

U SHEBOK LANA JOBEINA 
perdona nuestras ofensas 

KEDI AF ANAJNA SHEBAKNA LEJEIBINA 
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, 

WEAL TA'ALNA LENISION, 
no nos dejes caer en la tentación 

ELA PESHINA MIN BISHA. 
y líbranos del mal. 

Amén

Yerko Reyes Benavides

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