"La vida trae sus afanes, días de gracia y otros de desgracias;
y algo permanece constante."
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Señor Jesús:
¿Cuántas han sido las veces que sólo te he buscado cuando he necesitado de tus favores? Los bienes que confieres por tu divinidad.
A ellos apelo sin pena ni recato.
Mi oración es interesada; veo tan sólo a un Dios que provee en la necesidad y mi vicio se convierte en pedirle, demandarle, exigirle.
¿Quién se ha vuelto dios?
Entonces caigo en cuenta; pienso, estoy seguro, aunque muchas han sido las veces que mi sentir hacia ti así ha sido; me enseñas a inclinar la cabeza; me vences y me dejas sólo en el terreno de mi orgullo.
Reconocerme en necesidad no es mi gusto; entre carencias, dolencias y angustias vivo. De todo eso no me escapo.
Recurro a ti, a veces, creo y siento son dificultades que me haces pasar y así, mi fe tantear.
¿De verdad necesitas examinarme de esa manera?¿En el dolor y la pena?Si, no:¿Entonces, por qué las pruebas?
Ya entiendo, sé a qué vienen, y aunque no las propicias, ni tampoco las auspicias; de ellas te sirves para sacarme del lugar de mi abandono; el letargo de una incómoda comodidad.
No es tu decisión mi dolor, ni tampoco te complaces en el sufrimiento que me embarga.
La vida trae sus afanes, días de gracia y otros de desgracias; y algo permanece constante en el llanto y en la risa; en el éxito y en el fracaso; en las caídas y en las levantadas:
Tú ahí estás, escuchándome atento, y haciendo lo que más puedes hacer: acompañándome en todo momento.
Tú ahí estas, sin sentir la necesidad de probarme en nada; no me examinas, ni tampoco me repruebas cuando fallo; lejos de ti un posible castigo.
Tú ahí estás, tendiéndome la mano; arrimando el hombro, recogiendo en tu mano las lágrimas que bordean mi mejilla y caen sin poder por mi ser detenidas.
Tú ahí estás, perdonándome, animándome, amándome.
Y yo aquí estoy sintiéndote, queriéndote, pidiéndote, una vez más.
Amén
Yerko Reyes Benavides
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