domingo, 7 de abril de 2019

Silencio

Una Actitud Fundamental a la Vida Espiritual
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Ni cuando estamos callados, estamos en silencio. Necesitamos algo más; mucho más para poder alejar el eco que queda de la algarabía en la que permanentemente vivimos, y de la cual no sabemos desprendernos. 

Tan difícil se nos hace el silencio que los espacios que lo requieren los hemos llenado de artefactos que lo alejen. Incluso las actividades que ameritan calma y tranquilidad, las hemos invadido de ruidos, sonidos, a los que llamamos melodías o canciones. 

¿Acaso el Silencio no es una melodía, en el que no hemos aprendido a deleitarnos? 

Al silencio le tememos porque el silencio trae, pensamos, aires de soledad y no nos gusta estar solos. Sin embargo sólo en el silencio podremos encontrarnos con es quien es el más importante de nuestra vida. Sólo en el silencio aprendemos a descubrir lo que vale la pena. 

En el silencio, alejados de tantos ruidos y en la soledad de tantas presencias que sólo son ausencias, se agudiza el oído para escuchar el sutil sonido de una melodía que suena armoniosa en nuestro propio interior y que luego propicia el cantar de las alegrías de la vida que contemplan nuestros ojos. 

Silencio es más que quedarnos callados un rato. Es más que apagar todos los aparatos que a diario nos acompañan para huir veloces de nuestras propias soledades; en donde el ausente no es la gente, sino, nosotros mismos de nuestra propia existencia. 

No es debilidad reconocer que nos da miedo estar solos con nosotros mismos: en la soledad de una mismidad aparecen cual fantasmas nuestras ideas olvidadas o desechadas; se asoman los pensamientos que con gran esfuerzo evadimos con tantas ganas y, fluyen los sentimientos, eso que nos resultan molestos y reclaman una atención que no les hemos dado, por estar ocupados fingiendo ser lo que nos somos y complaciendo a todos, menos al que de realmente importa. 

El Silencio es el único lugar que en verdad nos pertenece. En el que soltamos toda pretensión y desaparece toda vanidad. Del Silencio somos dueños. Un hogar para soltar y descansar. 

El Silencio es lenguaje que habla sin bulla y no emite ruidos y en el que no hay interferencias. Es lengua que habla aquel que susurra su amor al corazón. Él tiene otras maneras, pero prefiere esta: el silencio, para llamar sutil nuestra atención. 

Estamos tan distraídos en estar vivos que se nos olvida vivir y encontrarnos día a día con aquel que es y nos da la vida. 

El Silencio no es quedarse mudo, sino es aprender a hablar otro lenguaje, el lenguaje que habla Dios. 

Este lenguaje, no nos ha de resultar ajeno; pues nuestra alma está impregnada de él. No es innato, ni tampoco congénito. Es el lenguaje de eternidad, el mismo que habla Dios. Y ha sido él -el mismo Dios-, el que lo ha compartido, para así, poder permanecer por siempre en nosotros. 

Cuando guardas silencio, no te quedas sin habla, pues ya no son tus labios los que emiten palabras sino tu alma. Y ella tiene mucho que decir, más incluso que el intelecto y el corazón juntos.
Silencio para que Dios hable;
Silencio para que el Alma escuche.
Silencio para desprender,
Silencio para entender
y luego trascender.
Silencio para que los que están separados se encuentren;
Silencio para que se abrecen.
Silencio para que aparezca un lenguaje,
Silencio para que lo proclame.
Silencio para que me ame,
aquel a quien todo le pertenece.
Silencio para decirle,
lo que con palabras nos se puede ni se dice.
Silencio para amarle
eternamente desde este
mi Silencio.
No le tengas miedo al quedar en silencio. El silencio no está lleno de ausencia, ni menos de soledad. Ambos se hacen cómplices para dejar entrar a un amigo que hace rato toca la puerta del alma.


Yerko Reyes Benavides

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