Es en está comunión intima donde el hombre descubre sus talentos, tesoros de la gracia de Dios.
Tantos como el amor mismo de Dios así lo deseé.
El niño intuye en su alma la presencia de esos dones, y con una facilidad asombrosa los manifiesta abiertamente.
Certeza que da la pureza del alma que ha estado en comunicación con Dios en su Espíritu.
Esos talentos los vive con espontaneidad y naturalidad a la medida que los va descubriendo y los va incorporando a su diario quehacer.
Los talentos no se agotan, y mientas más tiempo dediquemos a cultivar nuestra espiritualidad éstos más se multiplicarán.
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