Empecemos por lo más básico,
aunque todos tenemos una idea de lo que signada el vocablo acción y también el
término reacción. Mas si tenemos noción de ello, en alguna otra ocasión lo he manifestado,
que la peor actitud para el alma es absolutizar la noción de algo y dar por
sentado que ya no tenemos nada más que buscar.
En
el ADN espiritual de la naturaleza humana está escrito en su genoma ser
peregrino, caminante, nómada de su existencia. Siempre en evolución, siempre en
desarrollo, totalmente perfectible, y lo más grandioso totalmente trascendente.
La RAE, Real Academia
Española de la lengua, por sus siglas, define:
Acción: Encuentra su origen etimológico en el
vocablo latín “actio – actionis” que significa en primera instancia, “ejercicio de la posibilidad de hacer”.
También es el “resultado del hacer”
o el “efecto que causa un agente sobre
otro”. En física se entiende el término como producto de la energía absorbida
durante un proceso por el tiempo que este dura.
Por su parte, Reacción significa: la “acción que se opone a otra”. También
puede ser entendido el vocablo como, “forma
en que alguien o algo se comporta ante un determinado estímulo”. Reaccionar
implica cierto grado de violencia en la respuesta al estímulo que la provoca. Otra
manera de entender este vocablo es como “actitud
opuesta a las innovaciones”. En biología, que está íntimamente unida a la psicología
y a la espiritualidad, representa “la
forma o manera como el organismo trata de contrarrestar la influencia de un
agente patógeno”. También en física, “fuerza
igual y opuesta, con que un cuerpo responde a la acción de otro sobre él”.
Aquí
podríamos hacer uso del adagio “a buen entendedor,
pocas palabras”, o también apelar a la frase característica de la estrategia
pedagógica de Cristo: “el que tenga oídos,
que oiga”.
Sin
embargo, compartamos algunas observaciones que salta a la vista y que en el
contraste de las definiciones del término podríamos diferenciar: acción es luz
de un día y reacción es oscuridad no del mismo día, sino de otro muy distinto.
Desde
la biología y la psicología recogemos la orientación positiva que se asume
desde la acción, y la postura defensiva, pasiva hasta ser perturbada la
pasividad, instintiva más que consciente, a no ser que se conciencie la
reacción como una estrategia que optara por la agresividad y la violencia en la
fuerza que empleara para ejecutarse.
Reaccionar
siempre será una respuesta defensiva y violenta de ante un estímulo que se
siente amenazante, amenazador que enciende las alarmas bio-psico-espirituales de
la esencia humana. En reacción se destruye, se golpea, se hiere “en defensa
propia”. La reacción es caótica por naturaleza, necesaria para el organismo, indudablemente,
pero como último mecanismo de defensa.
El
problema es que hemos convertido la reacción como la principal herramienta para
“rehacer” nuestro mundo, más enfocado en lo exterior que en lo interior. En
reacción se construye, pero luego de haber destruido, ya que no queda más
remedio que volver a juntar las piezas, tratado de rescatar algo de lo “bueno”
que había pero no fue.
El
alma no puede andar en reacción constantemente, enferma, no muere, pero si se
repliega dándole dominio a la psique y a la biología para que se encarguen,
estas dos han podido mantener un tenue equilibrio interior, donde han evitado
la implosión de la esencia humana, pero no se bastan.
Lo
que nos queda es, a todas luces, antes de reaccionar (que implica la espera
consciente o inconsciente a que los estímulos externos ejerzan la fuerza que
detone la reacción) accionar, es decir, actuar.
En
el actuar el alma se incorpora al equilibrio interior, es creativa, proactiva,
innovadora, persistente, en la acción hay paz y armonía. La estética y la
bondad aparecen como fuentes que la inspiran, y bien orientada la acción será
la manifestación más plena del Amor.
Y
en el Amor, encontrará el ser humano la realización plena de su naturaleza, que
será el punto de ignición hacia su trascendencia.
“El que tenga ojos, que vea y, oídos,
que oiga”.
Mejor,
Actuar que Reaccionar. Genera mayor paz la primera que la segunda, mayor
armonía interior y por consecuencia mejor coherencia.
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