sábado, 27 de enero de 2018

Ven por mí. Voy por ti

Tú me dices, Dios mío, amor mío, de mis amores:

El camino está abierto, espero por ti, sin tus pies no abra recorrido, sin tus manos constancia, sin tus ojos visión, sin tu corazón dirección y sin tus pensamientos transformación. 

Dios -Abbá- aguardo por ti, espera por ti; Yo, el que soy, me he puesto en camino para encontrarte; en el Verbo -habla el Espíritu de Dios- no va en dirección de ti, va delante de ti, pues si se pone a la par contigo no te pones en píe, y él te necesita erguido, con la frente en alto, los ojos en el firmamento y el corazón latiendo y palpitando sediento. 

Despréndete de la comodidad que atrapa a la fe en unos cuantos cuento.

Arriésgate a perder la razón para que la voz de Dios resuene con liberad en tu corazón. 

Avanza tras sus huellas en los aluviones de la vida.

No necesitas verlo, te bastan las pisadas que dejó en las áridas arenas de la desesperación. Grita, retuerce el sentido común para que sientas su candor quemando en tu interior.

Y ahora yo te digo Señor, que vienes a mi encuentro, amor de mi corazón, de mi alma y pensamientos:

Resquebrájame, Señor, que ya no vea la claridad del amanecer sin que el amanecer no alboree antes en mi alma precedente del firmamento obra de tus manos.

Sal a mi encuentro y detente; no llegues hasta mí, porque si llegas me quedaré sembrado como árbol en terquedad que, se niega a sacar las raíces y sembrarse en el mar, ahí donde tú me quieres. Razón ninguna, corazón todas. 

Detente en la distancia, para que pueda correr hacia ti; como el niño, que lo sorprende el amado que se asoma por las riveras de la vida y corre a sus brazos.

Más si me acerco demasiado camina un poco más, lejos y marca distancia, para que siga corriendo y jamás me detenga, porque será la única manera de que en la eternidad el amor sea pleno y la realización de mi ser completa. 

Camina hacia mi Señor, pero detente, y cuando esté cerca de ti, camina de nuevo, un poco más lejos, para que jamás me detenga. 

Hazme entender Señor no con la razón sino con el corazón que al Dios que fui a buscar, al Dios que me hizo caminar, al Dios que por el cual arriesgue, al Dios que en búsqueda andaba y me equivoque, al Dios por el que la libertad perdí; al Dios por el que perdoné aun sin querer; al Dios por el que viví, ilusa e ingenuamente al margen del mundo, en la periferia del poder, del éxito y la fama; al Dios en el que desesperé, confronté, oré y lloré, al Dios por el que amé apasionadamente, ya antes de encontrarle ya a mí me había encontrado y amado para la eternidad y por la eternidad. 

Ven por mí. Yo voy por ti.


Yerko Reyes Benavides

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