martes, 5 de marzo de 2019

Enséñame

"El día no comienza, mi Jesús, 
por mucho que el sol aparezca luminoso en el horizonte, 
si tu amor no arde de espirituales amores en mi alma, mente y corazón". 

Señor Jesús, al día he entrado cuando ya sus horas han avanzado y el alba en el horizonte despuntó trayendo consigo en el silencio de su presencia, tu misericordia y bondad.  
Mas tu amanecer Señor, aguarda resplandecer en el cielo de mi alma que aun en el descanso te aguarda, te sueña, te espera.  
El día no comienza, mi Jesús, por mucho que el sol aparezca luminoso en el horizonte, si tu amor no arde de espirituales amores en mi alma, mente y corazón.  
El día y la noche de este mundo son nada, sin los amaneceres de tus dones que despiertan la claridad del Reino que proclamas y al que me llamas, sea en la alborada de la vida o en el crepúsculo de cada día vividos en esta suelo.  
Poco hago Señor, si me conformo con decirte gracias al inicio o al final de cada jornada. Sólo son instantes muy breves que tu nombre pasa por mi mente. Tú Jesús eres más que momentos, mucho más que recuerdos que aparecen sólo cuando cuerpo grita que te necesita.  
Jesús, Hijo de Dios, tu eres el mayor testigo que la vida de lo divino puede llenarse y en la gracia permanecer; no sólo pensarte y a ratos orarte.  
Tú compasión, Señor es un llamado, una invitación de pasar de pensar en Dios, a Vivir en Dios, haciendo que de cada acto humano, un obrar que de lo divino sea expresión, tú lo dejaste can cada corazón.  
Pensarte Señor no es suficiente, a ratos contemplarte no alcanza.  
Enséñame a estar siempre contigo, a no dejarte, a lloverte conmigo y a irme contigo. 
Enséñame Señor, el existir de mi días han de ser para ti.  
Enséñame que la vida en ti vivida toda no sólo ha de ser espejo de tu divinidad, sino expresión de las alegrías celeste que ya dejaste contendida en Reino que te pertenece y en nuestras manos dejaste.  
Enséñame, ahora Señor, que lo más divino que hay en mí, es amar como tú.  
Enséñame Señor Jesús que no hay ningún amanecer más luminoso, refulgente y cálido que el despertar en el cielo índigo de tu corazón.  
Enseñan, Señor, y has que así lo viva cada día que el sol radiante de tu Amor, ese amor con que Amas , el Amor con el que a mi amas, y así, Jesús amado, amar con tu amor; amar como tu amas; amar lo que tu amas, y amar a quien tu amas. 
Amén

Yerko Reyes Benavides

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