"Amar, amar más, amar mucho,
amar siempre, amar no desfallecer en los intentos"
Te miro y de ti me fío; en tu mirada hay aquello que buscaba: sinceridad, transparencia, límpida honestidad: en Ti confío.
Intuyo: puedo ceder, al fin descansar de cuidar mi intimidad de tantos que sólo buscaron lastimar mi inocencia; aun la conservo intacta en lo más íntimo de mi alma y, no la doy a nadie porque de ninguno me fío como de ti ahora, Jesús, amigo.
Te he estado buscando, sin saber si quiera tu nombre, muchos lo anuncian, lo pronuncian e incluso lo proclama, pero no te conocen.
No valen de nada los discursos, palabras huecas y vacías; cuando en el mirar de los que de ti hablan sólo se ve la necesidad de ser por los hombre reconocidos, aplaudidos: Hablan de lo majestuoso de un amor divino que jamás han sentido.
No se te ama Señor con el intelecto, ni tampoco de labios y palabras; sino con el ser, con el alma y con todo el corazón.
Lo dijiste muy claro. Desde mucho antes quedó anunciado: La piedra que llevan en el pecho, se ha de quitar, para que esta ley, quede grabada en corazón de carne que, no cumplan preceptos, ni quede bajo el yugo de humanas normas, sino que ame a la medida de la Divinidad de tu Amor.
Tu ley, Señor, no es letra muerta, sino amores sentidos, amores vividos, amores dados, amores entregados, incluso amores perdidos o extraviados; sin esperar a cambio ser correspondidos.
Esta es tu norma:
Amar;
amar más:
Amar sin más
Amar mucho;
amar siempre.
Amar y no detener,
amar y en los intentos no desfallecer.
Abre mi pecho, te dejo Señor, en ti confío, de nadie más me fío: escribe con letra clara las líneas que dicen que me amas, déjalas grabadas, talladas en mi alma, que a ti ya te pertenece.
Hazlo pronto, Jesús amado, que ni el tiempo que rápido pasa se lleve la memoria, de tus andares en las intimidades de mi ser. Ni las circunstancias borren, el sonido de tu voz que me habla de eternidades, suave y sutil al oído.
Señor, al fin he encontrado lo que había estado buscando: en ti confiar y así derribar la muralla infranqueable que había levantado, para preservar este tesoro que llevo en silencio:
La inocencia del que te había estado esperando y ya te estaba amado, incluso antes de conocerte; porque Tú, antes de llegar a la puerta de mi ser, vida me habías dado y ya me habías amado con Amor Celestial.
Amén
Yerko Reyes Benavides
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