lunes, 3 de julio de 2017

Un Tomás en Nosotros

 “Señor mío, y Dios mío”

Cada vez que me siento a escribir estas líneas que les ofrezco a ustedes como una reflexión,  medito, pienso y oro con la Palabra de Dios que voy a compartirles, pues es ella la fuente de la inspiración. Pido al Espíritu Santo los dones de sabiduría, inteligencia y piedad para que Dios hable directamente al corazón de quienes leen estos escritos. Y lo hago así porque en mí hay un poquito de Santo Tomás. Si, ese mismo que dijo, “ver para creer”. La histórica educación escolástica y alimentada por la formación cartesiana, han hecho de nosotros hombres de razón, de comprobación, de objetividad, de lo que se puede capturar por los sentidos. Pedimos pruebas, comprobación de las cosas, establecemos hipótesis para demostrarlas a través del método científico y si la ecuación no nos funciona desechamos es resultado. En todos hay un Tomas latente.
No te sorprendas si al leer estas palabras te veas a ti mismo en algún momento de tu vida, o te identifiques inmediatamente con ellas, puesto que has pasado, has tenido o estás teniendo “una crisis de fe”. Han sido tantas las personas que han llegado a mí pidiéndome un consejo, ayuda, apoyo; unas más desesperadas que otras dependiendo del grado de culpa que sientan por su “increencia” o su frialdad espiritual. Nosotros no hemos sido educados para la fe absoluta y ciega, nuestra cultura pese a haberse construido bajo las sombras del cristianismo está más orientada a la lógica y a la razón, que a la emoción y al espíritu. Nos cuesta creer abiertamente y más nos cuesta confiar plenamente. Por eso tenemos tantos problemas a la hora de engranar nuestra vida cotidiana con la vida de fe. En vez de ser una amalgama, una unidad y engranaje aceitado y funcional, coherente; caminan en paralelo y a veces hasta en direcciones opuestas.
Esta disociación entre fe y vida, creer y actuar, sentir y pensar, es la manera en la que inconscientemente muchos han asumida su vida espiritual o su discipulado, no importa si se han mantenido dentro y cerca de la iglesia o si se han alejado de ella aunque no hayan renunciado a su catolicismo o cristianismo. Es más fácil no hacerse preguntas que nos llevaran a buscar, que preguntarse qué nos llevaran a dudar. Por ahí se dice que no hay mayor felicidad que la ignorancia.
En el 2014 se hizo un estudio en varios países de América Latina incluyendo a Estados Unidos, los resultados arrojaron que en el conjunto de los países, sobre todo centro y suramericanos la religión cristiana católica es la que ocupa el 80% de integrantes, sin embargo, las expresiones religiosas cristianas han ido fortaleciéndose en los últimos siete años. Sin embargo, aunque pudiéramos sentirnos orgullosos de ser todavía mayoría, la cosa no queda así, de ese 80% de católicos sólo son moderadamente practicantes el 5%, -los de misa dominical, bautizos, matrimonios y entierros- lo que resulta que sólo el 1% está comprometido realmente con una práctica de vida cristiana real.
¿Todavía te parece extraño que el Reino de Dios no se haya instaurado en el mundo? ¿Y el desorden, las pugnas por el poder el dinero, los privilegios, los odios, los resentimientos, las envidias, la crueldad, el individualismo, la despersonalización y la deshumanización imperen y campeen en nuestros días?
Hay razones históricas, culturales y formativas que nos ayudan a comprender por qué fe y vida caminan por vías diferentes en el mismo camino, y no terminan de integrarse, para la mayoría de los cristianos, y digo cristianos porque esto no es sólo un problema que afecte a la iglesia católica. Pero hay algo que no podemos negar, nuestra propia negligencia, pereza, indiferencia, apatía en, como diría Jesús: “buscar, tocar y pedir”.
Cada vez que alguien me llega a decirme, “tengo problemas de fe”, “me cuesta creer en esto”, “estoy pasando por un momento de sequedad”, yo en mis adentros me alegro, porque significa que está caminando, que está buscando, que hay un movimiento interior impulsado por el Espíritu Santo para sacar a esa persona de apoltronamiento religioso y de la parálisis espiritual. Lo que si te digo es que no te quedes con las dudas, pregunta, consulta, pide, toca, busca. No ahogues la flama de la fe que empieza a querer encenderse hasta provocar un incendio espiritual en tu corazón.
Por otra parte, Tomás (tú, yo, el, ella) "Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente." Esa es la actitud, Jesús no le recrimina a Tomás su falta de fe, más lo lleva a disipar todo rastro de incredulidad.
Nos toca ahora a nosotros salir al encuentro del Señor Resucitado, y decirle: “Señor mío y Dios mío”

Para mí son la excepción los que creen sin haber visto, pero los hay y los admiro y respeto. Ellos son y serán los dichos del Señor.

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