Dice un conocido refrán: "No hay persona fea, sino mal arreglada". Obviamente estoy parafraseando el refrán, no es un error de conocimiento del mismo, lo que pasa es que me parece que hay refranes que no deberían existir por lo burdo de su contenido, en este caso es misógino. Sin embargo, es parte de nuestra absurda cualidad de quedarnos en lo superficial, tanto de la percepción que tenemos los unos de los otros, como en nuestro camino de vida espiritual. Siempre en las ramas, nunca en la raíz. Y así constituimos una escala de valores donde la belleza se convierte en un adefesio que nos devora, porque preferimos la conveniencia de la hipócrita hermosura que decimos contemplar a ir al fondo, a buscar lo interior, lo íntimo, a perfeccionar el amor.
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