miércoles, 25 de diciembre de 2019

Natividad

Y después de una larga espera, en medio de sombras y oscuridades, llegas sigiloso y te acompaña el resplandor, que trae por tu candor, la luz del nuevo amanecer.  
No importan ya las horas de vigilia, el tiempo de cuidadosa espera; desaparece el cansancio y el sopor del sueño no dormido; se despierta el deseo y se anima el anhelo, las fuerzas se renuevan para ahora contigo, continuar el camino.  
¡Es una realidad, la promesa se ha cumplido!, y esta noche, en la que en el firmamento su estrella brilla, la fuerza de su gracia se hace nueva en el corazón del que lo acoge y lo hace suyo.  
Aunque mis ojos no lo vean, mi corazón lo siente, mi alma lo contempla y en su presencia se alegra; llega el que me mueve, por quien soy y existo, me toma de la mano y a la trascendencia me conduce: no dejaré, esta vez, pases de largo.  
Eres tú quién esta noche toca a la puerta de mi existencia; arráncame de este suelo para que al fin pueda alcanzar el cielo que me has prometido; no has venido a quedarte sino a buscarme, pues aunque tu morada has fijado en mí, tu hogar está en el Padre, a donde aun estando en mi me sigues esperando.  
Desbórdate en mí, Verbo Encarnado; Palabra Eterna del Padre llévame tan alto, al lugar en el que me das la libertad, que las alas de mi espíritu en tu Amor sean desplegadas y pueda, al fin, ser conducido al lugar de mi plenitud en ti. 
Amén

Yerko Reyes Benavides

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