domingo, 15 de diciembre de 2019

III Adviento: Juan el Bautista

Llegamos al tercer domingo de Adviento. 

Los días se nos han hecho cortos para ajustar nuestro tiempo al tiempo que nos da Dios para estar listos a su llegada que ya, se hace inminente. 
La cercanía del Redentor aviva en el corazón la esperanza, que en palabras del Apóstol Pablo es una invitación a estar en todo momento “alegres en el Señor”. 

Sin embargo Pablo no es, en este caso el signo que se hace presente en nuestro Itinerario Espiritual, sino Juan. El hijo de Isabel y Zacarías: “la voz que clama desde el desierto: preparen el camino al Señor”. 

Juan Bautista es quien nos coloca en el contexto adecuado que le dará motivo a nuestra consagración. 

Los evangelistas nos hacen suponer que entre Jesús y Juan el vínculo que los une no es el consanguíneo sino el de hacer en todo la voluntad de Dios. 

A Juan lo corresponde ser el precursor, y de ello está más que consciente: “Detrás de mí viene uno al que no soy dingo de desatarle la correa de sus sandalias”. No busca protagonismos ni se adjudica para sí otra tarea diferente a la encomendad: “a mí me toca menguar para que aparezca el sol resplandeciente”. Y su labor no fue menos significativa que la de Jesús, por ello de él dirá: “No ha nacido de mujer hombre más grande que Juan el Bautista”. 

Que la luz del Señor, que Juan anuncia con vehemencia, sea encendida, por la gracia de Dios, en nuestra vida y en nuestras obras. 

La consiga espiritual de este domingo para nosotros es: 

Confiar en Dios (en la obra que Dios realiza en nuestra propia vida).


Yerko Reyes Benavides

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